XIII

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1963.
Cinco Hargrevees.

— Hija de perra —

Lila estaba en el techo de un edificio, sonriendo cínica cómo siempre.

Retrocedió hasta que la perdí de vista, y unos segundos después volvió a aparecer corriendo por la calle.

Sabía que no era buena idea seguirla pero la detestaba, además algo me decía que tramaba algo así que corrí tras ella.

Corrí varias calles buscándola, intentar que no viera y al mismo tiempo no perderla de vista.

Cada cuadra estaba más vacía que la anterior, hasta llegar a una bodega que estaba abandonada. Me quedé detrás de una pared esperando a que Lila hiciese algo, tomó un bate de baseball, estrellandolo contra el cristal de una puerta para abrirla desde adentro.

Cuando entró, entonces tuve la oportunidad de tomarla por sorpresa, entré corriendo atrás de ella.

— ¿A qué juegas loca? — dije al momento en el que se dió la vuelta para verme.

— ¿A quién le importa? dijiste que ibas a matarme ¿No es así?— dijo encogiéndose de hombros.

— Oh ya lo recuerdo — Ganas no me faltaban y me agradaba que aún lo recordara.

— Entonces ¿Que esperas hablador? A bailar — Lila estaba disfrutando mucho esto.

Y a mi en cambio ya estaba empezando a sacarme de mis casillas.

— Está bien — me teletransporté atrás de ella, recibiendo una patada en la cara.

Lila sonrió al verme tirado en el suelo, corriendo en la dirección opuesto.

Me levanté y empecé a seguirla.

Al estar a una distancia considerable, me teletransporté ganando terreno, deteniendola y poder soltar el primer golpe.

Debía de admitir que estar en mi cuerpo joven me daba mas movilidad y agilidad y eso era justo lo que necesitaba para partirle el trasero a esta loca.

Logré devolverle la patada en el rostro y era buena peleando, demasiado para ser solo una loca que se escapó del psiquiátrico.

Otro golpe certero al estómago, haciéndola retroceder, acorralandola entre unas cajas y cilindros de metal.

Dió una vuelta impulsandose en una mesa que estaba en el medio, llegando al otro lado. Cuando cambie de dirección para volver a seguirla había desaparecido de la nada.

— Estoy esperando — dijo burlona en el otro extremo de dónde estábamos. No tenía idea de cómo lo había logrado pero de igual forma no dejaría que acabara así.

Me teletransporté para atacarla pero cuando aparecí tampoco estaba.

— ¿Ya tuviste suficiente? Cinco. —

Entre risas Lila llamó mi atención, recargada detrás de una columna.

El sudor empezaba a empapar mi frente y el calor que hacía dentro de la fábrica a causa de los vapores no era de gran ayuda.

El diario de Cero.H Vol. 2Where stories live. Discover now