Uno

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De país en país estoy, esa es mi vida. Por el trabajo de mi papá, hemos viajado ya, cinco veces en todo el año. Ver caras nuevas se ha vuelto en algo común. No tener amigos, es algo con lo que he aprendido a vivir, no lograr hacer una relación duradera porque no logro que las personas confíen en mí. En tan poco tiempo una amistad es difícil.

Con este viaje ya son seis veces. Esta vez, estamos en Loiret, Francia. Es un lugar bonito y a la vez antiguo, lleno de historia por todo lado, historias que desean ser contadas pero que muy pocas veces las personas las logran comprender. Pero también es un lugar donde muy pocas veces te hablan, sin conocerte te juzgan y tratan como si fueras inferior a ellos.

Hoy, lunes, voy a una nueva universidad, que según mis padres es muy prestigiosa. Es muy grande y como era de esperarse estoy perdida, ya todos se han dirigido a sus clases, estoy sola y voy a tener que encontrar por mis propios medios el salón. Sé que es el primer día y todos me van a tratar como a una extraña, pero mientras que esté aquí siempre voy a ser tratada así. Siempre es lo mismo.

Y no me equivoqué, fue un día horrible. Llegué muy tarde, toqué la puerta y entré, inmediatamente sentí la mirada de todos y la de la profesora que me decía que estaba en problemas por llegar tan tarde. Me presenté y todos me miraban mal y susurraban entre ellos.

Me fui a sentar sola en la mesa de la esquina de al fondo. No podía concentrarme, sentía que alguien tenía la mirada puesta en mí pero en el salón nadie me miraba, eso sí que era muy extraño.

***

-Alysa, ¿qué tal te fue en la universidad?-, dijo mi madre que por la cara que puse, me hizo una seña para que me sentara y le explicara lo que había pasado.

-Mamá, fue lo mismo de siempre. Lidiar con las bromas de los demás, recibir críticas sin conocerme, no tener amigos en quienes confiar, ser siempre la nueva-, dije seria, ciertamente ya no me afectaba tanto o importaba, esto ya se había vuelto algo rutinario y agotador.

-Sabes que hacemos esto por el trabajo de tu papá, es difícil pero sin sacrificio no hay ganancia, aveces hay que sacrificarnos para obtener la recompensa y eso es justo lo que estamos haciendo ahora. Te aseguro que más adelante cobrarás todo lo que estás pagando ahora, hija. Ademas que constantemente estén cambiando a tu padre significa que su jefe le tiene mucha confianza.

-Y lo entiendo mamá, pero no tengo a nadie, no tengo ningún amigo, solo tengo las críticas que me acompañan cada día de mi vida, que son las que me acompañarán hasta el último día de mi existencia.

-Mira hija, ¿por qué no mejor das una vuelta por ahí, conoces la ciudad y respiras un poco de aire puro? Te hace falta, estás muy estresada últimamente-, me dijo despreocupada, como si fuera algo normal, para luego pararse e irse a la cocina a continuar con sus deberes.

Era inútil caminar, ¿de qué me servía? De pensar más en mis problemas, buscar nuevos y nunca encontrar soluciones. La verdad era estresante esto, ¿a caso no podía ser feliz?

***

-Disculpa, ¿estás bien?-, me dijo el chico con el que había chocado sin querer, al ver que aún no me paraba, me tendió su mano para poder pararme y yo toda educada lo hice.

-Si perdón, no te vi, estaba algo distraída-. Le dije sin prestarle mucha atención. Me sacudí el polvo de la ropa y levanté la cabeza. Era un hombre de más o menos unos veintiocho años de edad. Se veía muy atractivo, era alto, de tez blanca, pálida pero no tanto como la nieve, ojos color ámbar, la verdad eran muy hermosos, tenían un pigmento dorado con un poco de cobre que juntos lograban una combinación llamativa e hipnotizadora. Su mirada era profunda y dominante pero extrañamente a la vez era cálida y protectora. Su cabello castaño era lacio y desordenado que daba una combinación perfecta con sus ojos.

Soy Suya Donde viven las historias. Descúbrelo ahora