43. Los verdaderos rompecorazones.

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A la vida le gusta hacernos pensar que las guerras nunca terminan, y que un momento de paz entre cada batalla no significa que ya todo haya terminado.

El jueves había llegado y toda la madrugada había estado bastante tranquila, al menos hasta cerca de las cinco cuando Chelsea siente como unos pasos se acercan a la sala. Durante la noche se había quedado dormida en el sillón luego de hacer su tarea y nadie se había encargado de despertarla para que fuera a su habitación. En otro momento la rubia se hubiera despertado por los pasos, tenía el sueño bastante ligero, pero al haberse quedado despierta hasta tarde estaba muy cansada como para escuchar algo así.

El hombre cierra la puerta con cuidado de no ser escuchado y comienza a caminar por el pasillo, desde donde se encuentra él la ve recostada en el sillón. Se veía tan profundamente dormida que no creyó que fuera a darse cuenta de algo, así que decidió acercarse. Comienza a ponerse encima de ella a tal punto que la chica comienza a moverse incomoda aún dormida, pero no es hasta que él comienza a besar su cuello que Chelsea despierta.

Al abrir los ojos lo primero que ve es el rostro de su padre, llevaba la mirada algo perdida, sus movimientos eran torpes y apestaba a alcohol. Antes de que ella se quedara dormida el hombre no había vuelto a casa. Eso solo significaba que acababa de llegar.

-¿Qué estás haciendo?- pregunta la chica aún desentendida-¡Suéltame!

Intenta empujarlo por los hombros, pero el hombre toma sus manos con fuerza y las pone encima se la cabeza de la chica, de forma que tiene mayor libertad para besar su cuello.

-¡Te dije que me sueltes!- le grita al momento en que levanta la rodilla para golpear su entrepierna.

El hombre suelta a su hija y suelta un quejido, ese momento es aprovechado por ella para empujarlo y hacer que caiga al suelo.

-¡Perra!- le grita el hombre quien sigue con las manos en la entrepierna- Era solo un juego.

-¡Disculpa por no querer jugar a la víctima, debe ser la hora!- le grita furiosa-¡Eres un asco!

Intenta darse la vuelta para salir corriendo a su habitación, pero al pie de la escalera ve a su madre de brazos cruzados y algo adormilada.

-Trató de tocarme- dice pidiéndole ayuda- Llama a...

-Está borracho, Chelsea- dice simplemente- No sabe lo que hace.

La chica frunce el ceño-¿Es en serio? ¿Vas a justificarlo?

-¡Te dije que era un juego!- le grita el hombre.

«Y yo te dije que eras un asco» piensa la chica.

-Tú crees que todos te desean cuando no es así- espeta el hombre mirándola de arriba a abajo.

Chelsea decide voltear para revisar su aspecto; solo para notar que lleva su pijama desarreglada por el forcejeo previo, levanta su manga cubriendo sus hombros y en un arranque de ira por que su padre siguiera mirándola así a pesar de estar en el suelo todavía, toma el jarrón de flores de la mesa de centro y lo arroja hacia donde está él.

No había llegado a golpearlo, el hombre pudo bajar la cabeza a tiempo y lo único que sucedió fue el jarrón convirtiéndose en trozos contra la pared, lo peor fue el horrible sonido del cristal convirtiéndose en mil pedazos.

-¡Chelsea!- chilla su madre asustada- ¿Acaso estás loca?- se acerca a tomar el brazo de su hija con tal fuerza que entierra sus uñas en la piel de la chica.

-Vete a la mierda, Michael-le grita la rubia a su padre intentando darse la vuelta- Y tú también- dice a centímetros del rostro de su madre.

Al decir esto, pone su mano encima de la de su madre y aprieta con fuerza de tal manera que comienza a torcerla también. Solo así la mujer decide soltarla.

Epifanías de media nocheWhere stories live. Discover now