En el punto de mira

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Los besos de Draco eran una dulce tortura, eran intensos, ardientes, lujuriosos, eran pura pasión, sus labios se encargaban de aturdir y de doblegar la voluntad de Hermione con una eficacia asombrosa,

eran suaves, sedosos, cálidos y, carnosos e insolentemente lascivos.

Teniéndola bajo el peso de su cuerpo, tumbado sobre ella y acomodado gustosamente entre sus piernas, se dedicaba a la satisfactoria labor de incitarla. Posesionado golosamente de su boca, acorralándola entre sus fuertes brazos e impidiéndole cualquier movimiento que indicara una posible retirada, Draco daba paso a su ansiado desenfreno, liberando por fin, su deseo reprimido, se sentía eufórico, dichoso, se sentía como un león terriblemente hambriento, devorando una deliciosa presa.

Estaba disfrutando como un enano con un rico pastel, se hallaba completamente perdido y concentrado en su propio goce, deleitándose con cada una de sus placenteras sensaciones, saboreando a conciencia cada beso, como si no existiera en el mundo nada más, que aquellos hermosos y apetecibles labios sonrosados, ahora escarlata, por la excitación y el rico contacto.

Draco se sentía hipnotizado por sus labios, estaba loco por ella, era un sentimiento incontrolable, un millón de veces había intentado eliminarlo de su ser, pero le había sido imposible, era superior a sus fuerzas, nunca había podido entender qué le ocurría con ella, no entendía porqué la deseaba tanto, de una manera tan visceral, casi le dolía.

Tenía claro que la amaba, y también tenía claro que su necesidad de ella era abrumadora, asfixiante, puro instinto primario.

El ambiente se volvió denso, un calor sofocante se hizo presente en la habitación, o más bien era la percepción que ellos tenían, Draco abandonó unos segundos su boca y comenzó a besar su cuello, primero besos cortos y efímeros, leves roces para ir despertando poco a poco el deseo en ella, cuando vio que su respiración se aceleraba, intensificó la presión profundizando cada vez más, y dejando rienda suelta y libertad a sus manos que viajaron por su cuerpo, sutiles y acariciadoras.

Levantó un poco la falda de su vestido, las yemas de sus dedos, recorrieron sus muslos, ella en un acto reflejo, trató de cerrar las piernas, pero no pudo ya que lo tenía a él entre ellas.

Draco sonrió con malicia, con la cabeza hundida en el hueco de su cuello, chupeteando casi con fiereza, la fina piel ya enrojecida.

Ella sintió algo de alivio cuando dejó de notar sus manos tan peligrosamente cerca de su ropa interior, no se dio cuenta de que Draco se estaba desabotonando la camisa, solo cuando sus labios volvieron a los de ella, agarró con suavidad una de sus manos y se la llevó a su pecho desnudo.

Un gemido de sorpresa quedó atrapado en un profundo beso, Draco la iba guiando por su musculoso torso desnudo, de arriba abajo, en una agradable caricia, la otra la llevó a su espalda, por dentro de la camisa,

Volvió otra vez a su cuello, y de su cuello fue bajando hasta su escote, sus pechos sobresalían evocando una perfecta y sensual redondez, él no pudo esperar más, besó y lamió toda la zona de piel que no estaba cubierta por la molesta tela del vestido, con sus propios labios pudo apartar un poco del encaje que bordeaba su sujetador, su lengua ardiente y cálida se coló por aquellos rinconcitos, provocándole a ella, suspiros de puro placer, tiró con los dientes de la tela, hasta dejar bien expuesto el pezón inflamado, sus labios lo atraparon, lo succionaron primero con delicadeza, luego con glotonería, Hermione acarició el rubio cabello de Draco, apretó su cabeza contra su pecho, la tensión comenzaba a desbordarla.

Las manos de Draco volvieron a perderse entre los cuerpos de ambos, se soltó como pudo el cinturón y el cierre del pantalón, bajó la cremallera, cogió la mano de Hermione y la llevó dentro de su bóxer, ella notó enseguida la firmeza mayúscula de su miembro, su calor, sus ansias lacerantes de ella.

Enamorarse del enemigoWhere stories live. Discover now