11: Herir al lirio.

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Sus dedos chocaron con los de otra persona liberando una carga de energía estática que la obligó a apartar  la mano del frasco de cristal, vio un destello dorado provenir del dedo índice del desconocido, era sólo un anillo dorado con la cabeza en forma de una flor de loto.
Nada de que preocuparse.

-Lo siento -Murmuró cabizbaja haciendo una leve reverencia.

Ese día se sentía peculiarmente mal, enferma. Pero no era cualquier enfermedad que la acongojaba, no era física, era de ese tipo de enfermedades que te hacen perder el sentido de la vida en cuestión de segundos y te provocan una sensación de vacío en el pecho. Un tortuoso vacío. Parecía estar viendo una película en blanco y negro, no sentía que realmente estuviese despierta, creía estar dormida en realidad y sólo ser víctima de un sueño donde le explicaban lo horrible de la monotonía humana.

Los sonidos, voces, risas, pasos y estruendos se oían tan lejanos, como si estuviera bajo el agua y ellos en la superficie de un turbio lago de preocupaciones.

Se giro ignorando la voz de la otra persona que parecía ¿disculparse? ¿Saludarla? No lo supo, no le importó tampoco. Sólo continuó con su camino hacia el otro estante lleno de hierbas secas y brebajes de flores, no recordaba que había ido a buscar allí, tal vez un remedio para la tristeza... o hojas de té. Sí, té. Parpadeo con lentitud intentando enfocar la vista en las pequeñas letras en los frascos, pero estas bailaban y se expandían como manchas de tinta sobre las etiquetas.

¿¡Qué rayos...!?

Respiró profundamente tallandose los ojos con fuerza. Tenía la vista muy cansada, sí eso debía de ser. Los últimos días no había podido dormir bien, la ansiedad de lo que pasaría en el juicio le carcomia los nervios, su agonía se había extendido cuando el juicio fue pospuesto una semana por razones desconocidas. El estrés la estaba volviendo loca.

«Tranquilizate Ino».

Volvió a abrir los ojos y no encontró figuras como tal. Sólo habían siluetas borrosas y colores difuminados, como si estuviera viéndolo todo a través de un cristal empañado.

-Debo irme...

Un torbellino se desató frente a sus ojos en cuanto dio el primer paso hacia la salida, sintió su cuerpo perder fuerzas e irse hacia un lado cayendo sobre algo. Un golpe fuerte, estruendos agudos y voces. Después manos que la tocaban, o jalaban, no sabía, no podía ver otra cosa que no fueran sombras danzantes.

Un tacto frío y duro tocó su mejilla.

¿Estaba en el piso?

El tiempo pareció retardarse por lo que parecieron horas lo que tardó su cuerpo en caer completamente. Sus pupilas dilatadas se movían inquietas en una mirada perdida.

¿Qué le estaba pasando?

Quiso hablar pero las palabras se quedaron atascadas en su cabeza, quiso gritar pero tenía la garganta entumida, quiso llorar pero también se dio cuenta que sus sentidos estaban  dormidos.

Una risa familiar resonó dentro de su mente.

-Ino-chan...

¿Ino? ¡Ino! Ese era su nombre, pero ¿quién la llamaba?

-Eres hermosa...

Unos profundos ojos azules aparecieron frente a ella y lo recordó. Lo conocía. No podía olvirlo, no a él.

Tenía que llamarlo.

«Naru-ven-mi-Narut-por-Na-n-or-¡Nar!».

El terror creció convirtiéndose en pánico. Sus pensamientos se topaban unos con otros, enredandose y perdiendo sentido. Sus recuerdos y cordura se escapaban por un hueco imaginario en su cerebro, extendió las manos intentando alcanzarlos.

Papá soltero✔ Hija prodigio✔ Y...¿¡Mamá sustituta!?✔Where stories live. Discover now