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Freya se tambaleaba con cada paso, pero con la suerte de su lado subía las escaleras para poder llegar a su habitación

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Freya se tambaleaba con cada paso, pero con la suerte de su lado subía las escaleras para poder llegar a su habitación. Su mente entorpecida por el alcohol había perdido la noción del tiempo, y entonces cuando vació la botella de Whisky, se dio cuenta de que pronto amanecería.

—Joder, esa vieja me matará... —entonces se echó a reír mientras caía del sillón. Vio la botella en su mano totalmente vacía, con la sonrisa tonta pegada en los labios.— Cómo si me importara.

Dejó la botella escondida bajo el sillón, como si nadie fuera a encontrarla nunca en ese sitio, y luego se dio el arduo trabajo de subir al segundo piso mientras sentía que flotaba.

Sentía el cuerpo ligero pero cuando se tambaleaba sentía que una fuerza la empujaba hacia el suelo. Para su suerte llegó a salvo hasta arriba, sin embargo, la fatalidad volvía a ella y cuando comenzó a caminar sus botas se enredaron en la larga alfombra.

Le ardieron las rodillas con el abrasador roce pero se mantuvo en silencio, aguardando por si había despertado a alguien.

—Bueno...—río por lo bajo y se levantó apoyándose en un mueble.

Nadie parecía haberla notado así que se dirigió a su dormitorio sintiendo las piernas temblorosas. Sin más que esperar se encerró para continuar bebiendo de las diversas botellas que allí dentro esperaban por ella.

Tomó del líquido dorado que tanto amaba, pero como la botella ya estaba medio vacía no duró mucho su felicidad. Se enfureció de una manera irracional, lanzando la botella al suelo. Vio cómo se rompía el cristal dispersándose por todo el suelo.

Un estado de estupor la albergó por un tiempo en que su mirada se perdió en el infinito y su mente la golpeó con imágenes y pensamientos que deseaba evitar.

—Elliot...—murmuró.

Sus labios comenzaron a temblar cuando el repentino enfado fue reemplazado por un hueco en el pecho. Sus piernas la llevaron a la cama, allí comenzó a llorar en silencio mientras se agarraba la cabeza, jalando su cabello.

Sus sollozos resonaban en la oscuridad y el silencio, mientras el cristal pisado por las botas crujía y el tintinear de las botellas indicaban cuántas botellas eran vaciadas.

No supo en qué momento perdió el conocimiento entre lágrimas y lamentos. Cuando despertó recordaba vagamente sus sueños sangrientos y los gritos que la atormentaban cada noche, pero a pesar de todo eso, Freya encontró unos brazos cálidos que la envolvieron durante su dormir y que la reconfortaron hasta que volvió a tener conciencia aquella mañana.

El dolor de cabeza la castigó durante las primeras horas en las que desayunó en silencio bajo la atenta mirada de su abuela, y luego cuando se encerró en su despacho para fingir que hacía papeleo mientras aprovechaba el silencio por el que rogaba su mente.

𝐕𝐚𝐫𝐣𝐚𝐤 | John ShelbyWhere stories live. Discover now