Capítulo 2

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Tal vez las amistades más agradables son aquellas en las que existe mucho acuerdo, mucha disputa, y más aun, gusto personal.

- George Eliot -

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No era frecuente que Hermione Granger no pudiera leer un libro. Algunos llegaron a afirmar que era imposible; cada vez que la palabra escrita pasaba delante de sus ansiosos ojos, siempre sucumbía a la tentación de perderse en el conocimiento. Sin embargo, en algunas raras ocasiones, incluso Hermione podía tener la mirada perdida en una página, incapaz de procesar una sola palabra de las que estaba leyendo. Por lo general, se debía a algo grave que le acontecía a ella, Harry o a Ron, o bien, a veces tenía que admitir que perdía la voluntad de leer debido a reflexiones inducidas por Ron - pero hoy era diferente. En este día tan brillante de alegre verano, Hermione no podía leer por una sencilla razón: estaba cansada.

En los últimos días, Hermione había adoptado la costumbre de dar vueltas en su cama la mayor parte de la noche. Parecía que en su manta, en la oscuridad de la noche y en completo silencio, se preocupaba de todo. Ese puente que se había derrumbado en Londres no fue un accidente. Y las muertes de Amelia Bones y Emmeline Vance no habían sido naturales. El oeste del país nunca había tenido un huracán tan terrible en toda la historia de Inglaterra. Herbert Chorley había perdido el juicio debido a una maldición realizada parcialmente. No tenía la menor idea de cómo Harry estaba lidiando con la muerte de Sirius. Ron no le había enviado una invitación para ir a la Madriguera. Ella misma ya no sabía cuánto tiempo estaría a salvo en su propia casa...

Estos pensamientos le daban vueltas y más vueltas en la cabeza, tan rápida y furiosamente que ya no sabía cuál era la preocupación más acuciante. Podía golpear el colchón de irritación cuando se sobrecargaba de preocupación. Golpeaba la almohada repetidas veces hasta conseguir la posición perfecta. Cerraba los ojos y los apretaba diciendo severamente a sí misma que no importara qué, no los abriría, porque si los mantenía cerrados el tiempo suficiente, al final, tenía que quedarse dormida. Pero entonces oía las ramas de la vid frente a su ventana en el silbido del viento, o escuchaba una gota de agua salpicando ruidosamente en el fregadero del cuarto de baño más cercano y, a continuación toda esperanza de reconfortante sueño se desvanecía. Hermione se levantaría, tomaría su varita, contendría la respiración y rogaría. Eventualmente, se aseguraría de que todo estuviese seguro, y miraría el reloj, diciéndose que si se quedaba dormida en los próximos minutos, obtendría cinco horas de sueño ... cuatro horas de sueño ... tres y media ... dos ... media hora ...

Ahora, después de seis noches, por fin parecía estarle pasando factura los desvelos. Hermione no se sentía tan agotada desde el tercer año. Había tratado de leer al sol como siempre lo hacía, pero se había retirado rápidamente de nuevo al refugio de su casa. Había una voz en su cabeza - sonaba como una mezcla de Harry y Moody - diciéndole que no debía estar a la intemperie como en el momento se encontraba. Los Mortífagos finalmente habían comenzado a atacar a muggles, y ya podrían muy bien estar en su ciudad muggle. Hermione se acomodó en el sofá de la sala, estaba acostada sobre su espalda, sus piernas dobladas, de modo queHogwarts: Una historia pudiera estar apoyada en sus muslos. Había colocado perfectamente la almohada para no tener que estirar el cuello para leer las palabras. Debería haber sido una perfecta y encantadora manera para pasar la tarde, pero Hermione ni siquiera pudo terminar el capítulo sobre el triángulo amoroso entre Rowena Ravenclaw, Salazar Slytherin, y un chico muggle de la ciudad natal de Rowena.

El remolino de problemas había regresado a su mente con la falta de sueño, así que todo lo que Hermione podía hacer, era perder su mirada en la página. Esta vez, sin embargo, fue capaz de seleccionar un problema particular: echaba de menos a sus amigos. Echaba mucho de menos a Ron y Harry. A pesar de que sólo habían estado separados por una semana y había extrañado desesperadamente a sus padres en todo el periodo escolar, Hermione no podía dejar de desear estar ya en la Madriguera. Ron se había comprometido a escribir tan pronto como él creyera que ella podía irse, pero no había dicho nada aún. El año pasado, le había escrito casi de inmediato. Pero ahora, sólo había silencio.

Hermione Granger y El Príncipe MestizoWhere stories live. Discover now