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—No sé cómo te dejé entrar —refunfuñó mientras firmaba unos papeles de entre el montón que tenía sobre el escritorio

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—No sé cómo te dejé entrar —refunfuñó mientras firmaba unos papeles de entre el montón que tenía sobre el escritorio.

Estaban en su despacho aunque ya era pasado mediodía, y Freya no recordaba desde cuándo estaba ahí encerrada, leyendo contratos para asegurar la legalidad de algunas ventas. Al menos no había estado sola pues si bien Lance entraba y salía cada tanto, su querido Joe la acompañó en todo momento, contando algunas anécdotas sobre lo que había pasado en América desde su ida.

Lamentablemente Freya no tenía cabeza para oírlo y luego de un largo silencio donde Joe permaneció fumando y bebiendo, ella se desquitó con él. El estrés sobrepasaba su límite y necesitaba descargar las energías de su mal humor.

Alzó la mirada y se fijó en Joe, quien se entretenía moviendo el vaso de whisky entre sus manos, sonriendo mientras pensaba en algo desconocido.

—Debería haberte tachado de impostor, así me habría ahorrado la vergüenza de ser descubierta por ese imbécil.

—Oh, vamos... está siendo divertido.

Pero para Freya definitivamente no. Soltó un suspiro, sintiendo de pronto la tensión en sus músculos. Entonces lo observó seriamente, uniendo sus manos sobre el escritorio.

—Joe... ¿Cómo se te ocurrió hacer tal estupidez? —le preguntó, apretando sus delgados dedos para calmar su ansiedad.— Deberíamos terminar con Changretta y simplemente desaparecer. Pero ahora Frey tiene una cara y...

—¿Tanto te importa que John lo sepa? Le mentiste y ya está. Has mentido a tantos hombres y ahora solo lloriqueas porque cambiaste algunos nombres... a menos que...—se carcajeó.— te gusta John.

—Claro que no —dijo rápidamente.— S-Solo estoy preocupada de que todo se vaya al carajo.

—A mi ni me mires...—se encogió de hombros, permaneciendo indiferente.— después de todo ni siquiera fue mi idea.

—¿Cómo? —soltó, la palabra se le había escapado de los labios.

—Sienna.

Al escuchar el nombre de su amiga tuvo que recostarse en el respaldo de su silla para sentirse contenida. Si se trataba de Sienna, siempre incluía problemas para ella. A aquella mujer le gustaba el drama y vivir la vida de la manera más intensa, y menudo también incluía a Freya en sus planes alocados. 

Como el sexo casual con personajes emergentes del ducado ruso para su cumpleaños número veintisiete. Freya aún se preguntaba qué significaba lo que aquel hombre le había susurrado en su idioma natal mientras cogían en una oficina. A veces pensaba que nada romántico, pero prefería no pensar demasiado en eso.

—¿Vas a explicarme?

—Si, bueno —carraspeó algo incómodo.— el otro día estábamos bebiendo en un club y se le ocurrió esta buena broma.

𝐕𝐚𝐫𝐣𝐚𝐤 | John ShelbyWhere stories live. Discover now