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Las huellas que dejamos los hombres suelen ser cicatrices.
John Green.

Mientras caminábamos, Victor me tomó de la mano. Era un día hermoso, de eso no cabía duda alguna. Victor fue aminorando el paso, hasta que estuvimos separados del resto.

- ¿ Podemos hablar un momento ? - me dijo en voz baja.

- Claro - respondí - ¿ Qué sucede?

- ¿ Va todo bien entre nosotros ?

Su pregunta me tomó por sorpresa. Mis pies dejaron de moverse y sé que mi rostro reflejó mi desconcierto .

- ¿ A qué viene esa pregunta, Victor? - le dije.

- Es que ya no eres como antes, y tengo miedo de perderte.

Los claros ojos del chico se cubrieron de lágrimas y no pude evitar sentir que se me rompía el corazón. Lo abracé lo más fuerte que pude y luego le di un beso en los labios. No podía verlo de aquella manera .

- Todos hemos cambiado, Vic - le dije - Estamos creciendo .

- ¿ Aún me amas ? - preguntó .

- Tal vez el amor murió después de tantos años, - confesé - pero te quiero sobrehumanamente .

- Entonces creo que me tendré que esforzar un poco más hasta que me ames.

Víctor volvió a unir nuestros labios y no pude evitar sonreír contra su boca. Se sentía bien tener a alguien que luchara por ti y estuviese dispuesto a no rendirse nunca. El simple hecho de sentirme amada, me hacía sentir segura de mí misma.

- ¡ Ganso el último ! - gritó Bronwyn haciendo que todos corrieran al agua.

Victor me miró, como si me estuviese pidiendo permiso, yo solo asentí y él echó a correr riendo como un niño pequeño mientras se quitaba la camiseta blanca por encima de la cabeza .

Me quedé en la orilla, junto a Miss Peregrine, mientras observaba como todos se divertían . Olive permanecía sentada en la orilla, tomando el sol y disfrutando el momento. Sus zapatos no le permitían hacer mucho más que aquello.

- ¡ Melina, entra al agua ! - me gritó Victor.

Yo negué con la cabeza y continué observándolos.

- ¿ Por qué no entra al agua, Miss Manon ? - me dijo Miss Peregrine.

- Me apetece más ver a mis amigos divirtiéndose - respondí.

La mujer no dijo nada más y volvió a fijar la vista en las olas. El movimiento calmado del mar resultaba hipnótico, capaz de hacerte perder la noción del tiempo. Olive y Emma llevaban sus trajes de baño a la vista de todos y los lucían con orgullo, pero yo no podía. No me sentía bien mostrando mi cuerpo. No me gustaba nada él. Puede que mi mente fuese la de una anciana de más de cien años, pero mi cuerpo seguía siendo el de una chica de dieciséis. Nunca me consideré a mí misma la reina de la feminidad, pero intentaba siempre hacer todo lo posible por verme bien, aunque sentía que todo intento era inútil.

El teléfono de Jacob comenzó a sonar entre las manos de Miss Peregrine, por lo cual le comenzamos a hacer señas al ojiazul para que se acercara a la orilla.

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