22. COMERSE LA LUZ

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Las cosas habían avanzado muy rápido y con cosas me refiero al tiempo.

Oficialmente, llevaba ocho meses en Corea y toda esa mierda se pasó pero volando, yo no sé ni cómo he sobrevivido hasta ahora. Pasé de tener escasez de toda mierda y un pelazón de bolas en Venezuela, a tener exactamente lo mismo pero en Corea del Sur, es decir, que ya no era culpa del país sino que era mera culpa mía.

Que vaina tan arrecha.

Lo bueno es, que ya la vida parecía sonreírme más.

O sea, no mucho, pero más.

Tenía chamba, dos pelagatos como amigos que al menos me acompañaban en este país, a pesar de que seguíamos en pandemia y todo era una mierda, tenía un culito que ahora podría decirle cuadre con el que no había tenido peos desde la última vez, porque claro, la culpa en eso también la tengo yo si ese tipo no hace es un culo ni como pa' joder, hemos estado tranquilitos.

Que rico era tener paz.

La cuarentena estaba yendo para largo, ya no se le podía ver la jeta a nadie más que los ojos pero tampoco se veía mucha gente por aquí, según las noticias, eso hubo un coñazo de gente muerta por el COVID y por dos meses dieron alerta máxima de nadie salir de sus casas para evitar más contagios, ahora están dando unas pruebas ahí para ver si no está enfermo metiéndole un tubo por la nariz que daba miedo porque, nojoda, una que ni un pito se mete y van y le hacen esas cosas, no vale, que martirio, por suerte, habían otras formas, pero si la policía te agarraba por ahí, esa fijo iba a ser la prueba.

Según entendí aparte, estaban empezando a elaborar una vacuna, aunque como tal no había cura. Lo que daba miedo es que esa vaina lo mata a uno si puede y había gente que era asintomática y se moría sin saber ni cómo.

De paso que los síntomas eran como tan básicos como si fuera una gripe normal, chamo, que vaina.

Y hoy, finalmente, era el día en el que había nacido lo mejor que le pasó a este mundo porque esta belleza no es un juego.

Yo andaba cumpliendo años.

Y no podía ser un día mejor, porque puede ser que no podía hacer mucho en esta mierda por la pandemia, pero tenía dos cosas muy importantes: un perro y un casi jevo.

Era tremendo peo hablar de eso, porque llevábamos saliendo como cinco meses y ya me parecía bastante como para no tener una etiqueta ya hecha, solo no había dicho nada porque Jimin había estado vuelto un ocho y bastante ocupado con sus vainas musicales; su canción, Dynamite, había pasado los cien millones de visualizaciones nada más en el primer día y eso era un logro arrechisimo que los tenía saltando en una pata.

Jimin se había escapado de sus responsabilidades hoy más nada por venir a verme, y más le vale, porque eso de pasarla sola en un cumpleaños por más pandemia que haya en esta mierda, nojoda, tampoco, menos cuando cargaba a ese hombre detrás, que le echara bolas a ver si me iba a dejar abandonada justo hoy, cuando había podido venir a verme otros días.

Le abrí la puerta apenas sonó el timbre.

—Hola, preciosa.

Que rico.

Mi hombre se quitó el tapabocas, los zapatos, el coñazo de suéteres y bufandas que tenía encima y hasta la gorra justo después de que cerré. Se sentía hasta que respiraba más solo por mirarlo, porque claro, una cosa era para prevenir el contagio y otra para cubrir su identidad, parecía que él había entendido que debía duplicar las capaz de la ropa que usaba de por sí.

—Feliz cumpleaños a mi chica —finalmente, abrió los brazos para que fuera hacia él—. Aunque ya te lo había dicho.

De bolas que ya me había felicitado, igual que la mayoría lo había hecho a partir de las doce de la noche, había publicado una foto en Instagram para felicitarme a mí misma y todo, aunque había tenido que desactivar los mensajes, tenía bastante repercusión y había que echarle bolas que todo fuera por un like y no por mi trabajo, pero me sabía a culo.

EL JALABOLAS DE JIMIN, park jiminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora