1.C

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Christopher veía desde la ventana de su casa a su madre venir. Se veía cansada y con una mirada triste. Antes de que ella abriera la puerta, Chris ya se encontraba en frente de su madre. Su madre se sobresaltó un poco al verlo de sorpresa

— ¡Chris, casi me matas del susto!—Exclamo con una mano en el pecho. — Vamos, déjame entrar.

Se hizo a un lado y ya había cerrado la puerta en el momento en que su madre piso la sala para tirarse en el sofá y relajarse.

Eran las ocho de la noche y los únicos despiertos eran Chris y su mama. Noa veía a su hijo un poco perdido con la mirada en el suelo, ni siquiera estaba sentado. Se paró del sofá y sobo sus hombros y le dejo un beso en la frente. Desde que fueron a ese cumpleaños estuvo extraño, apenas comía y las ojeras se le notaban demasiado.

—Chris, puedes decirme que te sucede, soy tu madre...—Metió un mechón de su cabello detrás de su oreja.

—No es nada, solo es la escuela. Tranquila. —Apenas le sonrió y se fue sin ganas de seguir hablando a su cuarto.

Cuando iba por el quinto escalón se giró a ver a su madre que lo miraba subir. Encendió la luz de su cuarto y busco en sus cajones el muñeco del niño que él había asesinado.

Por fin el muñeco en sus manos rompió en llantos. Tenía tantas ganas de sacarle todo el relleno al muñeco y tal vez hacer lo mismo con él. La mirada de ese niño y las suplicas de que lo dejara lo tenía atormentado. Veía al niño en sus sueños, cuando caminaba solo por la calle o simplemente llegaba a sus pensamientos.

Despertó al otro día con la misma ropa de anoche y el muñeco en su pecho. Quedo tan rendido que tenía un poco de baba fuera de su boca. Se limpió y fue directamente al baño de su cuarto.

Criar tres niños no era tan fácil. Noa trataba de ser una buena madre. Ya tenía a tres hermosos chicos de dieciséis años, y todos se parecían a su padre, solo había una pequeña pizca de Noa en Paris, del resto todo era de su padre. Ella sabía la falta que le hacia su padre a sus hijos pero nunca se tomó un poco de su tiempo para hablarles de él, y ellos ni se tomaron la molestia de preguntar.

Ya había pasado mucho tiempo desde la muerte de sus padres y su padrastro. Ahora solo le quedaban sus amigos, su hermano y alguna parte de su familia. Desde que se ''separo'' de Slenderman su vida ha estado tranquila. Sabía que la etapa de vivir asustada había terminado. Estuvo un tiempo en Londres cuando sus hijos apenas eran unos bebes, pero volvió a Estados Unidos cuando los niños cumplieron tres años.

Travis le había dicho que tarde o temprano, los niños descubrirían sus dones o sus maldiciones, como ellos quisieran verlos. Y si ese día llegaría, habría un mar de confesiones y lágrimas, eso era seguro.

Dejo el cuarto y último plato de comida en la mesa y alzo la voz para llamar a los chicos. En cabo de cinco minutos ya se encontraban los cuatro comiendo. Solo se escuchaba el sonido de los cubiertos pegar con los platos.

—Hubieran ido conmigo para el funeral, al menos para darle el pésame a la familia del niño—Hablo Noa

Paris miro a sus hermanos que no alzaban sus rostros.

—A mí no me gustan los funerales, mama, salgo deprimida de esos lugares. Pero rece por el niño en mi cuarto. —Comento Paris y se levantó de su silla— Iré a buscar mi bolso para irme. Ya no tengo hambre. —Antes de irse deposito un beso en la mejilla de Noa.

En el cuarto de Paris, debajo de su cama, la chica guardaba unos pequeños cadáveres de pájaros. Y todos muertos por accidente. Habían muerto detrás de su casa, y todo comenzó cuando solo ella quería acercarse para darles un poco de comida de pájaro que ella misma había comprado.

Saco la caja de zapatos donde estaban los pájaros y en ese momento entro uno de sus hermanos.

— ¿Qué haces? ¿Revisando tu funeraria?—Era Damian. Se puso a su lado y miro a los pájaros— Bótalos, ya casi puedo ver sus huesos.

—Simplemente no puedo. ¿Acaso no lo ves?—Dijo aun mirando los pequeños cuerpos— Somos unos bichos raros. Mate a unos pájaros, falte que mate a personas. Pero no lo hice porque quise, algo salió de mí, unos tentáculos de mi espalda, y mataron a los pobres.

Iba a acercar su mano para acariciarlos pero Damian la quito a tiempo.

—No toques esas cosas, bótalas y ya, Paris. Me preocupas, ¿sabes? Te estas poniendo como Christopher—Se levantó y salió de la habitación.

Paris miro a los pájaros por una última vez antes de irse y guardo las cajas.

—Que les vaya bien, recuerden que no regresare temprano, así que se hacen su cena, ¿vale?—Les dijo Noa abrazando a cada uno.

Asintieron los tres y se despidieron de su madre y de Ruben, que se encontraba en ese momento con ellos. Cerró la puerta cuando los chicos pisaron la cera y quedo a solas con Ruben.

— ¿Quieres un café?—Le pregunto sonriendo a su invitado.

Ruben soltó una risa y la acerco a su cuerpo agarrándola de la cintura.

—Conozco otra cosa que hará que me despierte un poco más. —Susurro y deposito un beso en sus labios.

Desde hace dos años que estaba con Ruben. Decidió darle una oportunidad y las cosas iban bien. Había cariño y respeto mutuo. Sabía que Slenderman no iba a ser el último hombre en su vida, así que decidió volver a entregar su cariño a otra persona, después de todo ella estaba ''muerta''.

...

— ¿Y si mejor nos saltamos la escuela y vamos al bosque? He escuchado rumores espeluznantes de ese lugar. —Dijo Paris.

— ¿Y que mi madre nos castigue? No gracias. —Respondió Damian y acelero el paso dejando a sus hermanos atrás.

— ¡Entonces solo un rato, niño bueno!—Exclamo Paris.

Paro su caminata, suspiro pensado un poco la idea de su hermana. Acepto al final y los tres tomaron otro rumbo.

—Ahí podemos descubrir un poco más lo que tenemos, ¿no?—Opino Chris.

—Sí, claro, solo no hay que pasarnos. —Dijo Damian

Caminaban en un bosque cerca de un parque que ya estaba abandonado. A pesar de ser todavía era de mañana, los arboles tapaban la luz y creaban un ambiente sombrío al bosque. Chris, de alguna manera, sentía ese lugar como su segundo hogar. Le tranquilizaba el aire, el silencio que proyectaba el lugar. Sonrió sintiéndose calmado.

No se daban cuenta cuanto habían caminado. Hasta que llegaron a una cabaña que parecía abandonada, los vidrios estaban empañados y telarañas adornaban la puerta. Algo los llamaba a esa cabaña, pero también tenían la resistencia para no hacer una locura y tocar la puerta.

—Es mejor irnos a otra parte, esta parte me asusta. —Indico Paris agarrando a sus hermanos de los brazos.

—Espera. —Damian se soltó del agarre de Paris y fue a ver por las ventanas. Chris lo seguía.

Quito con su brazo lo empañado del vidrio. Vio un televisor encendido que emitía una caricatura infantil y también pudo visualizar un poco de basuras regadas en el piso, casi todas eran botanas.

— ¿Qué ves, Damian?—Pregunto Chris

Paris solo se quedó ahí, viendo a sus hermanos en riesgo de que les pasara algo. Algo no le gustaba de esa cabaña, y estaba segura que no estaba vacía.

—Al parecer alguien vive aquí, y no sabe al parecer que es la limpieza. —Dijo Damian.

Cuando se iban a regresar con su hermana, los tres escucharon un grito desgarrador que parecía de una mujer dentro de la cabaña que hizo que se les pusiera la piel de gallina.

La puerta de la cabaña se abrió de golpe dejando ver a una mujer mal herida. Su ropa estaba desgarrada, se veía apuñaladas en su cuerpo. Veía a los chicos tirada en el piso y pidiendo ayuda a gritos.

— ¡Ayuda por favor, ayúdenme!—Lloraba de lo que sabía que iba a venir

Los tres miraban a la mujer sin hacer nada. Damian agarro de las manos a sus hermanos y casi susurrando exclamo:

—Corran.


Sangre asesina. ||3ra temporada||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora