Quince.

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Después de lo que parecieron interminables sesiones de entrenamiento, continuos dolores musculares, noches de insomnio y más entrenamientos, había llegado finalmente el inicio de temporada. Era su sexto año como parte del equipo, y sería el primero desde que se había convertido en sub-capitán, sería poco decir que Donghyuck estaba emocionado. 

Mientras entraba al gimnasio de su escuela (hoy les tocaba hacer de anfitriones), con las manos en los bolsillos de la chaqueta vinotinto del equipo y los auriculares puestos, Donghyuck miró alrededor, primero hacia las gradas casi vacías, con solo un puñado de la población estudiantil que ha ido a mirar, y luego hacia la cancha, donde algunos de los miembros de su equipo habían empezado a calentar. Él los saludó con un gesto de manos y una sonrisa, yendo a sentarse en el banquillo asignado a su equipo, colocando su bolsa deportiva a sus pies y dejando que la emoción que zumba desde la fibra de sus huesos le llene el cuerpo. 

Contrario a muchos, a Donghyuck le encantaba el partido inicial de la temporada, incluso si no había nadie para verlos. A mucha gente no le gustaba el volleyball, y si no era uno de los partidos finales no eran muchos los estudiantes que hacían presencia en el gimnasio. Pero a él no le importaba, porque para él el primer partido era como el inicio de la carrera, una pequeña dosis de adrenalina que lo preparaba para lo que estaba por venir, y tenía la pequeña creencia que si lo hacían bien al comienzo de la temporada entonces serían imparables. 

Sentado donde estaba, sacó su celular y envió algunos mensajes de texto, principalmente a sus amigos, preguntandoles donde estaban y después de guardarlo en su bolsillo, se quedó mirando a la nada, poco prestandole atención a la canción que estaba reproduciendo y moviendo su pierna arriba y abajo, repiqueteando en el suelo con sus zapatos. No estaba nervioso, o quizá si, un poco, pero era mucha más la ansiedad que sentía. Quería salir al campo, empezar a jugar, hacerlo bien. 

Al cabo de unos minutos el resto del equipo hizo entrada al lugar y Donghyuck notó como el capitán del equipo empezaba a caminar directo a él, saludando a los demás de forma breve para luego sentarse a su lado. Jungchan le puso una mano sobre la pierna para que dejase de moverla y le sonrió, Donghyuck sonrió de vuelta y se sacó uno de los auriculares.

—¿Estás nervioso?

—Temblando como gelatina —se burló él y ambos se echaron a reír. 

 Ambos habían hecho las pruebas para el equipo el mismo año y al conocerse habían tenido esa conversación, ahora se había vuelto un chiste interno entre los dos, una especie de ritual para cada partido; uno de los dos preguntaba si estaba nervioso y el otro respondía aquello. Después de tantos años jugando juntos, el nerviosismo no era el mismo que aquel primer día, pero en caso de sentir siquiera un poco, su ritual servía para eliminarlo. 

—Creo que en realidad si lo estoy —dijo Chan luego de un rato. Donghyuck termina de sacarse  los auriculares y guardó su celular en su bolsa, mirando al otro, esperando a que continuase—. Este es mi último año, y el coach ya me avisó que si lo hacemos bien invitará a reclutadores de universidades... Sabes lo que significa. 

Donghyuck asintió porque así era, lo sabía. Chan era el capitán de su equipo y a menudo se obligaba a poner una fachada de dureza para los más jóvenes, para que pudieran confiar en él. Además, sabía por experiencia propia que el otro había estado pasando todos los ratos libres de su vida en la escuela jugando al volley para poder luchar por una beca deportiva para entrar en una buena universidad. 

A él todavía le faltaba un año, pero sabía que el año siguiente estaría igual. Con la mente nublada, llena de pensamientos, esforzándose por hacerlo bien, por tener la mente en el juego y no desperdiciar una oportunidad única en la vida como lo era ser reclutado por un cazatalentos. 

No digas Nada ➳ Nohyuck/Markhyuck.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora