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Regresé a la tienda, que seguía vacía, y me apresuré a cambiarme antes de que alguien entrara. Solté la capa en una silla y me miré brevemente en el espejo. Estaba pálida como la nieve que aún quedaba arrinconada en las esquinas de la aldea. Esperaba que esa blancura desapareciera junto con el susto.

-¡¡¿Dónde está??! ¡¡¿Dónde?!!- El grito enfurecido del señor Murphy hizo que la tienda temblara sobre mi cabeza, así que me asomé al exterior.

El profesor gritaba con todas sus fuerzas a un pobre chico que por su expresión, estaba pasando el peor rato de su vida. No solo se azuzaba el pelo, ahora realmente tiraba de él con furia.

-No lo sé…-

-¡¿Qué no lo sabes?! ¡¡Vete a buscarle y no vuelvas hasta que me traigas, de los pelos si es preciso, al cretino de Aidan Thomas!! ¡Si no le veo preparado y arriba del escenario en cinco minutos, yo…!-

-¡De acuerdo, señor! Si ya le está buscando todo el mundo.-

Por los dioses… no pensé que Aidan fuera a llegar tan lejos en su empeño por fastidiar a Murphy. Acabaría dándole un infarto si seguía así. Pero ¿Dónde se había metido ese idiota?

-Vale, vale, vale…- Murphy pareció hacer un esfuerzo supremo para no seguir gritando.- Todo lo demás está listo para la escena ¿Verdad? ¿Los leñadores están preparados?-

-Sí, bueno…- respondió el chico frunciendo las cejas con temor.-… Wentworth no aparece.-

¿Cómo que Henry no aparecía? ¿Por qué?

-Eso era previsible, pobre chico- concedió Murphy.- No habrá podido resistirlo. Que le sustituya alguien de inmediato y asunto arreglado.-

-Es que… cuando Wentworth desapareció ya llevaba el disfraz de leñador.-

-¡¡¿Qué?!!-

¿Desaparecido? Esa palabra no me gustó nada, aunque para Murphy pasó totalmente desapercibida.

-¡¡Buscadme a ese par de inconscientes y traérmelos!! ¡¡Ya!!-

El chico asintió y salió corriendo de allí. Murphy aún se quedó maldiciendo al aire, no precisamente en voz baja, hasta que también se marchó. Probablemente en busca de alguien más a quien gritar.

No me preocupaba la desaparición de Aidan porque estaba segura de que andaría por ahí, escondido para no tener que actuar. Pero lo de Henry sí me pareció extraño. Claro que cabía la posibilidad de que se hubiese sentido mal y se hubiese marchado a casa, olvidándose de la fiesta. Pero… ¿Y yo qué? Es decir, me dijo que estaría ahí mientras yo actuaba. Algo me decía que si hubiese decidido irse por su propio pie no lo habría hecho sin despedirse de mí antes.

Tenía que ir a su casa a comprobar que estaba allí, pero en cuanto salí de la tienda aún vestida de muerta, oí que alguien chillaba mi nombre.

-¡¡BREEEEE!!-

Vi a Elizabeth correr hacía mí agitando las manos y con una mueca de terror espantosa.

-¿Qué pasa?- le pregunté cuando llegó hasta mí. Estaba sin respiración y se sujetaba el costado.

-He visto… he visto…-

-¿Qué? ¿Qué has visto?-

-Tu hermano…-

-¿Aidan?- murmuré preocupada.- ¿Qué le ha pasado?-

-Y Henry…-

-¿Henry?- repetí aún más preocupada. ¡Maldita sea! ¡Acaba alguna frase de una vez! Pero la tonta estaba totalmente desfallecida. Y yo histérica.- ¿Qué pasa con ellos? ¿Les has visto peleándose o…?- Ella negó con la cabeza.- ¡Suelta de una vez lo que has visto, Elizabeth!-

La chica dio un respingo ante mi grito.

-Les he visto irse juntos…- dijo por fin. Me cogió de un brazo.-… creo que se dirigían a las afueras de la aldea.-

-¿Quieres decir que se iban al… bosque? ¿Los dos juntos?- No sabía cuál de las dos cosas me pareció más surrealista, pero Elizabeth parecía muy asustada.- ¿Estás segura?-

-Creo que llevaban armas- añadió. Oh no… no podía ser posible que se les hubiese ocurrido la absurda idea de ir a buscar al Nigromante solos y en plena noche. Ni Aidan podía ser tan inconsciente ¿O sí?- ¡Bree! ¿Qué vamos a hacer? ¿Damos la alerta?-

-No, no… espera- le dije. A ver… si dábamos la alerta y realmente los encontraban en el bosque o incluso cerca de él, los acusarían de saltarse la ley de prohibición y los arrestarían.- ¿Hace mucho que los has visto?-

-No… unos 10 minutos-

-Entonces todavía podemos encontrarlos nosotras y detenerlos. Puede que todavía sigan en la aldea.-

Elizabeth me soltó y retrocedió.

-¿Nosotras? ¿Cerca del bosque?- preguntó.- Pero eso es muy peligroso.-

Un escalofrío me recorrió la espalda entera, pero lo ignoré.

-¡Yo también tengo miedo! pero ¿Prefieres que los arresten? O peor ¿Qué el Nigromante los atrape?-

No me atreví a pensarlo después de decirlo. Elizabeth estaba tan asustada que el modo en que fruncía los labios anticipaba un puchero.

La agarré del brazo y tiré de ella.

-Venga vamos. Seguro que los encontramos antes de llegar al final de la aldea.-

Pero no fue así.

Atravesamos toda la aldea esquivando a la gente que nos encontrábamos para no tener que dar explicaciones. Y no me resultó nada fácil. Cargaba con una antorcha en una mano y con la otra tiraba de Elizabeth, pues si se me ocurría soltarla, dejaba de caminar. Iba solo con el vestido de Mona sobre la nieve, así que para rematar mi cuerpo se quejaba congelado al mínimo movimiento, aunque el calor de la antorcha ayudaba.

Por desgracia, llegamos a la frontera y no había rastro de los chicos. Allí estaba uno de los cuatro montículos sagrados con los restos de Adrien Olc-Mirage. Cualquiera que lo traspasara dejaría de estar a salvo. Más allá, comenzaba el Bosque Oscuro.

Nunca había estado tan cerca del bosque antes. El pánico había evitado que me acercara y ahora lo tenía justo delante, y tal vez fuera porque estaba saturada de tanto temor porque a pesar del aspecto terrorífico que tenía, pude controlar mi miedo.

-¿Crees que han entrado ahí?- me preguntó Elizabeth.

-No lo sé. Tal vez cambiaran de opinión y no…- pero vi algo. Había un rastro de huellas sobre la nieve que pasaba por delante del montículo hasta perderse en la primera hilera de árboles, pero justo antes, en el suelo, había algo más.

Eché a correr y crucé la frontera sin pensarlo. En el suelo estaba el hacha de cartón de Henry.

La piel de todo el cuerpo se me erizó cuando tuve el hacha en mis manos. Eso solo significaba una cosa.

-¡Bree! ¡Regresa! ¡No estás a salvo!-

Miré a Elizabeth.

-Han entrado- le dije. Fui hacia ella porque sabía que no se atrevería a cruzar. Le mostré el hacha.- Tenías razón. Han entrado al bosque los dos solos.-

Pero ¡¿Cómo se les podía haber ocurrido semejante locura?! Miré hacia el bosque. Tenía que sacarles de allí, corrían un gran peligro.

-¡Volvamos y pidamos ayuda!- propuso ella, pero yo negué con la cabeza.

-Yo iré a buscarles- decidí.

-¿Qué?-

Salí corriendo hacia el bosque con mi antorcha, aunque no me atreví a entrar. Me quedé parada en el punto donde el hacha había sido olvidada. Si intentaba mirar unos metros más allá de los primeros árboles, la oscuridad era infinita y el silencio, agónico. Y en algún lugar, esperaba el Nigromante, estaba segura. Ya casi podía sentir sus ojos observándome desde su escondite. Sentí un pinchazo en el estomago y que me faltaba el aire. Al parecer no me había librado de mi pavor al Bosque Oscuro tan bien como yo pensaba, porque me estaba asfixiando de un modo terrible.

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now