Mucho más tarde decidió salir a cazar, o al menos eso había dicho a Lance como excusa para escapar de su abuela que no paraba de sermonear y creer que tenía derechos irrevocables sobre su autoridad en aquella casa.

También para despejar la mente de los malos pensamientos.

Con un vestido oscuro y sus botas para el barro puestas, se echó el rifle al hombro y cruzó la valla de madera para caminar por los campos. Disfrutó el tiempo a solas y el silencio, mientras sus cabellos se movían al aire y acariciaban su rostro.

Se encontró con un gran y viejo castaño en medio de los prados. Este la llamaba a recostarse en el fresco pasto, a la sombra que sus frondosas ramas le otorgaban. Decidió hacer caso a la tentación, y descansó su espalda en el grueso tronco mientras observaba en calma el extenso verde hasta el cielo azul libre de nubes. Parecía estar en su propio cielo, donde podía relajarse y liberarse de todas sus preocupaciones.

Hasta que la lejana presencia de alguien más la devolvieron a la realidad. Su corazón comenzó a latir con fuerza mientras veía que John se acercaba con tranquilidad a través del extenso campo. Se sintió tan nerviosa que no se sentía preparada para hablar con él. Aquella mañana había escrito un par de cartas que fueron rápidamente enviadas hasta sus destinatarios. El asunto en cuestión era importante aunque Freya habría preferido posponerlo por un tiempo más. Se había dado cuenta de que a pesar de luchar para que como mujer fuese reconocida dentro del mundo de los negocios, sobre todo ilícitos, no estaba lista para revelar la verdadera identidad del cabecilla de los Scarlets. Pero para entonces era muy tarde pues había abierto la boca en presencia de Tommy Shelby jurando que pronto verían a Frey y no había vuelta atrás. De alguna forma de la que no estaba para nada segura, ella se quitaría su máscara.

Y aquello resultaría en nada más que problemas. No quería aceptar que la revelación traería problemas con John, a quien en realidad no le debía nada porque desde su perspectiva, lo que tenían sólo era algo carnal. Se negaba a sentir más, no tenía espacio en su mente para el romance ni nunca lo tendría. Así que con eso en mente se decidió a mantener la calma y encararlo, conservando la distancia, sobre todo de su mente y corazón.

—John —saludó al tenerlo cerca con una expresión neutral.

—Gin —lo escuchó decir a medida que se acercaba hasta su sitio. Freya se sintió disgustada al escuchar ese nombre tan ajeno a ella.— Así que tu esposo dará una fiesta.

Ella asintió.

—Así es, mi esposo —dijo intentando no sonar nerviosa, sobre todo ante la sonrisa llena de burla que él portaba.— ¿Viniste para decirme esto?

John no reaccionó ante su pregunta cortante y respondió con la misma calma que siempre aparentaba.

—No —sonrió.— Vine a verte a ti.

La respuesta la dejó muda pero aún así intentó no reaccionar de la forma que él esperaba. Se dirigió frente a él y mantuvo un semblante de indiferencia.

—Gracias, pero estoy bien.

—¿Estás bien? —insistió, confuso por la repentina actitud que tomaba con él. Apenas lo miraba a los ojos.

—Así es.

Pero a pesar de sonar segura de sus palabras, John no le creía. Se acercó a ella unos pasos y tocó su mejilla para mirarla intensamente a los ojos. La acarició con suavidad, dejando un mechón de cabello tras su oreja y se inclinó para susurrarle.

—No puedes mentir a un maldito Peaky Blinder —le dijo con voz grave, rozando con sus labios el lóbulo de su oreja que se sintió húmedo ante el tacto con su lengua caliente. Freya sintió que sus piernas temblaban ante la cercanía pero intentó mantenerse cuerda.

𝐕𝐚𝐫𝐣𝐚𝐤 | John ShelbyWhere stories live. Discover now