Capítulo 3: En el mar.

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Durante esos dos años escolares, los cuales me senté todos los días al lado de Manta, solo tres veces faltó por enfermedad y yo tenía claro el panorama...pero ese lunes era la rara y jodida excepción. Abney no había asistido a la escuela y la angustia en mi pecho no hizo más que extenderse de manera que no presté atención a las clases ni un solo segundo. Desesperadamente le envié mensajes a su chat sin éxito alguno ya que no los recibía. Cuando pasaron un par de horas esperé al primer recreo para realizar la acción que todo adolescente odia "Llamar directamente por teléfono" ...Manta no respondía, es más, su celular cortaba la llamada de forma instantánea ya que aparecía fuera de línea o apagado y ahí fue cuando sentí que realmente algo malo estaba ocurriendo.

—¿Dónde estás, Manta? —Me susurré dolorosamente mirando su ausencia. Extrañaba su voz.

No aguanté toda la jornada, en medio de un recreo tomé mis cosas y me escabullí por los pasillos sin previo aviso a nadie para escaparme de la escuela. Admito que era algo que nunca había hecho ¿Y si me descubrían y ya nunca podría ser policía? "No, no, no...Atla no pienses en ello" me decía a mí misma con cada paso que daba mirando reiteradamente la pantalla de mi celular por si ella contestaba.

—Contesta, tonta. —Gimoteaba a mis adentros con el corazón acelerado cual motor en marcha.

Mi interior que el día de ayer se había sentido como un océano completamente invadido por Abney Stingrey, hoy se sentía como un extenso mar frío sin la presencia de su Mantarraya favorita. Sin pensarlo dos veces al salir de la escuela, me encaminé con prisa al metro y me dirigí cuatro estaciones hacia al oeste en dirección opuesta a mi casa. En cuanto me bajé del metro subí corriendo las escaleras mecánicas sin preocuparme mucho por los peatones a quienes empujaba sin pedir perdón en lo absoluto. Apresuré el paso por las dos calles donde se ubicaba la casa de Manta al borde que mis pantorrillas ardían de cansancio; sólo necesitaba verla.

Una vez enfrente de la bonita casa de los Stingrey, toqué el timbre dos veces con el impulso de fundirlo con mis dedos. La madre de Manta se asomó por la ventana y rápidamente abrió la puerta invitándome a pasar... ella tenía mal aspecto, sus ojeras estaban ligeramente marcadas y olía a un montón de tabaco.

—Atlantis ¿Qué haces aquí? ¿Pasó algo? —Preguntó con una intriga realmente marcada en sus cejas mientras extinguía un cigarrillo en el cenicero sobre la mesa.

—Ahm...—Me trabé— Señora Stingrey ¿Está Manta?

—No, ella salió esta mañana temprano...¿No fue a clases? —volvió a preguntar con más intriga. Pude ver su rostro completamente preocupado y enfadado.

El cuerpo se me congeló con tanta rapidez que ni siquiera podía moverme. Eran dos sentimientos, primero estaba preocupada aún más por Manta y al mismo tiempo temía que fuese una soplona y ella se enojase conmigo por tal traición ¡Pero ella tendría que entenderme!

—¿pasó algo? —pregunté con la voz cargada de timidez.

La señora Stingrey tomó rápidamente su teléfono y posándolo sobre su oreja se quejaba. Manta no era de esas que solía escaparse de clases y mucho menos lo haría sin avisarme. Luego de un par de minutos de intentos fallidos por parte nuestra de comunicarnos con Manta... su madre recogió un abrigo tirado sobre el sofá y tomó las llaves de su auto.

—¿Quieres que te lleve a casa? Voy a buscar a esta niña. —Dijo terriblemente molesta, pero podía notar que la preocupación también la invadía.

—No, por favor permítame acompañarla. —rogué con mis ojos.

Ella me miró por unos segundos y con un gesto de aprobación nos adentramos en el auto. Ella me preguntó varias veces si yo podría saber dónde estaba y realmente me jodía el no poder predecirlo. Presentí intensamente que algo ocurría, pero no me sentía en la confianza de interrogar a la madre de Manta. Comenzamos buscando en los parques, atentas a las calles e incluso en los locales de comida rápida donde solíamos ir a comer con Abney...cada lugar donde ella no estaba me consumía en preocupación constante. Luego de casi una hora buscándola pensé que sería buena idea avisar a la policía, por esa razón llamé a mi padre quien trabajaba en la comisaría e incluso llamé a mi madre por si Manta decidía ir a mi casa.

A donde vuelan las MantarrayasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora