4. Chelsea Murphy.

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Después de que Chelsea se separa de sus amigas para ir a clase comienza a preguntarse si por primera vez en sus años de preparatoria, todo sería mejor.

Definitivamente no podía quejarse demasiado, tenía todo lo que necesitaba y sumándole unas amigas maravillosas. Aunque algunas veces, las necesidades básicas no son suficientes.

Fuera de sus amigas no tenía a nadie más, y a Chelsea tampoco le interesaba demasiado conocer a alguien en la escuela. Las mismas personas que estaban ahí eran quienes habían hecho de su vida un infierno, le habían causado problemas con sus padres e incluso la habían hecho sentir incapaz de merecer respeto.

No estaba segura de que obsesión tenían todos con su supuesta pérdida de virginidad. Ni siquiera creía que existiera algo como tal. Después de todo, si lo que todos había querido decir es que había tenido sexo, no era así. Al menos no porque ella lo deseara.

Hacía un año que ya todo era diferente.

"Deberíamos irnos" murmura Chelsea sintiendo que su cuerpo va poniéndose cada vez más pesado. "Llévame a mi habitación"

Su amigo desde el primer grado, Dylan pasa una mano por sus hombros intentando estabilizarla.

"Pasaremos a dejare algo a Brandon primero, y luego te llevo lo prometo" dice el chico comenzando a caminar fuera del restaurante del hotel.

Chelsea jamás pudo recordar lo que había pasado en la habitación de Brandon, pero a la mañana siguiente sus piernas temblaban, su vientre bajo dolía y llevaba marcas de chupones y moretones donde supone que movieron su cuerpo inconsciente a su antojo.

Se suponía que había ido a cenar con dos de sus mejores amigos, ni siquiera recuerda algún momento sospechoso donde pudieran haberla drogado, pero es que ¿quién desconfiaría de sus mejores amigos?

Desde entonces no había vuelto a hablar o acercarse a ellos, y más que miedo, el resentimiento de Chelsea era enorme por joderle la relación con sus padres.

Desde ese día, señores Murphy no hacían más que recordarle lo que todos decían de ella una vez que el autobús llegó de nuevo al pueblo, y esto venía siendo costumbre desde hacía un año.

La señora Murphy jamás había sido fanática de la forma en que su hija se vestía antes de que todo pasara, y después del viaje tampoco se volvió fanática de su hija como tal. Para ella si lo que Chelsea decía fuera cierto, no seguiría siendo parte de los rumores del instituto.

Y si los profesores jamás le creyeron, nadie iba a desmentir lo que todos llevan creyendo por un año entero. Aunque lo más difícil para la chica fue aceptar que todo el dolor y la humillación de ese verano, fue causada por dos de sus amigos quienes fueron contando todo lo que querían haciéndolo ver como si ella hubiera accedido a que todo sucediera. Ha sido difícil para Chelsea en muchos sentidos, pero sabe que a pesar de todo lo que dicen de ella, jamás estuvo consciente durante el acto así su mente hubiera bloqueado muchos de los recuerdos de ese día.

Al menos le había ido bien ignorando los pocos recuerdos del día siguiente. Así era mejor para ella.

La relación con sus padres era un caso perdido desde hacía mucho. Solo esperaba la graduación para poder irse de casa.

No le debía explicaciones a nadie, pero saber que sus amigas le creían fue como si ella misma se hubiera convencido de no ser una mentirosa como los responsables se encargaron de llamarla.

Sus amigas la habían intentado animar repetidas veces a salir con nuevas amistades e incluso citas, pero seguía sin sentirse segura de hacerlo. Aseguraba no sentirse incomoda o temerosa, pero no quería imaginar que implicaría salir con un desconocido si alguien quién creía merecedor de su confianza la hirió de esa forma.

Epifanías de media nocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora