Capítulo 39

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Logan

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Logan

Salí del baño donde estaba, Mía era muy buena distrayendo a las personas; pero no se me va a olvidar que debemos hablar de lo que pasó con Dylan, no es conveniente para mí pero debemos hacerlo. Lave mis manos y mientras lo hacía alguien tomó el móvil y colgó la llamada.

— Esto muy fácilmente puede dar sanción.

— Me has asustado.

— La próxima háganlo en un salón.

— ¿Qué haces aquí?

— Venía a mear, tenéis suerte que la profesora no ha llegado y dudo que lo haga. Otra recomendación, después de haber hecho espectáculo no se toqueteen en público, fui a buscarte y os encontré sobándose en el pasillo y diciéndose guarradas al oído.

— No sé si agradecerte o matarte por el susto que me diste. Dylan habló con Mia y le contó que lo golpee, ahora dice que me atenga a las consecuencias o no sé qué mierda.

— Te dije que no estuvo bien que lo golpearas, es un niño de papi y mami. ¿Qué esperabas?

» Tampoco estuvo bien que te enojaras con Mia, lo que pasó entre ellos fue hace ya mucho tiempo y cuando eso tú no estabas en su vida así que déjalo estar.

— ¿Cuándo van a hablarle de lo que pasó?

— No lo sé, eso es decisión de Ela, además solo fueron unos besos y nada más.

— Unos besos con metida de pene de por medio.

— Eso son cosas que tu no deberías saber.

— ¡Dame mas Noah!

— Basta, es algo entre nosotros y ya está. No hables de esto con nadie más.

— No lo haré, sabes que lo que hablamos se queda entre nosotros.

— Más te vale, dónde no, te quedas sin testículos y sin tu preciado pene.

— No lo metas en esto — Defendí en broma, salimos del baño en dirección al salón.

Tal y como dijo, la profesora no estaba. Mia estaba en una silla del fondo y delante de esta estaban mis cosas, en la otra fila estaba Ela y detrás de ellas las cosas de Noah, eran tan obvios.

Llegamos a ellas y saludé a las dos dándoles un beso en la mejilla, no sé qué sabía Ela y la verdad lo mejor es que no muchos sepan lo que pasa entre nosotros.

— Deberíamos cambiar de puesto, soy más alto y probablemente no te deje ver la pizarra si se escribe algo ahí.

— Bien — dijo y se paró de la silla rozándome con su culo, lo hacía aposta, eso estaba más claro que el agua.

— Puedes cambiarte ahora, eso sí si vemos esta clase hoy.

Me senté en su lugar y ella no protestó, antes se sentó en mis piernas y dio un corto beso en mis labios.

— Qué no te importe lo que digan, si quieres besarme hazlo, no voy a impedirlo — susurro cerca de mi oreja, tomó mi mano derecha y le hizo un análisis — ¿Cuándo estemos en casa podrías prestarme uno? — sé lo que hacía.

— Sé lo que haces, podría jugar igual que tú, pero estoy concentrado en que no se puede parar aquí. Te presto tres si quieres; pero deja de hacer lo que haces.

— ¿Esta fue con la que... ? Ya sabes

— Basta. Parece que se te olvidará que debemos hablar sobre Dylan.

— No se me olvida, tú pudiste terminar yo no, mi excitación se acumuló, cuando estemos en casa necesitaré que me los prestes o en el auto.

— Mia, basta o no habrá nada para ti; ni en el auto ni en la casa.

— Consideraste la del auto.

Si seguía hablando, iba a sacar más temas y más cosas, lo que menos quiero es darles clase de sexualidad a nuestros "queridos compañeros". Mia cortó el rollo y sé reacomodo en mis piernas.

— No busques nada, no lo encontrarás.

— De seguro si me muevo unos minutos más reviva un muerto.

Ignorada otra vez, me hago a la idea de lo que es capaz de hacer y si le digo que no, lo intentará hasta convencerme de que si puede y eso es bueno, pero en estos momentos no.

— ¿Cómo les fue haciendo el trabajo? — pregunté a Ela intentando ignorar un poco las palabras de Mia.

— Digamos que bien, Noah es bueno en el idioma y terminamos antes de lo planeado— por eso pasó lo que pasó, no debería pensar en esas cosas así, pero me daba algo de risa ver cómo se puso roja cuando dijo lo último.

—Y, ¿ustedes?

— Prácticamente lo hice todo, Mia no paraba de pedir que quería ver una serie nueva que está viendo, ve eso y se le acaba el mundo. Tipo le hablas y responde incoherencias.

— Menos mal ya no es mi problema, aunque a veces podré estar muriendo y ella ni enterada.

— Oigan, los escucho — se quejó.

— No estamos mintiendo.

Mi mejor tormento ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora