Las gafas amarillas

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Habían pasado ocho meses tras los acontecimientos del Bart's. Y una mañana de pie frente al edificio se encontraba Clara, observando todo con una mirada melancólica. En su memoria se repetían los acontecimientos, una y otra vez: recordaba que cuando llegó allí, Sherlock estaba ya en el suelo y que tras unos instantes salía un equipo médico para llévarselo, después ella se había desmayado y en el hospital cuando despertó, solo les habían confirmado de que Sherlock estaba muerto. Nadie sobrevivía a una caída de esa magnitud. Ante todos los recuerdos Clara se estremeció y prefirió cerrar los ojos, así permaneció unos instantes hasta que poco a poco los fue abriendo. Al hacerlo, ella pudo ver como los autos seguían su curso, y decidió que tal vez era hora de seguir el suyo, aunque aún le doliera mucho. Por eso se dirigió a la cafetería, que había vuelto a abrir hace unos meses.

El día comenzó un poco complicado, ahora todo el Club Diógenes ordenaba tanto el té como los pastelillos, Clara sabía perfectamente de quien había sido la idea. Y no podía negar que a veces pensaba en él.
-Anthea, puedes tomar el pedido...- exclamó Clara desde lejos ya que se encontraba metiendo los últimos pay al horno, después regreso al mostrador totalmente manchada de harina y lo vio, estaba impecable con un traje azul marino de tres piezas y una corbata verde; Mycroft estaba ahí, frente a ella y en silencio.

Clara por primera vez no sabía que decir y prefirió empujar aquella bolsa de papel lo más cerca posible de él, como una muda invitación a seguir la rutina. Pero nada sucedió, solo reinaba el silencio y todo se torno más incómodo. Mycroft se regañaba mentalmente, cómo fue capaz de buscarla después de tantos meses en los cuales aparento no reparar en su existencia, porque obviamente los reportes de vigilancia no contaban, se preguntaba si era justo arruinarle la vida con su presencia.
No paso mucho para que la respuesta llegará, y por supuesto que era un rotundo no, por eso Mycroft decidió que lo más sensato era pagar e irse, olvidándose de Clara para siempre; hasta que una chica angustiada entró en la cafetería.

-Clara!!!- gritó
Ella dejo el mostrador y acudió a la pobre chica que temblaba y no dejaba de llorar.
-Susan qué sucede
-Está muerto, muerto- decía ella sin parar
-Quién está muerto- preguntó Clara asustada
-William Smith está muerto- pronunció ella
Clara ante la noticia quedó impactada, no hace mucho que conocía a William, se conocieron cuando él había iniciado una pasantía en una editorial y además trabajaba como secretario de un profesor de apellido Koram. Y ahora Susan venía y le decía que estaba muerto.

-Pero Susan, cómo puede ser eso posible- preguntó Clara que la llevaba a una mesa, Susan tomo asiento y después ella fue a la barra a prepararle un té, pero Mycroft que estaba en silencio, le señalo la bolsa. Clara entendió y sacó el pequeño vaso de té y se lo dio a Susan.

La chica lo tomó y comenzó a beberlo a grandes tragos. Mientras Clara le brindaba algunas palmadas en la espalda, después se sentó frente a ella. Y le pidió
-Susan, trata de explicarme qué sucedió
-Esta mañana yo estaba en el vestíbulo limpiando y oí un alarido horrible que provenía del estudio, cuando llegué vi a Will tirado en el suelo con una herida en el cuello, sangraba, no tardo mucho y murió- dijo la chica dominada aún por los nervios.
-Muy bien Susan, pero acabas de decirme que todo esto, sucedió esta mañana- comentó Clara con temor
-Sí, la policía ya está en la casa Yoxley
Clara no pudo evitar sentirse agobiada por su amiga, Susan había salido corriedo de una escena del crimen y era seguro que la policía estaría buscándola, ya que pensarían que había huído y más cuando Susan era una testigo importante. Mycroft rodó los ojos, esa chica no podía ser más tonta, calculaba que en menos de cinco minutos la policía vendría.

En efecto, tras unos cinco minutos la policía apareció, y del auto bajo alguien desconocido. Clara respiro hondo y se preparo para recibirlos, aunque ya había jurado alejarse de la policía, no podía abandonar a Susan.
El policía encargado entró a la cafetería y saludo, -buena tarde, soy el inspector Hopkins y estoy buscando a la señorita Susan Tarlton
-Soy yo- respondió Susan
-Le pido, por favor que me acompañe- pidió el inspector
-Disculpe, inspector...-interrumpió Clara
-Hopkins- completó él
-Inspector Hokpins, habrá forma de que pueda esperarme veinte minutos para que pueda acompañar a Susan- pidió ella de forma tranquila
-Me temo que esperar tanto tiempo puede afectar a la investigación, de por sí el caso no tiene un motivo evidente, entonces si retraso el testimonio de la señorita Tarlton, no puedo hacerlo...
-Clara Hudson- dijo ella
-Le repito señorita Hudson, no puedo- exclamó el inspector
-Entiendo- respondió Clara y después miró a Susan para decirle -tranquila Susan, lo que tienes que hacer es decirle a la policía todo, yo te prometo que te alcanzaré, esta bien.
La chica asintió y acompaño a los policías. Cuando ellos se marcharon, Clara no lo pensó dos veces y se quitó el mandil, para después encender la cafetera aún debía un té.
-No vas a llegar- exclamó Mycroft de forma simple
Clara lo ignoró e intentaba limpiarse algunos rastros de harina que quedaban en su falda y blusa.
-Yoxley queda a más de veinte minutos y tú apenas podrás preparar ese té, hay poco tiempo y con esta lluvia- volvió a decir él
Clara luchaba por ignorarlo, pero en cierta parte sabía que él tenía razón, cuando la cafetera estuvo lista, Mycroft insistió, -es mejor si dejas el té y nos vamos
Ella se rindió, apagó la cafetera, el horno, todo y abandono el mostrador, Mycroft ya había salido. Clara no reparo en él y solo se dedico a cerrar la cafetería, la lluvia empeoraba y solo atino a aferrarse al súeter que traía, esperando no mojarse demasiado, cuando de repente sintió que alguien la cubría con un paraguas, se trataba de Mycroft que ya estaba esperándola, mientras fumaba un cigarrillo.

Los Holmes, un Watson y una HudsonWhere stories live. Discover now