E P Í L O G O

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Así que esto fue lo que vio mientras se alejaba de la isla.

Eso fue lo que el capitán pensó mientras veía el extenso mar a su alrededor. Estaba apoyado contra el barandal del barco, inhalando la sal del mar mientras algunos de sus reclutas vomitaban por el mareo y otros cuidaban que no se cayeran por la borda.

Levi suspira y ahoga un gruñido en su garganta. No podía creer que habían pasado cuatro años y aún pensaba en ella. Pensaba en su escuadrón, pensaba en Erwin, pensaba en todas las personas que murieron a lo largo de los años pero odiaba pensar en ella.

Lo odiaba porque pensaba en la mujer que traicionó su confianza, la mujer que hizo que muriera su escuadrón y su mejor amigo. Odiaba a Adria porque la seguía queriendo. Se odiaba a él mismo porque la seguía queriendo.

-Esperas encontrarla - el pelinegro ni siquiera mira a su amiga.

-No.

-No fue una pregunta.

-Piérdete, Hange - dice.

La castaña estira los brazos y palmea la espalda de su viejo amigo, señala el puerto de Marley. Levi se pone derecho y empieza a recolectar a sus reclutas para bajar del barco.

Una vez en la ciudad, se quedan paralizados al ver un auto por primera vez y los reclutas casi se desmayan al probar el helado. ¿Cómo se podía comer algo tan frío?

Hace cuatro años se habían enterado que no eran lo último de la humanidad, que el mundo era más grande que esas tres murallas que tanto conocían. Y por alguna razón, Levi tenía la esperanza de encontrarse con Adria en esa enorme ciudad.

Detestaba buscarla en cada calle, en cada negocio, en cada mujer que se pareciera a ella y le agradecía internamente a sus reclutas de distraerlo de esos pensamientos.


Adria se pasa una mano por el cabello, desde hace cuatro años se lo había cortado a la altura de los hombros y le era más fácil peinarlo. Al estirar sus brazos ve la cicatriz en su costado, ojala inventarán algo para cubrir ese tipo de marcas. Le ayudaría a olvidar la isla que tanto tiempo le ha costado dejar atrás. Sobre todo los dedos que llegaron a acariciar ese borde de piel sobresaliente.

Adria se estira por su camisa y se la pone rápidamente, al fin cumplía 28 años. Hace casi diez años se había ido a la isla, y había vuelto hace unos cuatro. Estira la comisura de sus labios al recordar que su antiguo jefe ha de tener unos 40 años.

La mujer suspira y se da media vuelta, mira a su compañero con el que pasó la noche. Sonríe al ver que un hilo de baba seca le cruza la mejilla. Toma su saco y se lo coloca, sale del dormitorio de hombres y se escabulle entre las sombras hasta salir de la base.

Se abotona el saco largo para ocultar su ropa casual y se asegura que lleva dinero en su bolsillo, los soldados abren la puerta y les da las gracias procurando que no la reconozcan.

Se aleja rápidamente por la acera y extiende el brazo al primer taxi que ve, le da la dirección y el hombre comienza a conducir.

Al llegar a su destino, Adria se baja de un brinco y le da el billete al hombre. Camina en dirección al orfanato mientras se desabrocha el saco, abre la puerta del jardín central y corre lo más rápido que puede hasta los escalones que dan a la puerta principal.

Cierra la puerta detrás de ella y se da un momento para respirar, pero algo la empuja de las piernas y cae al suelo. Sonríe al reconocer las risas y abraza a los niños contra ella, acaricia los cabellos rubios de la más grande, los castaños del niño más pequeño y los negros de los mellizos. Se sienta y apoya la espalda en la cabeza.

Lealtades. (Levi AckermanxOC)Where stories live. Discover now