Uno

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24 de diciembre.

07:30 a.m.

El final de un año estaba cada vez más cerca. Una etapa de la vida en donde da su fin para dar paso a un nuevo comienzo.

Comienzo en donde podrás descubrirte como persona, en donde podrás quitarte toda esa mala hierba que llevas arrastrando y arrastrando, en donde podrás cumplir tus metas que creías inalcanzable.

Cuando comienza un año es como volver a nacer, en donde todo vuelve a comenzar y lo negativo se deja atrás.

Las fiestas de fin de año son para compartirlas en familia o con amigos.

La navidad no se trata de regalos para los más pequeños e incluso regalos para los no tan pequeños. La navidad es para pasar entre todos y recordar que la familia tiene que estar unida a pesar de la situación, compartir una deliciosa comida hecha con amor, compartir anécdotas de las personas presentes y de las que ya no están con nosotros.

Está bien llorar en las fiestas de fin de año, llorar por felicidad porque por fín la familia está unida sin gritos y peleas, llorar por aquella persona que ya no está y que aún se le deja un lugar porque a pesar de que no está su presencia, aún está entre nosotros su espíritu en donde nos visita y nos da su amor a distancia.

Las fiestas son para compartir y disfrutar el momento en familia, porque nunca se sabe cuándo será la última fiesta juntos.

La alarma sonó, era muy temprano para despertar, pero en un día importante era justo despertarse temprano y verificar que todo esté como debería de estar.

Camila suspiró antes de abrir los ojos y apagó la alarma, tomó unos minutos para despejarse del cansancio. Estar a cargo de cuatro pequeños demonios era agotador, pero valía la pena ver sus caritas de felicidad con cada pequeña cosa que descubrían.

Miró el techo blanco y aburrido, pensando en demasiadas cosas que ya no quería pensar. Su corazón se había hecho chiquito al recordar lo que ya su cerebro había superado.

Sus manos jugaban con el borde de la gran cobija que la cubría de la fría mañana, sus ojos se habían apagado porque su corazón aún pensaba en aquel momento que no debía de recordar, su mano izquierda subconscientemente acarició el lado vacío del colchón junto a ella.

Extrañaba los viejos momentos en donde pasaban juntas la navidad, en donde hacían el desayuno navideño para los pequeños y reían con ellos. Ahora todo eran recuerdos que solo rondaban en su cabeza.

-¿Mami?-

Camila secó rápidamente sus lágrimas y se acomodó mejor en la cama matrimonial -Hola bebé- sonrió al pequeño de cuatro años -Ven amor- sin borrar la sonrisa abrió los brazos, dándole una invitación para que se acueste con ella.

El pequeño Ethan sin pensarlo fue corriendo a los brazos de su madre, abrazándola por el cuello y repartiendo besos por todo el rostro de su mami.

-¿Qué haces despierto a esta hora?- preguntó la madre mientras peinaba algunos cabellos rebeldes que querían tapar la vista de su hijo. El pequeño se encogió de hombros.

Camila rió a lo bajo y abrazó más fuerte a su pequeño -¡Mami me aprietas!- chilló Ethan intentando liberarse de los brazos fuertes de su madre.

Camila liberó a su pequeña presa y rió más fuerte al ver la carita de enojo que había puesto, sonrió y dio un beso en la frente de su hijo. El pequeño sonrió feliz y volvió a abrazar a su mami.

-¿Vendrá Santa esta noche?- Camila pensó por unos segundos y se encogió de hombros -Espero que no se olvide de mis regalos- habló serio el pequeño cruzado de brazos.

|| Christmas ||Where stories live. Discover now