10. No seas codicioso

En başından başla
                                    

―¿Lo prometes? ―cuestionó, ilusionada.

―No.

La sonrisa se esfumó.

―Eres un aburrido ―farfulló.

Solté una risa. La tomé de los muslos y la elevé al aire, a lo que ella respondió enrollando sus piernas alrededor de mi cadera. Enredó sus manos en mi cabello, peinándolo hacia atrás sin dejar de observarme.

La devolví a su sitio en la cama, tomé su mano y la aparté con suavidad. Al notar que mi intención era apartarla, su expresión se mostró confundida y desilusionada.

―Déjame ver tus pies ―pedí.

―Estoy bien.

―Aún así quiero verlos.

Me acuclillé al suelo y levanté su pie izquierdo, notando su tacto demasiado frío. Fruncí el entrecejo, molesto.

―Están fríos ―comenté. Inicié a masajearlas con cuidado, tocando las partes que creí que se habían lastimado y necesitaban relajarse.

―Se calentarán bajo las sábanas.

―Mmm ―musité, no convencido―, pero no será rápido.

―Bueno, ocurre todo el tiempo. A veces Oliver se queda a dormir a mi lado, así que suelo meter mis pies en su espacio. ―Ella rio.

―¿En serio?

―Bueno, podría calentarse rápido de otra forma.

―¿Cómo?

―Tu ayuda será indispensable para esto, Thomas; no sólo mis pies se calentarán... ―Ella cruzó sus piernas de forma intencional; alcé la vista hacia rostro, cuestionando su repentina actitud, pero su mirada seductora me capturó.

De inmediato entendí a lo que se refería. Mi corazón dio un vuelco fuerte. Las ingenuas e inocentes reacciones de Margo de pronto se volvieron pícaras y atrevidas.

―Vuelvo enseguida ―dije, apartando esos pensamientos.

Tenía un mal presentimiento del regreso de Margo.

Margo se había vuelto más hermosa, más segura, más peligrosa. Esto iba a ser mortal para mi corazón que no quería ser codicioso.

―¿Qué pasa?

No la respondí. Me guíe a la cocina para ir a recoger un recipiente grande, con eso en mano, volví a la habitación directo al cuarto de baño. En la ducha obtuve agua caliente para los pies

Este sentimiento ocioso me resquebrajaba desde el interior. Margo era como una hada en un sueño, absolutamente despampanante. Todo, desde sus labios, sus gestos, su expresión y lo que vestía, ella siempre conseguía sacudirme.

―Este método también es efectivo ―dije mientras me arrodillaba en el suelo, frente a ella, ocultando mi asombro por la impresionante belleza de mi esposa. Eso era innegable.

―Qué aburrido.

Reí.

Tomé su pie y la dejé caer en el agua caliente, luego proseguí a darle suaves masajes..

―¿Te gusta? ¿Se siente bien?

―Sí.

Repetí el proceso con el otro pie, notando ahí una zona irritada.

―Uhg ―se quejó Margo cuando toqué su piel roja.

―¿Duele?

―Solo cuando lo tocaste. Bueno, los tacones eran nuevos y estaban un poco tiesos, ha de ser por eso que me lastimé.

Seduciendo al chefHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin