Dulce tentación

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Hermione se despertó temprano a pesar de ser sábado, eran las ocho y media, normalmente los fines de semana solían despertarse sobre las diez, pero ya no podía seguir durmiendo,

la noche anterior había sido bastante tensa, y no solo por el flagrante intento de Draco de acostarse con ella, había salido bien librada de ésa, Draco la había invitado a jugar, y ella le había ganado la primera partida en su propio terreno, y eso la hacía sentirse orgullosa y animada a seguir adelante con su plan, sin embargo, de lo que no había podido escabullirse fue de sí misma, de su propia mente y en concreto de ese erótico sueño que había tenido, en él, estaba totalmente desinhibida, y aceptaba deseosa cada caricia, cada beso, y cada estimulo que Draco le brindaba.

No habían parado de hacer el amor, ambos trataban de calmarse mutuamente la desbordante pasión que tenían contenida, ambos se esmeraban en colmar y ser colmados de ese exquisito placer intenso y arrollador.

Extrañamente en el sueño parecían estar muy bien compenetrados, ninguno de los dos tenía reparos en demostrar abiertamente lo que sentían, ni ella tenía ningún tipo de vergüenza al estar completamente desnuda frente a él.

Ella en realidad estaba bastante alucinada con todo lo que había vivido en aquel sueño, y ciertamente había sido así, lo había vivido intensamente, nunca había tenido esa clase de sueños, éste era el primero, y muy pocas veces habían sido tan reales, pero esta vez fue diferente a todos los demás y no solo por haber sido tremendamente erótico, esta vez Draco no le había hecho ningún daño,

bajo ningún concepto había querido dañarla en manera alguna, era su amante, su pareja, su compañero, su amigo, y sacaba de ella todo ese deseo y esa pasión desenfrenada, la había elegido a ella para saciar su voraz apetito sexual, y para enseñarle lo que era el verdadero goce del placer y el despertar de los sentidos, aunque irónicamente se había despertado justo antes de llegar a la culminación, por lo que empezaba a sentirse irritada y algo frustrada.

Se incorporó en la cama y observó a Draco que había logrado quedarse dormido al rededor de las seis y media de la mañana, estaba de espaldas a ella profundo y relajado, ella contempló un momento la imagen de su escultural torso desnudo, su precioso pelo liso y sedoso, rubio dorado como los cálidos rayos del sol, sus perfectos hombros bien formados y suavemente musculados, sus fuertes brazos, y su amplia y masculina espalda,

se veía terriblemente atractivo, casi le pareció dulce, en ese instante le apeteció acariciarlo y abrazarlo, besarlo profundamente y pedirle que terminara lo que habían empezado en el sueño, y le llegaron de repente algunos recuerdos de aquella fogosa entrega que solo en un su mente había llevado a cabo,

volvía a sentir esa presión el bajo vientre y todo el ardor del deseo acumulado y agolpado en su interior, su respiración estaba cambiando, pasó una mano por su nuca y por su escote, había estado sudando, notaba el rubor en sus acaloradas mejillas,

recuerdos, más y más recuerdos de la noche anterior.

Draco totalmente desnudo en el vestidor sonriéndole sensualmente y guiñándole un ojo con su habitual descaro y picardía, su precioso y perfecto cuerpo equiparable a las esculturas de los dioses griegos, su evidente y extrema virilidad que la había dejado sin respiración y con ése persistente ardor entre las piernas y en su alma, haciendo que anhelase cada vez más, lo que siempre se había negado a hacer con nadie,

la suavidad de su piel pegada a su espalda desnuda,

sus envolventes y musculosos brazos al rededor de su cuerpo y sus insolentes y caprichosas manos acariciando todo su vientre, y sus sensibles y excitados pechos, sus pezones completamente erectos listos para ser devorados, sus abrasadores labios en su estremecida nuca y en su cuello haciéndola derretirse, se dio cuenta de que toda ella empezaba a arder, esos recuerdos la estaban matando.

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora