Capítulo 29: ❝-La ballesta es algo más como de Dixon.❞

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❝-La ballesta es algo más como de Dixon.❞

Frustración, perfecta palabra para definir como me siento.

Intenté hablar con el padre Gabriel desde hace ya, casi tres semanas para explicarle que no había pasado nada entre Carl y yo, o al menos que no iba a pasar lo que el estaba pensando.

¿Qué creen que pensaría un padrecito cuando abre la puerta de una habitación y encuentra a unos chicos de quince años uno encima del otro?

Exacto, por eso yo intentaba aclarar la situación pero cada vez que me acercaba, me decía que no necesitaba que le diera explicaciones o, se disculpaba por no tocar la bendita puerta o, simplemente me evadía.

Mientras que el aporte de Carl era burlarse de mi intento de arreglar las cosas, ya estaba a punto de perder el aire de tanto reir.

Puto, ojalá te atores.

- Te agradecería mucho, si en vez de burlarte me ayudaras a no ir al infierno. -se calmó un poco y sonrió.

- Lo siento linda, pero no hay nada que pueda hacer para que el cambie su opinión. -puse cara de pocos amigos.

- Claro que puedes hacer algo, solo que prefieres reirte. -me crucé de brazos.

- Tienes razón -sonrió y se puso serio al instante de ver que mi cara de pocos amigos seguía plasmada en mi rostro-. Bien, dejaré de reirme pero tu también tienes que dejar de seguir al padre a todos lados, también me canso de estar detrás tuyo cuando lo atacas -me tendió la mano y la estreché-. ¿Entonces...? -pensó en algún tema de conversación.

- Entonces... -sonreí dáldole a entender que siguiera.

- ¿Vamos a mi habitación? -sonrió e hizo un baile con sus cejas. Puse los ojos en blanco.

Dios, iba tan bien...

- Ya he tenido mucho de tu habitación por hoy, creo que estaré con Matt, el y yo la vez pasada...

- ¿Con Matt? ¿Por qué específicamente con el? -puso cara de niño pequeño, sonreí.

- Porque Caroline y Sam no están en su habitación, Beth está con Maggie y no hay nadie más...

- Yo estoy disponible. -sonrió inocentemente e hizo un puchero con sus labios. Suspiré.

Dios, se ve tan jodidamente besable.

Carl rió y fruncí el ceño.

- ¿De qué te ries?

- De lo que acabas de decir.

- ¿Qué es lo que...? -me obligué a callar y abrí los ojos como si se fueran a salir de órbita-, ¿lo dije en voz alta? -asintió con una gran sonrisa y creo que me puse de todos los colores posibles, en ningún momento Carl quitó su enorme sonrisa, se colocó detrás mío y me rodeó por la cintura, apoyando su mentón en mi hombro.

- Entonces... ¿piensas que luzco tan jodidamente besable? -susurró en mi oido haciendo que me estremeciera, lo golpearía o insultaría si no fuera por la vergüenza que estoy pasando en estos momentos.

Maldición, no puedo creer que haya pensado en voz alta.

- Tomaré tu silencio como un si y para que dejes de estar tan nerviosa, tu también luces jodidamente besable.

Sentía que el canguro que estaba jugando fútbol dentro de mi estómago y se ponía a saltar, patear por todos lados y luego bailar, había vuelto.

Gracias Carl, en serio me ayudaste a calmar los nervios.

En un abrir y cerrar de ojos, ya estábamos cara a cara y el se encontraba acomodando un mechón rebelde detrás de mi oreja con una gran sonrisa.

¿Dixon?Onde histórias criam vida. Descubra agora