Siete: Capa de sangre

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—¿Te volviste loco? —Le espeté con recelo—. ¿Quieres que me coloque los conejos debajo de los brazos o algo así?

Jordan suspiró con frustración.

—No —Musitó—. Quiero que te embadurnes con la sangre de los conejos.

Mis ojos se abrieron como platos, y pasaron de los ojos verdosos de Jordan a los tres bultos irregulares sobre el suelo, cubiertos por distintas tonalidades de pelaje. Había uno blanco, uno gris moteado y otro negro. Todo con los ojos abiertos y la lengua ligeramente proyectada hacia afuera.

—Tienes que estar bromeando —Le repetí, sin apartar la mirada de los conejos—. ¿No se te ocurrió alguna otra idea para ocultar mi olor?

Jordan colocó los ojos en blanco y trató de buscar la mayor cantidad de paciencia que fue capaz de encontrar en ese momento.

—En el caso de que nos atrapen...

—No pasará —Lo interrumpí—. No nos van a atrapar.

Él frunció los labios y continuó.

—En el caso de que... "puedan atraparnos", solo los habremos engañado con el olor a sangre. Lo peor que puede pasar es que te vuelvan a encerrar y a mí que me castiguen.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque, Adeley —Comenzó a decir con frustración—, si no es este modo...

Hizo una pausan y su frente volvió a brillar bajo la luz de las antorchas a causas de su sudor.

—¿Qué? —Pregunté extrañada—. ¿Cuál es el otro modo?

Jordan se sonrojó y se rascó la nuca con incomodidad.

—Bueno... sería que ya no fueras virgen.

Ahora fui yo la que adquirió un vivo color carmesí, que se extendió por mi pálido rostro hasta el nacimiento de mi cabello.

—Esa idea...

—Ya sé —Dijo él de forma apresurada—. No es la mejor idea del mundo.

—No tenemos tiempo para eso —Argumenté con incomodidad.

Él me miró con sorpresa y luego carraspeó.

—Esas son tus únicas opciones... —Aclaró con incomodidad—. Es eso o que nos descubran intentando escapar; en cuyo caso...

—Me atraparan y me mataran.

—Y si no hacemos nada.

—Me mantendrán cautiva y me matarán —Respondí con ironía—. No tengo muchas opciones, ¿verdad?

Guardó silencio y me observó de hito en hito, intentando buscar las palabras correctas.

Era evidente que mi destino ya estaba escrito dentro de aquella cueva. Mi cabeza estaba sobre una bandeja y Jordan era el degustador del platillo.

—Créeme, lo pensé mucho mientras buscaba la manera de sacarte pero, entre más lo pensaba, la sangre me parecía la mejor opción. El bosque está repleto de cadaveres de animales y su olor se mezcla fácilmente con el de la manada, ya que muchos no suelen limpiarse la sangre de la boca.

La imagen de la cabeza de mi padre regresó a mi mente. Se me revolvió el estómago y un horrible sentimiento de culpa intentó derribarme nuevamente, esperanzado con obligarme a llorar y desmoronarme en un manojo de emociones y duelo interno.

—Si optáramos por la segunda opción... —Prosiguió—. Sí, ya no tendrías olor a virgen..., pero eso te coloca en un peligro aún mayor: porque ya no servirías como ofrenda, por lo tanto te matarían en el acto si llegaran a atraparnos.

En La Profundidad Del Bosque (I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora