A primera hora de la mañana, Hermione y Draco llegaron al campus un tanto perdidos, el profesor Dawson les dijo que no hicieran nada por su cuenta, ya que les resultaría todo muy confuso, por lo que se dirigieron como les había indicado, directamente a las oficinas de coordinación que quedaban justo en la entrada del centro,

se sorprendieron de ver la enorme cola que había, incluso tuvieron que salir al exterior quedándose en la entrada justo al final de ella, allí habría más de quinientas personas que al igual que ellos, no tendrían menos de dieciocho años, pero se habían percatado enseguida de que destacaban ellos de entre todos los demás, tanto la actitud que tenían como la indumentaria eran muy distintas,

algunos lucían relajados, otros hacían pequeños corrillos en la cola y charlaban y reían, otros se habían sentado con toda la naturalidad del mundo en el propio suelo a esperar mientras conversaban con el de al lado, y vieron con asombro como unos cuantos empezaron a tirarse, como si estuvieran en el campo de juegos, una extraña y ovalada pelota de cuero.

Absolutamente todos lucían ropa cómoda, solamente Draco iba de traje negro, y Hermione llevaba un vestido ajustado en rosa claro, por encima de la rodilla, y unos tacones a juego.

A ambos les resultó curiosa la forma en la que iban todos vestidos, con tanta informalidad, muchos de ellos llevaban jeans, amplias sudaderas, zapatos deportivos, cazadoras de pana, gorras, y los peinados más transgresores, y teñidos de colores imposibles, que hubieran visto, se podría decir que hasta habían unas cuantas tribus urbanas, pero la cola avanzaba deprisa, y pronto se encontraron en el mostrador de la coordinación.

Les preguntaron los nombres y les hicieron rellenar un formulario, lo sellaron y lo guardaron en la sala de archivos,

—a la galería siete —les dijo secamente el secretario de turno que les estaba atendiendo, sin levantar la vista de otros documentos que estaba sellando y grapando,

—¿perdón?, ¿cómo dice? —respondió Draco confuso, el hombre un poco molesto, paró lo que estaba haciendo y levantó la vista por encima de sus gafas, clavándola en Draco,

—recorred ése pasillo de la derecha, al terminarlo, girad otra vez a la derecha, allí están las galerías de la cuatro a la siete, vosotros id a la siete, os atenderá vuestro correspondiente prefecto, ¡siguiente! —chilló, y las personas que estaban detrás de ellos los empujaron levemente para poder acercarse al mostrador.

Cuando llegaron se encontraron con una amplia sala, en la que había un revoltoso grupo de ochenta personas, parloteando casi a los gritos y en un auténtico desorden de entrar y salir, no sabían muy bien qué hacer, ni para qué los habían mandado allí,

poco después entró la prefecta que tenían asignada, todo el mundo se arremolinó a su al rededor y empezaron a atosigarla y a gritarle preguntas en un insoportable y ensordecedor ruido, Draco y Hermione tuvieron que aguantar nerviosos e irritados los pisotones y empujones de los demás, hasta que la prefecta optó por subirse a una silla para que todo el mundo pudiera verla y escucharla en condiciones,

con un hechizo megáfono de su voz, pudo hacer que ésta sonara lo suficientemente alta para que todos se callaran de inmediato, y una vez hecho el silencio, lanzó otro hechizo con su varita y aparecieron en todas las paredes, largos paneles con los listados de los nombres de cada alumno, en la casilla de al lado de cada nombre, la casa a la que pertenecía, la planta y el número de la habitación que les había tocado en la residencia, y los salones a los que debía acudir.

Cuando explicó aquello, todo el mundo en la misma algarabía, corrió en tropel a buscar sus nombres, la prefecta, con fastidio pero con una paciencia infinita, les comunicó que en ese momento lo único que debían hacer era mirar el nombre en el panel, averiguar la habitación en la que dormirían en la residencia, y dirigirse de inmediato allí, pues les estaban esperando otros prefectos, que les darían el resto de la información que necesitaban, para incorporarse a las clases al otro día.

Enamorarse del enemigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora