La boda

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Agarrada al duro y frío brazo del señor Malfoy voy caminando lo más erguida posible, con la cabeza alta por la ancha alfombra roja. Desde la entrada del templo, trato de no mirar a los lados, pero sé que hay centenas de personas, posiblemente habrá doscientas o trescientas, prefiero no pensarlo, no quiero que los nervios me traicionen.

Nada más cruzar el umbral empieza a sonar la marcha nupcial, y yo procuro con todas mis fuerzas no agachar la cabeza, aunque no puedo evitar bajar la mirada, no lo puedo evitar, no soporto tener los ojos inquisidores de todos los comensales puestos sobre mi, y sé bien que es así, todo el mundo está de pie, todo el mundo está observándonos.

Noto que el señor Malfoy aprieta mi brazo, lo hace en señal de que no agache la cabeza, ¡por Deméter...!, ¿¡porqué me cuesta tanto mantenerla alzada!?, es como si todas estas miradas me golpearan a la cara. Soy una intrusa en el mundo de las serpientes, una extraña, todos ellos son sus amigos, son como los Malfoy, y aunque no tengan más remedio que aceptar nuestra boda, seguramente me repudian igual, pero se lo guardan.

Lentamente nos vamos acercando por la larga y amplia alfombra de terciopelo rojo y a mi me empieza a costar respirar, mi corazón se acelera, se dispara, me llegan flashes de aquella horrible pesadilla, me siento cada vez más pesada, noto mi turbado semblante palidecer, se me congelan las manos y el rostro, siento escalofríos y un sudor helado empieza a formarse en mi frente y en mis muñecas.

Mi vista sigue clavada en el suelo y dejo de oír la música, ya no escucho el murmullo de la gente, casi llegamos...

De repente paramos y no puedo alzar la vista, no soy capaz, ¿en qué momento me volví tan cobarde?. Yo derrote junto a Harry y a Ron, al Señor Tenebroso. Yo luché contra los mortífagos y los dementores. Yo me he enfrentado a la dura realidad de perder a toda mi familia y tener que salir de ese infierno sola. Pero sé que Draco estará ahí, con su asco y su rabia guardados, esperando para salir en el momento más oportuno, esperando con su soberbia para seguir atormentándome. Siento que está esperando a que alce la vista y lo mire, y yo no me atrevo. Seguro que me culpa de todo lo que le está pasando.

¿Pero qué culpa tengo yo?, ¿porqué no eligieron a otra persona?, ¿y porqué no se negó rotundamente?, ¿porqué no luchó más?. No, yo no soy culpable, yo no he hecho nada malo, no tengo que pedirle perdón ni tampoco tengo porqué pagar.

Estamos quietos, yo estoy en medio de el señor y la señora Malfoy, Draco está del lado derecho de su madre. Veo cómo un hombre que parece ser componente del ritual, esparce en el pulido y brillante suelo de mármol, un perfecto circulo. Está formado por una gruesa hilera de pétalos de rosas rojas como la sangre, sus favoritas, un minuto después se oye la alta voz del que parece el juez:

¿Quién presenta a éste joven? -pregunta el juez.

Yo lo presento y lo represento -responde Narcissa.

¿Quién presenta a ésta joven? —pregunta otra vez.

—Yo la presento y la represento —contesta Lucius.

Que los jóvenes entren en el circulo -ordena el juez.

Aunque sigo con la mirada baja, veo como los pies de Draco, enfundados en sus impecables y lustrosos zapatos negros, se mueven y entra en el circulo. El señor Malfoy me suelta el brazo, pero yo no reacciono hasta un minuto después. Alzo el vestido con esfuerzo y la señora Malfoy me ayuda con el largo velo, para poder entrar sin deshacer el redondo circulo. Una vez los dos dentro, la misma persona que lo hizo, empieza a colocar pequeñas velas blancas por todo nuestro alrededor cerrándolo aún más, o mejor dicho, encerrándonos aún más. En unos segundos aparece otro de los jueces con un gran libro muy antiguo abierto, parece papel de pergamino, esta vez se escucha su voz:

Enamorarse del enemigoWhere stories live. Discover now