Sin embargo, no sabía que alguien la seguía muy de cerca.

Cuando llegó arriba se vio empujada contra la pared. Una fuerza más grande la mantuvo presa entre los brazos de un hombre e iba a golpearlo cuando entonces le vio el rostro.

—¡John! —se quejó, intentando empujarlo, pero no se movió.— ¿Por qué no estás abajo? Tienes que esperar con tus hermanos en el comedor.

Él se mantuvo en silencio, ignorándola por completo. Lo único que hacía era verla seriamente a los ojos, contemplando su belleza hasta distraerse con sus labios rojos.

—¿John?

—Te ves muy bien —le dijo, recorriendo su cuerpo con la mirada, deleitándose con la vista de sus pechos, que si la aprisionaba contra su anatomía podría sentirlos tan bien bajo la fina tela de su vestido.

—Tienes que bajar. No puedes estar aquí —soltó, sin olvidar la pequeña discusión que habían tenido antes. Tenía que marcar la distancia con él y no se lo estaba haciendo fácil, menos por la manera en que acariciaba su cintura mientras su otra mano permanecía fija en la pared, acorralándola para evitar su escape.

—Basta. Tenemos que detenernos —profirió, sintiéndose dolida. No quería que él pensara cosas equivocadas.— Después de esto yo me iré por mi lado y tu por el tuyo. ¿Entendido?

Al escucharla frunció el ceño y la miró con confusión. No comprendía la repentina distancia que ponía entre ellos.

—No —negó él, mirándola bien a los ojos.— No lo entiendo y no quiero hacerlo. ¿Qué pasa contigo?

—Absolutamente nada.

—¿Nada? —susurró acercándose a sus labios. Comenzó a besar su mejilla, acercándose a su boca, donde la besó y mordió suavemente. Freya tembló al sentirlo cerca, con sus labios húmedos acariciando los suyos y aunque intentara contenerse, poco a poco perdía el control.— ¿Estás segura? —preguntó mientras succionaba su labio inferior y la volvía a besar profundamente para luego separarse y observar su reacción.

Se sintió abandonada cuando se alejó. Su expresión lo decía todo, si John supiera cómo se sentía su cuerpo cuando él la tocaba, sabría que se volvía tan loca que deseaba más y más. El calor subía por su cuello apoderándose de su cuerpo y en las zonas más íntimas, haciendo que se estremeciera en su lugar, respirando agitada.

—John...—suplicó Freya. La mantenía contra la pared del pasillo, apretándola con su cuerpo. Podía sentir como sus anatomías se acoplaban mientras él comenzaba a besar su cuello, mordiendo con deseo, y lo único que podía hacer, era sentirse extasiada, soltando suspiros mientras sentía que se desvanecía entre sus brazos.

Entonces volvió a la realidad. El calor de la situación y el miedo de ser atrapados en el acto encendía aún más la llama, pero ella no podía continuar con eso sin preocuparse por la verdad.

Muy a su pesar, dio su último esfuerzo para detenerlo.

—Mi esposo vendrá. No puede encontrarnos así —mintió.

Él gruñó sobre el inicio de su pecho y continuó besando su piel.

—Que se joda ese Frey, esta noche eres sólo mía.

Entonces la tomó por los muslos haciendo que enredara sus piernas alrededor de sus caderas y la llevó hasta su habitación, olvidando que en el piso inferior se encontraba una docena de personas esperándolos. Freya no se negó, las palabras que había soltado la habían sorprendido, y eso la encendió aún más.

Se internaron en la oscura habitación y Freya dejó que la recostara sobre la cama. Entonces comenzó a besarlo, acariciando su mandíbula, sus hombros y su espalda a medida de que iban perdiendo las prendas. Gimió bajo su cuerpo cuando presionó su intimidad al posicionarse entre sus piernas, simulando una embestida que la hizo perder el aliento.

Así fue como se perdieron en el deseo, recorriendo sus cuerpos con caricias y besos hasta quedar completamente desnudos frente al otro. Se dejaron llevar con cada embestida, ella aferrándose a la espalda de John, gimiendo su nombre mientras él no dejaba de observar cada expresión en su sonrojado rostro.

Hasta que sintieron que alguien golpeaba la puerta y ambos se miraron extrañados. Aún así John no dejó de penetrarla, y Freya tuvo que llevarse la mano a la boca para evitar que escucharan sus gemidos.

—¿Señorita?

Freya abrió los ojos por la sorpresa y cuando volvió a escuchar que tocaban la puerta golpeó a John en el hombro para que se detuviera. Sin embargo, lo único que recibió fue que la embistiera con más fuerza logrando que ella soltara un gemido y tuviera que sostenerse del respaldo de la cama.

—¿Señorita Varjak? ¿Está ahí?¿Está bien?

Con la mente nublada, sintiendo como John seguía concentrado entre sus piernas, tuvo que obligarse a hablar o no los dejarían tranquilos. Balbuceó las primeras palabras que no salieron por sus gemidos ahogados con su mano.

—¿M-Margaret?... estoy... estoy ocupada ahora mismo...

John le dedicó una sonrisa y se sintió una pervertida al dejar que la tocara mientras alguien estaba justo del otro lado de la puerta. Él hacía como si nada pasara, deleitándose con el nerviosismo que Freya comenzaba a demostrar.

Con una idea maliciosa, John la sorprendió dirigiendo una mano hasta su entrepierna, sin dejar de penetrarla, y allí se dedicó a mover su dedo sobre su clítoris, aumentando los gemidos que Freya intentaba callar mordiendo fuertemente sus labios.

—Señorita, el señor Varjak está aquí y desea verla.

Se detuvieron enseguida, sintiéndose helada de pronto.

—¿Lo dejo pasar?

—¡No! —gritó alarmada, luego balbuceó e intentó calmarse.— No... Dile que espere en mi despacho.

John la miraba sorprendido, aunque ella lo estaba aún más. ¿Quién mierda era?

𝐕𝐚𝐫𝐣𝐚𝐤 | John ShelbyWhere stories live. Discover now