La piedra de Mazarino

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-Mamá, tú sabes cuál es el término médico para una obsesión- habló Clara de la nada
-Mi niña...- contestó la señora Hudson con cierta tristeza; ya que habían pasado dos años tras la muerte de Sherlock
-Siento, verás mamá, que quiero deshacerme de un recuerdo que me ha perseguido durante algún tiempo- dijo ella mientras terminaba el desayuno.

En el Museo de Whitehall, el conde Abraham Sylvius miraba con extraño interés cada una de las joyas que se exhibían, pero había una en especifíco que le llamaba la atención: la piedra de Mazarino. Todo el resplandeciente brillo que de ella surgía, le mantenía embelesado.
-Ciento diez quilates, señor; mucho más grande que el diamente Koi-Nohr, no es de extrañar que los franceses estén ansiosos por recuperarlo. Estamos cerrando en diez minutos, señor- dijo el guardia de seguridad.

Treinta minutos después, el guardia de seguridad despertaba tras recibir un golpe en la cabeza y descubría que la piedra de Mazarino había sido robada.

Como otro día de trabajo, Clara había terminado de hornear tanto los pasteles a domicilio como todo lo que se consumía a diario en la cafetería, mientras Susan atendía los pedidos y aunque todo marchaba bien, aún estaba el letrero para buscar otro ayudante. De repente ingresaron dos agradables mujeres de mayor edad.

-Clara, esta es mi hermana Agnes, ¿no percibes una gran semejanza familiar entre nosotras?- presentó una de ellas
-Que agradable verla señora Garrideb- saludo Clara y después las miro detenidamente.
-Casi todos los Garrideb tenemos una peculiar estructura ósea y por nuestras venas corre sangre antíquisima- mencionó Agnes
-Ya pude notarlo, por favor tomen asiento y cómo esta el profesor Garrideb- preguntó ella
-Nathan siempre te recuerda Clara, y es la razón por la que estamos aquí- comentó Emily Garrideb y ambas se sentaron.
-Té y galletas- preguntó Clara
-Gracias- dijo Agnes y cuando estuvo todo servido, Clara las acompaño.
-Bien, díganme en que puedo ayudarles- exclamó ella
-Necesitamos un consejo...

En el Club Diógenes todo transcurría con normalidad. Mycroft leía un periódico.
-Mycroft...
-¿Cantlemere? Casi nunca te vemos en el Diógenes- saludó él
-Tengo un caso especial para ti- dijo el canciller Cantlemere
-Yo no soy mi hermano que gustaba de trabajar en trivialidades- espeto Mycroft cerrando el periódico
-Bueno, si tan solo lo hubieras mantenido a raya y vigilado, no tendrías que aguantar esto- regaño Cantlemere
Mycroft rodó los ojos.
-Sabes que fue petición del primer ministro, encontrar la piedra de Mazarino y regresarla a White Hall sin demora, conoces la historia de ese diamante- preguntó él
-Sí, por supuesto que la conozco, lleva su nombre debido al cardenal Jules Mazarino, el ministro en jefe del reinado de Luis XIV y ahora pertenece a su majestad la reina- explicó Mycroft cansado, no era una lección de historia
-Así es, pero debe ser devuelto a Francia como un gesto de buena voluntad del pueblo británico, además, eso puede mejorar las relaciones diplomáticas entre ambos países- respondió Cantlemere
Mycroft sabía que de no entregar ese diamante, traería en consecuencia un desastre diplomático. Y por eso preguntó, -entonces qué sugieres
-Que te hagas cargo- exigió él
-Bien, Horacio dame los detalles- finalizó Mycroft

-Así que un americano vino a su casa a visitar a su hermano y le ofreció una enorme cantidad de dinero- repitió Clara para terminar de entender
-En específico son cinco millones de dólares- dijeron ambas hermanas
Clara se soprendió bastante.
-Aunque en realidad el trato fue de 15 millones de dólares a ser divididos entre tres personas- explicó mejor Emily
-Pero solo los hombres con el apellido Garrideb pueden compartir la fortuna- completo Agnes
-Es obvio que eso incluye al americano y a nuestro hermano, pero es muy obvio que el americano no es un Garrideb de verdad...- explico una de ellas
-No tiene la estructura ósea de la familia- finalizó Agnes
Susan estaba muy cerca de Clara, como una forma de apurarla ya había demasiados pedidos y ella no se daba abasto.

Los Holmes, un Watson y una HudsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora