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— ¿Te sientes cómoda con este, preciosa?– la aterciopelada piel del moreno irrumpió en sus oídos, como suave brisa en verano.

Movió su cabeza en afirmación vaga, aunque era a su hija a quien preguntaban, pero daba su permiso al ver a su niña tan emocionada con la cantidad de vestidos que habían alrededor.

— ¡Claro, tío Win! ¡Me encanta! ¡Quiero este!– chilló.

Amaba ver la burbujeante risa que brotaba de los labios rojos de su hija, misma adorable risa que ahora mismo Win soltaba a los presentes.

— Puedes tener cada cosa que desees.–

Entornó los ojos suavemente para no ser del todo notado, no era que estuviera siendo grosero pero no le hacía del todo gracia que Singto le esté dando todo a manos llenas a su pequeña, era ilógico y estaban malacostumbrando a la niña.

— Jane, toma uno y listo, ya es tarde y tienes que ir a dormir.– soltó.

Era verdad, eran cerca de las nueve de la noche y la niña mañana tenía escuela a primera hora, como si no fuera suficiente el saber que era de las más prestigiosas y donde años atrás, conoció al moreno.

— Su casa queda lejos, ¿no? Pueden ir hoy a dormir a la mansión, saben que no es problema.– Win le miró, mientras decía aquello.

Uhm, le estaba manipulando con la mirada y el moreno lo sabía, sabía que aún causaba estragos en su interior y eso le fascinaba, como si adorara tener todo el poder sobre él.

Win podía decirle que era suyo y eso sería.

Aún si nunca dejó de serlo.





Lentamente, asintió— Tienes razón pero ¿y el uniforme de Jane? No puedo dejar que falte.–

Singto soltó una risa, espantosa a su gusto— Puedo comprar todo el colegio si quiero, creo que un uniforme no es problema.–

Sonrió, ¿de verdad lo estaba retando?

Amaba a Singto, lo sabe, un amor fraternal pero le estaba volando los tres pedazos de paciencia que aún tiene.

— Claro, querido, ¿Pero con tu dinero o el de Win?– escupió sin pudor.

Win abrió los ojos con desmedida y jura que vió tentado al conejo a soltar una carcajada, pero la retuvo, carraspeando.

Parecía como si a Singto se le hubiera saltado una vena de manera exagerada.

— Por supuesto que es con mi dinero, ¿qué estás especulando, Vachiraveet? No soy tú, no veo el signo de pesos en los Opas-aimkajorn.–

Uh, golpe bajo.

Se vió completamente tentado a ir y darle un golpe no del todo amistoso pero la mirada brillosa y confundida que su hija le regalaba, hizo que se detuviera y al tiempo, Win mandó a callar a su prometido.

Cuando Jane fue con la modista a otro cuarto a dar los últimos retoques al lindo vestido azul cielo que había elegido, ni el mismo Dios pudo haber salvado a Prachaya y Vachiraveet del fuerte y doloroso jalón de orejas que Win les estaba dando a ambos.

— ¡¿Qué demonios creen que son?! ¡¿Unos niños?! ¡Hagan el favor de controlarse frente a la niña, animales!– gritó a ambos.

El ardor en su oreja le hizo chillar y pedir perdón repetidamente hasta que Win se apiadó y los soltó.

— Lo siento, Win, no vuelve a pasar.– dijo mirando al moreno.

— Sí, amor, perdón.– Singto extendió la "o"

Win zapateo y acomodó su flequillo, estaba enfadado.

— Más vale que así sea porque soy capaz de botarlos a ambos de la boda si hacen un circo.–

Singto alzó una ceja— ¿Entonces con quién te casas?–

Win entrecerró los ojos, oh, no retes a Winnie— ¡Pues aunque sea con un puto jarrón pero contigo no!–

El moreno azabache saltó en su lugar y suavemente se alejó de su prometido.

Bright no pudo contener la risa, haciendo que Win le mirara.

— ¡¿Qué miras, subnormal?! ¡Tampoco me caso contigo!–


Decir que se sonrojó hasta las orejas era poco, una gama completa atravesó el cuerpo de ambos cuando se dieron cuenta de las palabras que Win había dicho.

Singto carraspeo, notablemente incómodo— Claro que no te casas con él, eres mi prometido.–

Bright quiso replicar pero justo la voz de Jane se coló en la habitación.

— ¡Papá! ¡Cásate con el tío Win! ¡Por favor!–

Oh oh.

FADÓ ©Where stories live. Discover now