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El nudo me bajó de golpe hasta el estomago, igual que si fuera una bola de hierro candente. ¿Su vida por la mía? No podía estar hablando en serio. Miré a Henry que se había quedado helado, con los ojos abiertos de par en par.

-Dijiste que… que no tenías intención de… matarme-

-Y no seré yo quien lo haga-

-No entiendo nada-

Yo tampoco entendía nada de lo que estaba pasando. Y me sentía una idiota por ser la única que estaba atada y en el suelo. Aún vigilaba a Elizabeth que de vez en cuando se ponía a girar en torno al mago como si fuera su satélite.

-Tal vez debería haber empezado a explicarme por el principio- opinó. Alzó sus manos y cogió los extremos de la capucha.- Así que empezaré por presentarme de verdad.- Tiró de ella hacia atrás y su rostro quedó al descubierto.

Un rostro que era... humano al fin y al cabo. Habría esperado encontrar cualquier cosa, pero no la cara de una persona. Repasé todos sus rasgos en busca de algo terrorífico y lo que más llamó mi atención fueron sus ojos: sin vida, y de un color tan extraño que no supe identificarlo. Y eso me hizo darme cuenta de algo increíble.

-Adrien Olc-Mirage- susurré. Era el rostro del retrato de nuestro héroe. Entonces Henry también se dio cuenta.

-No es posible. La leyenda... tú desterraste al Nigromante al Bosque-

-Sí, conozco esa leyenda y también el cuidado que ponéis todos los habitantes de la aldea en memorizarla lo mejor posible, mas no es del todo cierta.-

¿Qué no era del todo cierta? ¡El héroe de la historia resultaba ser el monstruo! ¿Había algo de verdad en ella? Pareció leerme la mente porque esta vez, sí que quiso darnos una explicación.

-Todo lo que cuenta esa leyenda es verdad hasta cierto punto. La noche del 29 de Febrero, un Nigromante atacó la aldea y mató a varios de sus habitantes, entre ellos a mi padre. Pero... mi relación con él no era muy buena en aquellos tiempos, al menos no lo suficiente como para que se me ocurriera la loca idea de ir en busca de venganza... Ahí es donde la historia empieza a cambiar.

Mi plan era abandonar la aldea antes de que el Nigromante me encontrara, pero cuando me acercaba al bosque le vi. El temible mago intentaba huir y ¿Sabéis qué? No era tan horrible como los cuentos decían. Estaba herido y agotado, apenas podía arrastrar sus pies y se me ocurrió algo: Si yo le mataba aprovechando su debilidad, me convertiría en un héroe y la aldea no solo olvidaría mi patético intento de huida, sino que me reverenciaría para siempre.

Así que lo hice ¡Fue increíblemente fácil! Ni siquiera pudo oponer resistencia. Y cuando me disponía a regresar y relatar mi hazaña, me percaté de algo insólito. Del cuerpo del mago salían unos extraños halos de luz oscura que flotaron ante mis ojos. Eran sus poderes que escapaban de su cuerpo. Y yo sentí que... me llamaban. Querían que yo los reclamara. La magia, cuando se te ofrece, ejerce una irresistible atracción que ningún hombre puede ignorar.

Y yo la acepté. ¡Oh! ¡Jamás había sentido nada parecido! Todo el poder, todos sus conocimientos. Fue como despertar por fin de un sueño vacío, la más pura y autentica felicidad. Os aseguro que ninguno de vosotros ha experimentado nada parecido.

Pero enseguida tuve miedo. Nada más acariciar esa alegría suprema, temí la desolación que me invadiría si la perdiera. Y comprendí que era ese miedo lo que había empujado a mi predecesor a buscar tan desesperadamente la inmortalidad, sin éxito.

Y decidí que allá donde él había fracasado, yo vencería. Y para obtener dicho conocimiento, tenía que marcharme lejos y encontrar a criaturas que conocieran el secreto. Por eso tuve que inventarme toda la historia... Dije a los del pueblo que el Nigromante había huido pues, al hacerme con sus poderes, su cuerpo se había convertido en cenizas y fingí mi propia muerte para poder desaparecer sin que nadie sospechara la verdad.>>

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now