Kilitos de más ;

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Mo cerró los párpados, soltó una exhalación y subió ambos pies en la balanza, destensando sus músculos para que la tarea del aparato fuera más rápida.

Los segundos le parecieron eternos, pero aún así se obligó a no ver los dígitos que se marcaban debajo de él, por lo menos no hasta que se preparara mentalmente.

El pelirrojo estaba consciente de que a lo largo de esos meses la frecuencia y la cantidad de comida había aumentado considerablemente, pero no fue que se dió cuenta sino hasta que uno de sus amigos bromeó sobre los rollitos en su abdomen y las desaparecidas marcas en éste que había logrado obtener con el tiempo.

Sin embargo, todo aquello tenía un culpable y no era nada más ni nadie menos que el demonio de su novio.

Porque aunque no quisiera admitirlo, el muy maldito cocinaba riquísimo.

Se le hacía agua la boca de solo imaginar las pastas con albóndigas que el pelinegro prepararía para la cena.

Pero decidió dejar de lado esos pensamientos para concentrarse en el presente, ese tan aterrador que le revelaría el resultado por deleitarse con los platillos de su pareja, y con pesar abrió poco a poco los ojos color granate, dirigiendolos hacia abajo.

Ahí, entre sus pies, se hallaban dos números mortales.

— Sesenta y nueve...— murmuró, la mente se le puso en blanco unos instantes antes de exclamar— ¡¿Subí cinco kilos en nueve meses?!

Su grito le sacó un ladrido a Rubio, quien ajeno a la desesperación de su dueño, movía la cola contento en el marco de la puerta.

—¡No, Rubio, no es bueno!— el menor se bajó de la balanza, causando que sus descalzos pies hicieran contacto con la fría cerámica del baño— ¡Esto es culpa de tu papá!— gruñó, sin darse cuenta de que acababa de usar aquel apodo con el que solía llamarle a He Tian al hablar con su mascota.

Pronto comenzó a sentir el ambiente gélido por no estar usando más que ropa interior y con prisa buscó un pantalón entre su armario. Encontrando que, para su desgracia, la mayoría ya no le entraba, debiendo así conformarse con uno que le ceñía en zonas que él no quería ni mencionar.

Bajó las escaleras con más dificultad de la que le gustaría admitir y acabó en la sala, mirando los alrededores para buscar a cierta persona.

Que, irónicamente, se encontraba en la cocina.

De la que, por cierto, emanaba un delicioso aroma a panqueques.

Se detuvo antes de llegar allí, embriagándose con el olor que le hacía salivar y rugir las tripas. Realmente tuvo ganas de ir y comprarle el almuerzo a la persona que le enseñó a He Tian el arte culinario.

Por poco olvidaba la razón de su enojo, pero esto no duró mucho porque al instante éste volvió como si acabase de despertar de una ensoñación.

Dando zancadas, dió donde su pareja, quien tarareaba una canción pegadiza y maniobraba con la masa dulce en la sartén.

No pudo evitar que su boca se curvara en una sonrisa ladina al verle llevar el delantal con diversas fotos impresas de él y Rubio, todas esparcidas aquí y allá, como una especie de collage.

—Me asustaste.— recriminó el mayor cuando le vió a su lado, observándole fijamente y sin parpadear.

Claro que Mo no se dió cuenta de ello hasta que el contrario habló, estaba más encimado en analizar a Tian.

Negó con la cabeza para sacar de ella todo pensamiento que tuviera que ver con lo guapo que era el más alto y le reprochó a este último con el ceño fruncido.

—¿Sabes qué es esto?— señaló su panza, allí donde pequeños rollitos se hacían ver.

El menor de los He miró su abdomen, pestañeó con aparente ingenuidad y sonrío cálidamente antes de responder.

—Los bellos kilitos de mi novio.— el pelinegro aprovechó la estupefacción del otro para acercarse y rodear aquella ya no tan estrecha cintura, al mismo tiempo que apoyaba su mentón en el hombro del menor— Estás tan suave y relleno...— soltó una leve risa mientras masajeaba la aterciopelada epidermis que se erizó bajo su tacto y eso solo le incitó a querer probar más las reacciones— Este pantalón te queda de maravilla— comentó, esta vez deslizando sus traviesas manos hasta por debajo del borde de éste, enterrando la yema de sus dedos en la zona, y dejando un casto beso en la piel expuesta.

Guanshan no supo en qué momento su respiración se agitó ni mucho menos cuándo su pareja comenzó a toquetearle, pero lo que sí supo es que el olor a quemado que inundaba la habitación venía de la sartén con lo que antes era un panqueque.

Guanshan no supo en qué momento su respiración se agitó ni mucho menos cuándo su pareja comenzó a toquetearle, pero lo que sí supo es que el olor a quemado que inundaba la habitación venía de la sartén con lo que antes era un panqueque

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He Tian ?? sabiendo ?? cocinar ??

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He Tian ?? sabiendo ?? cocinar ??

ahq

TianShan ¦ Drabbles ¦Where stories live. Discover now