Pero finalmente Sunghoon optó por utilizar su ordenador, porque según él esas aplicaciones que tenía en realidad no servían de mucho. Mientras tanto, ella solo observaba. Lo miraba detenidamente percatándose del motivo de su pijama: pequeños dibujos de pingüinos esparcidos tanto por la camisa como por el pantalón.

E instantáneamente sonrió.

-No te rías -ordenó él, ocultando una sonrisa similar.
-Es adorable -se explicó ella.

Sunghoon giró su rostro, la miró de reojo. Inspeccionó de arriba a abajo su cuerpo sentado en su cama, cubierto con un pijama de tirantes y pantalón blanquecino y sin estampado. Arqueó una ceja al ver que no se podía burlar y se limitó a sonreír y volver a centrar toda su atención en el ordenador.
Pero esa mirada provocó algo más en Hana.

-Me he dejado las palomitas abajo -murmuró repentinamente-. Voy a por ellas.

Dejó con ella la pantalla del ordenador mostrando la película seleccionada; una de terror, las cuales Hana odiaba, pero decidió no quejarse porque aún estaba envuelta por la culpabilidad de haber visto su diario. Sin embargo, seguía queriendo leerlo.

Estaba sola de nuevo en el cuarto de Sunghoon. Se paseó por este hasta llegar inconscientemente a la cómoda y, a sus pies, el cajón, hasta el cual se agachó suspirando.

-Solo una página -se dijo.

Lo abrió, encontró el diario y se colocó en la segunda página. La fecha era de un día similar hacía unos años, la letra de Sunghoon era idéntica a la que tenía en ese momento, igual de elegante y delicada. Cada palabra parecía estar escrita con dedicación y lentitud, a bolígrafo negro con el que pareció haber apretado el papel, pues la tinta estaba totalmente impregnada en azabache.

Hoy he comprado este diario para desahogarme cada vez que papá haga de las suyas.

No sé por dónde empezar. No sé expresarme. No sé desatar las palabras ni siquiera hablando, jamás he sabido rebatir a papá, explicarle que no quiero formar parte de lo suyo, pero...

Escuchó pasos cerca y volvió a la cama rápidamente, habiendo cerrado el diario y el cajón en silencio.

Sunghoon entraba sonriente con un par de botes de palomitas con el típico estampado a rayas rojas y blancas. Le tendió uno a ella y se quedó otro para sí mismo. Decidió tomar asiento a su lado y se colocó el portátil sobre las piernas, a la lejanía suficiente.

Habrían pasado casi dos horas cuando los créditos de la película comenzaron a aparecer tras un pésimo final que decepcionó a ambos, somnolientos

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Habrían pasado casi dos horas cuando los créditos de la película comenzaron a aparecer tras un pésimo final que decepcionó a ambos, somnolientos. Sin embargo, habían pasado la mayor parte del momento riéndose del terrible "terror" antiguo que, a su parecer, debía de ser catalogado como comedia.

𝐇𝐎𝐖 𝐓𝐎 𝐁𝐄 𝐌𝐘 𝐁𝐎𝐘𝐅𝐑𝐈𝐄𝐍𝐃 | Park Sunghoon | RESUBIENDOWhere stories live. Discover now