Sorpresas agradables, certezas desagradables

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Hermione, algo nerviosa y un poco expectante, respiró profundamente y giró el picaporte de la puerta que Draco le había indicado para que abriera, entró en la pequeña sala y cerró tras de sí, dejando a Draco al otro lado de ella,

cuando él le comentó que tenía un regalo mejor, ella se imaginó mil cosas distintas, incluso se le pasó por la mente que hubiera podido llegar a un acuerdo con sus padres y con los jueces de la Alianza de paz, para concederle el divorcio y con ello su ansiada y añorada libertad, y que posiblemente estuviera tras esa puerta algún abogado con documentos para ayudarlos con la complicada tarea de finalizar su matrimonio,

también pensó que podrían ser unas increíbles y fastuosas joyas que él se había empeñado en comprarle para una ida a la opera que tenían prevista para ese mes, y que ella decididamente ofuscada y abrumada por el inmenso valor de aquellas piezas dignas de la corona, se había negado rotundamente a recibir,

la sencillez de su personalidad y la sensatez y humildad de su carácter, innumerables veces hacían que Hermione reflexionara cada uno de sus actos, influenciando cada paso que daba en la vida, ciertamente ella era una joven muy inteligente, comprensiva y justa, obviamente reconocía el autentico valor de cada cosa, pero rara vez daba importancia a lo material, sabía que ambos mundos, tanto el mágico como el muggle funcionaban en base a la economía, "tanto tienes, tanto vales", y también sabía perfectamente que el dinero no daba la felicidad, pero desgraciadamente ayudaba mucho, quizás demasiado, cosa que la hacía plantearse siempre de cara al futuro otra forma de vida, en la que las posesiones de las personas y su aspecto a una primera impresión no fueran causa de un juicio inmediato por parte de la sociedad,

ella definitivamente nunca podría identificarse con gente acaudalada y acomodada a la que sus pertenencias y títulos o cuyos apellidos hablaran primero que ellos describiendo la clase de la que provenían y su posición, para ella los bienes materiales prácticamente carecían de valor, si no eran para utilizarlos con sabiduría, justicia y en medida adecuada, sentía mil veces más aprecio por una planta que por el más asombroso y costoso rubí,

le parecía mucho más importante enriquecer el intelecto adquiriendo astucia e inteligencia, que convertirse en una muchacha presumida y superficial, a la que poco le importasen los sentimientos de los demás seres vivos, y era precisamente eso lo que siempre trataba de explicarle a Draco, que insistía siempre en cubrirla con los más caros y lujosos regalos, era algo con lo que siempre tenía que lidiar, y poco a poco lo había estado convenciendo de que lo que realmente importaba era la calidad humana y sus intenciones, no los adornos y adquisiciones, por lo que después de haber hablado tantas veces con él de ese tema y después de haberlo hecho entrar en razón, no entendía muy bien el hecho de que quisiera impresionarla nuevamente con un obsequio mejor del que ya le había dado,

entendía menos aún como podría superarlo sabiendo que aquella vieja escoba era un recuerdo único del amor de su padre, absolutamente ningún otro objeto podría suplir todos aquellos hermosos recuerdos que había acumulado y guardado desde que tenía diez años, pero para su sorpresa ella se equivocaba, aquello no podía compararse, no daba crédito a lo que estaba viendo, era incapaz de describir lo que sentía, no tenía palabras, había enmudecido, y si resultaba ser de verdad obra de Draco, entonces ya ni siquiera sabía qué pensar, pues nunca en su vida se esperó que él pudiera llegar a hacerlo.

Cuando Hermione cerró la puerta tras ella y levantó la vista en la pequeña y rústica sala opacada por la poca luz de algunas velas, se sobrecogió enormemente al contemplar cuatro tímidas sonrisas observándola, al fondo de la estancia, sentados junto a una vieja mesa cuadrada de madera, se hallaban bebiendo unas jarras de cerveza de mantequilla con jengibre y saboreando unos pudines de chocolate y calabaza típicos de las tres escobas, Molly Weasley, su hija menor Ginebra, Cho-chang, a la cual la tenía en gran estima, y su inconfundible mejor amigo Harry Potter.

Enamorarse del enemigoWhere stories live. Discover now