Capítulo 6 : Atlantis.

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Hasta ese momento estaba completamente segura que los comportamientos irracionales y potencialmente autodestructivos de Mantarraya me tenían emocionalmente en una cuerda floja de angustia y tristeza por su parte. Acudir a los llamados de Manta a cualquier parte de L'Eternita en su búsqueda y temporal salvación era estresante, pero había algo completamente peor a eso... no hacerlo ni saber nada de ella.

Hace como una semana y días más que no tenía una idea clara del estado de Abney, le mensajeaba y tardándose varias horas solía responderme "Estoy bien, no te preocupes" Adjuntándome stickers sin sentido y corazones que me hacían sospechar gravemente la veracidad de sus palabras. No la había visto físicamente y me molestaba de sobremanera conmigo misma por tener en mi cabeza siempre su nombre.

Un día viernes sin mucho qué hacer en casa y con la figura de Mantarraya saliendo de mi ventana a viva imagen en mi cabeza, me atreví a mensajearla preguntándole a donde estaba y así sin previo aviso ir a verla... porque sí, Manta era idiota la mayor parte del tiempo y cada vez más, pero eso no me impedía quererla con toda mi alma.

"Estoy sola en el patio trasero de mi casa, leyendo un libro de R.LeQueer y tomándome un café, disfrutando el leve sol mientras pienso en lo dramático del sonido del acorde Re Menor, es tan poético" Respondió a mi pregunta casi al instante, y "mentira" pensé yo. ¿Mantarraya leyendo un libro plácidamente en su patio? ¿En serio? Definitivamente estaba jugando conmigo y bufé por lo alto porque ella era estúpida de pies a cabeza.

Si Abney me estaba jodiendo y no estaba en casa, igualmente tenía ganas de distraerme y dibujar en algún parque cercano o el restaurant de pizzas que queda cerca de la casa Stingrey... así que empaqué mis cosillas de arte en una pequeña mochila y salí de casa. El día estaba especialmente cómodo para salir a caminar. Una vez llegué a la estación de metro recargué el saldo de mi tarjeta estudiantil de transporte y me encaminé por los andenes hasta subirme al metro dirección oeste, durante el trayecto sentí un revoltijo en el estómago al pensar en que todo este tema de la droga robada a McGrady le podría traer serias consecuencias...porque tengo la gran sospecha de que esa droga no es de McGrady y él tendrá que rendirle cuentas a alguien con ese dinero, y dudo mucho que ese pedazo de mierda vaya a dejar que una chica problemática lo meta en ese lío. Estaba preocupada.

Me empezó a picotear una sensación ridícula por todo el cuerpo cuando me bajé de la estación más cercana a la casa de Abney debido a qué debería decirle si le veía. Compré un pequeño chocolate en una tienda y me encaminé a paso lento por las calles en dirección a Manta, por un momento temí que no quisiera verme luego que ella misma se echara de mi cuarto hace días por la ventana. Es más, me carcomía el sentimiento de haberla besado, yo la había besado y en mis labios subsistía la sensación a ternura, alcohol y un toque de primavera prohibido; no habíamos hablado casi nada y de ese beso mucho menos, tal vez ni siquiera había sido relevante para ella y ese pensamiento me tranquilizaba sin saber por qué... tal vez porque me asustaba que ella pensara mal de mí.

El barrio donde vivía Manta era tranquilo, muchas zonas verdes y se notaba que las personas que viven en los alrededores tienen al menos una buena posición económica. La primera vez que fui a casa de Manta me pareció acogedora y bonita, creí que tal vez era posible conseguir casa en este barrio debido al oficio de su padre.

Me aproximé a la reja de enfrente y el primer indicio negativo que tuve es que la puerta exterior del patio delantero de la casa de Mantarraya estaba abierta en al menos unos 15 centímetros del pórtico. Entré a la casa y cerré la reja sin meter mucho ruido. Me encaminé por el pasillo lateral para ir directamente al patio trasero de Manta.

Para mi sorpresa lo que decía Abney Stingrey era verdad. Mantarraya estaba tendida en una silla playera al costado de la piscina, vestida en un short y la parte superior de un bikini rayado entre blanco y rojo, tenía puestos los audífonos, lentes de sol de aviador y traía sus preciosos rizos negros peinados como dos pompas japonesas. Miré la mesita a su costado derecho y más exactitud aun, sobre ella se posaba un libro y una taza vacía. Era ridículamente verdad.

Naabot mo na ang dulo ng mga na-publish na parte.

⏰ Huling update: Apr 26, 2021 ⏰

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