Yonkers

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Nathan

Avanzaba entre la multitud hasta la zona donde estaban puestas las mesas, miraba a mi alrededor, hacia todos los invitados, incluso hacia donde se encontraba Emily, pero no podía encontrar a Bea, ¿dónde estaba? Hace un momento la había visto marcharse en dirección de los baños, y al otro, ya no estaba.

Estaba dispuesto a buscarla cuando una vieja amiga se interpuso en mi camino. Mía Sloan, una chica joven de pelo naranja, traía una clara expresión de felicidad al verme. Sus ojos celestes parecían aún más claros de lo que recordaba y sus pecas aun salpicaban su adorable rostro.

—¡Feliz cumpleaños, Nate! —dijo, la saludé besando su mejilla y la abracé—. Te ves muy bien.

—Gracias, Mía. Tú definitivamente no te quedas atrás —respondí amable y me volví hacia su acompañante—. Hola, Liam.

Él sonrió con gusto.

—Hola, feliz cumpleaños, Nate.

Nos estrechamos las manos.

—Por favor, pueden sentarse. —Hice un gesto en dirección a las mesas—. Pueden pedir la bebida y la comida que quieran, ¿les gustaría algo en particular? Puedo pedirles a los meseros...

—No te preocupes por nosotros —dijo Mía con amabilidad—. En todo caso, ven y siéntate un momento.

—¿Están seguros?

—Vamos —dijo Liam—. Insistimos, debes estar cansado, seguro que no has parado desde que llegaste.

Miré una vez más por encima de mi hombro, con la esperanza de encontrar a Bea entre el gentío, pero no la vi.

—De acuerdo. Solo un momento —contesté.

En un instante a otro ya estábamos los tres sentados alrededor de una mesa. El mantel era blanco y las servilletas de tela doradas. En el centro había un arreglo de flores rojas y los utensilios eran de plata. Se produjo un prolongado silencio mientras yo hacía un gesto a un mesero para que nos acercara unos tragos.

—Y bien —dijo Mía, por fin, repasando con un largo dedo el borde de su copa de champán—. He oído que has vuelto a trabajar en la editorial.

—Sí, me he incorporado hace unos meses. Ha sido difícil. —respondí con honestidad.

—Te sienta bien, Nate.

—Nunca creí que me vería bien detrás de los trajes y corbatas, pero creo que hasta me he acostumbrado a ellos.

—He oído sobre la campaña benéfica, qué idea tan maravillosa —continuó elogiándome.

Asentí. Pero mi atención se centraba solo en parte de la conversación. Intentaba encontrar a Beatriz por la sala con la mirada, mis dedos jugueteaban nerviosos con el mantel. Había pasado ya bastante tiempo, eso era lo que pensaba. Además, no podía dejar de pensar en el episodio anterior cuando salió corriendo. Beatriz me dijo que se encontraba bien, pero ¿por qué no dejaba de tener una leve presión desagradable en el pecho? Como si mi intuición estuviera tratando de decirme algo.

—Es una gran organización —concordó Liam.

—Ya quisiera llevarme todo el crédito, pero Bea fue la de la idea —dije.

—¿Bea?

—Beatriz Hurdwood —comenté—. Es justamente a quien me gustaría presentarles esta noche. Trabajamos juntos en la editorial, pero digamos que nos conocemos desde hace tiempo.

—Nos encantaría escuchar esa historia —dijo Mía con una sonrisa cariñosa—. Estoy segura de que es encantadora.

—Lo es —confesé.

La noche que te conocí©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora