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Habia pasado un día desde mi llegada a la casa de la anciana. Ese día que escapamos, estaba lloviendo, hacia una noche fría. Logramos escabullirnos y matar a unos cuantos guardias sigilosamente. Tenia suerte de contar con la mujer; era una de las sirvientas del rey y la reina y sabia como podíamos escabullirnos sin alertar a nadie. Se darían cuenta que ya no estábamos ahí, pero luego de ver la masacre que le hicimos a sus guardias. 

Me preocupaba ahora la seguridad de la anciana; si se enteraran que ayudo a la hija de Slenderman escapar, la matarían, junto conmigo. En mi encierro, escuchaba rumores de que seria concubina del rey; pero eran lo que eran, rumores. No sabia si su verdadero propósito era asesinarme. A pesar de estar agradecida con su ayuda, no iba a durar tanto en su hogar. Mi corazón aun estaba con mis hermanos, sufrían y seguro pedían a gritos su libertad. Odiaba estar en la comodidad, mientras ellos morían lentamente. Tenia que ir a buscarlos y salir de este mundo. Era lo que mi padre hubiera querido. La venganza podría esperar. 

- ¿Aun estas despierta? - una voz femenina e infantil me saco de mis pensamientos y voltee a mis espaldas. La nieta de la señora me veía desde las escaleras, intrigada. Sus ojos rojos me parecían hermosos. Cargaba en sus brazos un oso de peluche y vestía su bata de dormir. 

- En un rato iré a la cama. ¿No puedes dormir? - me retire de la ventana donde veía la solitaria noche y no había mas nada que el sonido de grillos y el viento. De repente, sentí cansancio. La tome de la mano y subimos las escaleras con cuidado. Podía ver que la niña estaba soñolienta. 

- Solamente me preocupe porque no te vi. La abuela dice que es malo madrugar. No es bueno para la salud. 

- No se si debería importarte tu salud, pequeña - reí un poco. Era inmortal y se preocupaba por cosas que se suponía que los humanos solo padecían. Muy extraño. 

- Si lo dice la abuela, es cierto - se detuvo y nos miramos fijamente - ¿Se supone que eres peligrosa?

- Lo que sea que hayas escuchado, no es cierto. Tu temor de que te haré daño, puedes ir desvaneciendolo. 

- Es que, en la ciudad dicen que el rey Neizan los tenia a ustedes como bestias salvajes; amarrados, en celdas, y que comían solo carne de las personas. Ayer tus hermanos...-

- Lydia - su abuela había salido de una habitación, interrumpiéndola - . Ve a la cama, ahora. Es muy tarde, y ella necesita descansar. 

La niña no dijo nada, solo asintió despacio y se fue. Iba a nombrar a mis hermanos. Significaba que tenían noticias sobre ellos, y no me habían dicho. Quise gritar, reclamar por mis derechos para saber sobre sus estados. Estaba furiosa. 

- ¿Que paso con mis hermanos?

- Es tarde, niña. Mañana hay mucho que hacer - iba a cerrar la puerta, pero la detuve a tiempo con mi mano. Por un momento, sentí en su mirada miedo, pero se enderezo. Me sorprendía el hecho de que estuviera tranquila en segundos. Sabiendo que podría matarla en cualquier instante. 

- Son mi familia, y necesito saber como están. Nada hago aquí, recibiendo hospitalidad, mientras ellos duermen en heces y orina. Si sabes algo, es mejor que me lo digas. 

- ¿Y luego iras corriendo a salvarlos? - la pregunta de la mujer me dio como una apuñalada en el pecho. ¿Mis hermanos estaban en peligro?

- Dime, ahora.

Suspiro y se hizo a un lado para que entrara. Mi espalda palpito un poco, y trate de calmarla, acariciándola. Estar enojada influía en mis tentáculos, y no quería terminar con la sangre de la mujer en mis manos. Se había sacrificado por mi. 

Sangre asesina. ||3ra temporada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora