-Está bien, me tengo que ir, tengo prisa, que tengas un buen día-. Me dio una sonrisa fingida y se fue. Me quedé anonadada con su presencia, decidí volver a hablarle, había sido un poco grosera con él. Volteé pero ya no estaba, eso fue muy raro.

Volví a casa pensando en él, en cuál sería su nombre, ¿tendría novia? ¿Estaría casado? ¿Tendría hijos? ¿Le habría parecido bonita? Preguntas extrañas para alguien que no conocía pero me había dejado fascinada, era una escultura digna de admirar. Su belleza era sobrenatural, tenía rasgos que lo hacían parecer un dios. Él era sobrenatural. No evité sonreír y reír como tonta al pensar en él y en mis pensamientos hacia él.

Era muy extraño pero otra vez me sentía observada. Se había vuelto más frecuente ahora que habíamos venido a vivir aquí. Corrí, ya se estaba haciendo de noche, no podía dejar de sentir esa sensación de ser vigilada y perseguida. Llegué a casa con la respiración agitada y con una sonrisa de satisfacción al saber que nada me había pasado. Hogar, dulce hogar.

-¡Mamá, ya llegué! ¡La verdad es que caminar no hizo ningún efecto en mí!-, grité, pero nada. Fui a la cocina, a su cuarto, al sótano, al garaje, al jardín y nada. Encontré una nota en mi cuarto diciendo que no volvería hasta mañana.

Fui a la cocina y me hice algo simple de comer, ensalada. Sentí mucho calor por la calefacción y fui a abrir la ventana que daba acceso de la cocina al jardín, me di media vuelta y sentí un escalofrío, sentí que algo me rozó pero la sensación fue casi nula, esa sensación fue tan mínima que no se si en verdad fue real. Volví a la cocina y otra vez sentía esa mirada pero cada vez más cerca.

-Te tengo nena-. Sentí un susurro en el oído, estaba tan asustada que no podía ni moverme, ni hablar. Sentía su respiración en mi oreja. Me volteé y era el hombre sexy con quien tropecé. Tenía una mirada severa y cuando vio mi mirada de susto se relajó y ya podía hablar y moverme.

-¿Señor, me ha estado siguiendo? ¿Cómo entraste?-, le dije y el soltó una carcajada. -¿Qué es lo gracioso?-

-Tú, puedo sentir que me tienes terror-. Me dijo y era cierto. ¿Cómo no hacerlo si un desconocido está en tu casa? ¿Y te mira de una forma muy extraña?

Corrí escaleras arriba, llegué a mi cuarto, que ahora odiaba por haber elegido el último de al fondo y lo cerré con llave. Por suerte, ahí estaba mi celular.

Sentí cómo pisadas se iban acercando y cómo lentamente giraba la perilla. Estaba tan vieja que hacía un sonido tan peculiar que con cada chirrido que hacía sentía que mis oídos explotarían.

-Alysa, oh mi querida Alysa, tan ingenua como siempre-. ¿Cómo me conoce?

-¿Cómo sabes mi nombre?-

-Eso no interesa, abre la puerta-.

-¡Jamás!-

Lo escuché bajar las escaleras y posteriormente la puerta de la entrada abrirse. Se había ido, al final se había arrepentido. Con cuidado abrí la puerta y asomé la cabeza. Ya asegurada de que no estaba en peligro me dispuse a salir pero sentí que alguien me agarraba de la cintura y me jalaba para adentro.

-Te tengo niña-.

-¡Déjame! ¿Quién eres? ¿Qué quieres?¡Sal de mi casa o llamaré al gobierno ahora mismo!-

-No creo que lo hagas-.

-¿Por qué estás tan seguro de eso?-

-Porque si lo haces, nadie te creerá. Te tomarán de loca y te llevarán al manicomio. Además, no te conviene desafiarme-. No evité pasar saliva lentamente, se notaba que no estaba jugando con lo que decía. Este hombre era peor de lo que pensaba.

-Estás demente, ¿quién eres? Y ¿cómo me conoces?-

-Soy Damian Mérimée y querida Alysa Cronenberg, soy más cercano de lo que tú crees-, se acercó a mí y otra vez no me podía mover-. ¿Quieres irte a donde sea conmigo?-¿Qué? Claro que no.

-Sí-, pero ¡¿qué?! Yo no quiero-, no lo quiero, lo deseo-. ¡No! ¿Qué pasa? No puedo controlar lo que estoy diciendo.

-¿Te puedo hacer mi marca en tu tentador cuerpo?- ¿Su marca? ¿A qué se refiere? De la belleza que lo acompaña, la locura también.

-Está bien, hazme lo que quieras-. ¡Dios! ¿Por qué digo otra cosa?

-Perfecto, así me gusta-. Sacó una vela y un encendedor de no se donde y la prendió, metió su anillo que hasta ahora no me había percatado que tenía en el dedo índice con la inicial M. Esperó un rato mientras que me acariciaba el brazo derecho, traté de moverme porque sentí una pequeña corriente por mi cuerpo pero fue inútil porque no podía.

Sacó su dedo del fuego ¿a caso no le había dolido? ¿Por qué no se quemó? y me lo puso en el brazo. Grité muy fuerte, tanto que sentí que mi garganta iba a explotar, salieron lágrimas de mis ojos, esto dolía y mucho.

-Ahora todo el mundo va a saber que me perteneces, ¡pobre de ti que intentes algo!-. Me dio un beso en la frente y desapareció por la ventana. Me quedé viendo cómo la cortina blanca de mi cuarto se movía en un vaivén a causa de la fuerza que había empleado él. No entendía cómo lo había hecho pero a este punto ya no sabía si en verdad había pasado.

¿A qué se refiere con que le pertenezco? ¿Qué cosa es él? ¿Qué quiere de mí? Es evidente que necesita ir a un psicólogo para ser atendido. Nada tiene una explicación coherente.

Decidí no contarle a nadie, si lo hiciera lo más probable sería que me tomen de loca y a mi sería a la que la llevasen al hospital. Me eché en la cama preocupada por lo que acaba de pasar hace unos minutos atrás. ¿A caso esto había pasado o era producto de mi imaginación? Luego de eso caí en un sueño profundo.

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