Y nadie está aquí para vivir

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-Sigamos con el problema que nos ocupa, alguien va a morir y esto será una tragedia, se imaginan tantos días sin vivir y tanto no dicho- decía Eurus

La tapa de la dichosa ataúd, tenía dos palabras: Te amo.

John miro a ambos con inquietud.
-Hermanitos para evitar que su adorada Clara muera, deben declararle sus sentimientos, y que ella los acepte. Así la salvan los dos, y si no lo logran podrían imaginar esto, como un funeral anticipado- explicó Eurus

La llamada se conecto.

-Clara...

-Sherlock- dijo ella dudosa
-Yo...- mencionó Mycroft
-Sherlock, Mycroft ¿dónde están?- preguntó ella
-Queremos decirte algo- pidió Sherlock mirando el reloj
-Díganme...- susurró Clara

-Quiero que recuerdes que te amo, Clara- habló Mycroft directamente

Al escuchar esas palabras, Clara se quedó en silencio solo silencio.

Mycroft se agarró la frente con frustración y miro a Sherlock, tenían que lograrlo.
-Clara ahora escúchame, yo...- decía Sherlock y después lo pronunció sin más,

-te amo

Silencio.

-Los escuchaste, Clara- intervino John contagiado de la desesperación de los hermanos.

-Por favor- pidió Sherlock desesperado

Clara entendió que iba a morir, su vida pasaba delante de sus ojos y cada fragmento iba ocupando su lugar.
Todo tomaba sentido, su padre, su madre, Victor, Eurus, Sherlock, Mycroft y Rutherford. Venganza, muerte, abandono y justicia, esas cuatro palabras definían su vida.
-Me persiguen de mi pasado- se repetía una y otra vez.

Y ella, Clara Hudson. Prefería la muerte.

No un era sacrificio, no, para nada. Solo era una cuenta pendiente. Algo que le debía a todos, inciando con Victor Trevor que simbolizaba la muerte, un niño al cual le habían arrebatado a su familia y la posibilidad de una vida normal, para al final arrastrarlo al infierno. Después el abandono, aquello se lo debía a Eurus por haberle fallado. Luego se encontraba la justicia de Rutherford, él que había arriesgado todo en una sola jugada. Ahora su justicia serían Mycroft, Sherlock, John y Rosie; ninguno merece sufrir de una ira añejada y podrida que traía la vengaza. Sí, la venganza que significaba su padre, Frank Hudson.
Por eso se preparó ya había contado sus deudas, cerró los ojos y lo aceptó.

-Mary, me dijiste que no me rindiera, pero todo lo que estaba bien, hoy está mal- pensaba Clara como un último titubeo.

Y aquellas palabras. Sí, esas palabras que habían pronunciado los dos, aunque lo quisiera, no podía ya responderles, por eso se quedó en silencio.

Sherlock intento replicar, pero en autómatico la llamada terminó. No hubo necesidad de nombrar lo que había pasado.
-El contexto emocional los destruye hermanitos, ya se han dado cuenta de lo que se hicieron- replicó Eurus.

Sherlock no lo pudo soportar y destrozó el ataúd. Mycroft se quebró. John no dijo nada, porque en realidad no habría palabra que sirviera.

Decir que habían salido vivos, era una plena y absoluta mentira. Ya que de Sherrinford, los Holmes y John salieron completamente destruidos. La lluvia y los fuertes vientos azotaban la isla, por lo que la policía tardó un poco más en sacarlos de aquel lugar.

En verdad Lestrade hubiese querido que los tres no estuvieran presentes para cuando llegará ese momento.
El momento en el cual solo verían pasar una bolsa negra.
Lestrade agachó la cabeza en señal de frustración, era imposible creer que aquello sucedió.
Antes de que la cubrieran, Lestrade quisó evitar el dolor y le cerró los ojos, porque esta vez la muerte solo se trataría de dormir, no de ojos desorbitados, manchas de sangre y lágrimas acumuladas.

Los Holmes, un Watson y una HudsonWhere stories live. Discover now