No creía necesitarlo, sin embargo, era consciente de que este sentimiento ocioso no haría más que incrementar. Toqué la puerta un par de veces con el temor de arrepentirme de mi decisión, y agradecí no esperar mucho tiempo.

Un hombre salió a abrir y me dejó pasar con una sorpresa suavemente dibujada en el semblante. No esperaba verme.

―Thomas Lozano... ―comenzó a decir.

―¿Tiene algo de tiempo?

―Por supuesto. ¿Qué lo trae a mi consultorio?

Comenzaba a sentirme inquieto. ¿Por qué había venido?

―Bueno... ―empecé a decir, tratando de encontrar las palabras.

―Vamos a un lugar más privado, sígame.

Por supuesto. La prisa no me dejó ver que seguíamos en la sala todavía. En la habitación contigua, me senté en un sillón de cuero negro, con las manos apoyadas sobre las piernas.

―¿Qué lo trae aquí?

―Si le soy sincero, no lo sé. Antes de darme cuenta manejaba cerca del lugar. ―Debería marcharme―. Creo que lo mejor será irme... ―Me levanté dispuesto a hacerlo, comenzaba a encontrar esta reunión innecesaria.

―Si está aquí ha de ser por algo, Thomas, ¿por qué no se queda y me hablas un rato? ―me sugirió con calma y con un tono informal. Su actitud relajada de pronto se sintió bien y me inspiró confianza por alguna razón―. No como médico, sino como un viejo conocido. ¿Eso está bien?

Para darle fuerza a sus palabras, quitó la bata blanca que envolvía su cuerpo. La dobló con cuidado antes de dejarla sobre el respaldo de una silla.

―De acuerdo ―accedí. Volví a sentarme y él me siguió, tomando el lugar a mi costado.

―Escuché que...

―Yo solo perdí los estribos por un momento ―lo interrumpí, temiendo que lo que debía decir se escapara de mis labios ante la espera de escuchar lo que iba a decir en ese momento. Apreté los puños por mi falta de educación.

―¿De verdad? Eso es raro de ti ―Él rio. El doctor ahora me hablaba de manera directa, sin restricciones y sin formalidades―. ¿Qué te molestó?

Ah...

Dejé caer la cabeza en ambas manos, frustrado. ¡Qué pérdida de tiempo, tampoco lo sabía!

―Supongo que es por el exceso de ruido ―terminé diciendo―. Quiero decir, trataron mi oficina como un lugar de juegos, yo solo quiero estar en silencio y en completa tranquilidad. Quiero poder ir a la oficina, hacer mi trabajo sin ninguna molestia, luego volver a casa y dormir.

―Uhm ―musitó, observándome con ojos analíticos. Bajo su escrutinio me sentí inquieto e incómodo―. ¿No has vuelto a cocinar?

―Solo los fines de semana.

―Oh, ¿de verdad? Pero el restaurante anterior donde eras chef principal... ¿no está bajo el mando de otro chef?

―Es así, lo visito de manera ocasional. ―Debía referirse a Á plus tard.

―Supongo que no puedes dejarlos por completo.

―Manejo un restaurante pequeño ―le comenté, más relajado―. Funciona bajo reservación, solo abre los fines de semana.

―¿Es así? ¿Cómo es que no sabía?

―Lo mantengo oculto de mi familia, espero que pueda guardar el secreto.

Seduciendo al chefМесто, где живут истории. Откройте их для себя