8.

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-Señor Wentworth- dijo en un tono más bajo de lo que era normal en él, pero terriblemente firme.- Acompáñenos a fuera un momento.-

Miré a Henry que a su vez observaba a los dos hombres muy alerta. Asintió despacio y soltó el hacha. Se dirigió a ellos y al pasar por su lado, Murphy le puso una mano en el hombro con gesto grave. Le indicaron que saliera con ellos y cerraron la puerta.

Esos gestos, esa mirada seria alojada en los ojos del profesor y el silencio que pesa como una losa cuando notas que saben algo que tú no puedes imaginar… me recordó algo terrible. Y los demás también debían estar pensando en eso porque nadie dijo una palabra.

Casi al mismo tiempo, todos nos precipitamos a los ventanales que daban al exterior para ver qué ocurría.

Fuera, el recién llegado (al que por fin reconocí como un cazador compañero de mi padre) parecía estar explicándole algo muy serio a Henry. La mano del señor Murphy seguía en su hombro, pero el herrero se mantenía en silencio.

La conversación siguió sin que ningún sonido lograra atravesar el grueso cristal del ventanal. Sentí que alguien se colocaba a mi espalda: era Aidan y traía una expresión inescrutable para los demás; pero yo sabía que en ese momento los dos estábamos pensando lo mismo.

Cuando el cazador dejó de hablar, Henry no se movió. Estaba de espaldas a la ventana y no pude ver su cara. Pasaron varios segundos hasta que por fin reaccionó: negó varias veces con la cabeza pero el otro hombre fue letal con un solo gesto. La mano olvidada del señor Murphy le dio un apretón perfectamente perceptible y al mirarle, endureció aún más su expresión. Entonces Henry le apartó de un empujón y se llevó las manos al rostro. Las bajó de inmediato para preguntar algo, porque el hombre le respondió y el chico salió corriendo de allí.

Le seguí con la mirada pegada al cristal y sentí el impulso de salir tras él, pero Aidan me puso las manos en los hombros como si me hubiera leído la mente.

El cazador se marchó en silencio y el señor Murphy se dirigió a la puerta.

La mayoría nos apartamos de las ventanas y algunos regresaron al sitio que ocupaban antes de la interrupción. Yo fui directa a la puerta y en cuanto el profesor entró, le pregunté:

-¿Qué ha pasado?-

-Nada- respondió él sin apenas pensárselo.- Sigamos con el ensayo.- Pasó de largo frente a mí, pero yo no iba a rendirme sin más.

-¡Señor Murphy, díganos que le ha pasado a Henry!- le exigí de un modo tan rotundo que el profesor se sorprendió; mas no pareció molesto. Miró a su alrededor y comprobó que las expresiones del resto también pedían una respuesta. Suspiró sonoramente.

-El señor Wentworth, el padre de Henry, ha muerto- nos dijo.- Lo han encontrado hace media hora en el bosque, en una de las rutas de caza seguras. Todo parece indicar que ha sido cosa del Nigromante.-

El cuerpo entero me tembló porque el pánico me sacudió tan fuerte como si estuviera mirando hacia el bosque. Fue tan intenso y repentino que el estomago se me revolvió. Busqué a Aidan, pero él seguía en la ventana con una mirada de sombría reflexión que no me gustó nada.

Me llegaron las exclamaciones asustadas de algunas chicas. Todos temían al Nigromante, pero los chicos solían disimularlo. Esta vez, incluso ellos se pusieron a cuchichear, agitados, en pequeños corros.

El señor Murphy tuvo la amabilidad de permitirlo o quizás aún estaba demasiado afectado como para imponer silencio.

-¡El Nigromante! ¡El Nigromante!- chilló de pronto alguien. Miré a una chica que estaba sola, acurrucada en un rincón. Su rostro estaba deformado por el terror y no paraba de parpadear con los ojos llorosos.- ¡Vendrá por nosotros! ¡Nos matará a todos!-

-No digas tonterías- le dijo un chico que, a pesar de todo parecía asustado.- Él no puede llegar hasta nosotros.-

-¡Es verdad! ¡El pueblo es seguro!- gritó otro.

-¡Las rutas de caza también eran seguras y mirad lo que le ha pasado al padre de Henry!- replicó la chica.

-¡Es cierto! ¡Si es capaz de alcanzar nuestras rutas, podrá llegar al pueblo!-

-¡Y nos atrapará!-

-¡Por los dioses! ¡¿Y qué haremos?!-

-¡No quiero morir!-

Entonces el señor Murphy volvió en sí y dio un fuerte golpe a la mesa que nos asustó incluso más, pero que también nos hizo callar.

-¡Chicos! ¡Chicas! ¡Tranquilizaos! Lo que le ha pasado al señor Wentworth es una tragedia terrible, pero debemos mantener la calma. ¡No podemos dejar que el pánico nos domine!-

-¿Y por qué no?- inquirió una voz. El señor Murphy no logró identificar al dueño, así que nos miró a todos con dureza.

Se encaminó hacia el escenario y se subió a él para hablarnos. Los rostros de la mayoría mostraban un profundo temor que me hizo sentir algo mejor; al  menos no era la única asustada.

-Chicos, sé que ahora todos estamos entristecidos y asustados- comenzó a decir.- Pero puedo aseguraros que no hay motivo para tener miedo. El pueblo es, como siempre ha sido, totalmente seguro. El Nigromante no podrá alcanzarnos mientras estemos aquí.- El señor Murphy se esforzaba por resultar convincente, no obstante yo tenía la impresión de que en esos momentos él era el único que creía en sus palabras.

Los demás se encogían sobre sí mismos y miraban a todas partes con ojos temerosos.

-Pero señor Murphy, las rutas de caza…-

-Las rutas de caza no son el pueblo, señor Kavannagh- replicó el profesor de inmediato.- Son caminos que, aunque creíamos seguros, pertenecen al bosque y por tanto, al territorio del Nigromante. No cuentan con la misma protección que el pueblo.-

-¿Y de verdad piensa que esa protección es suficiente?-

Aidan se había apartado unos metros de la ventana y miraba directamente al escenario. Varias chicas volvieron a chillar cuando hizo su pregunta.

-¡Por supuesto que sí, señor Thomas!- exclamó Murphy, molesto.- ¡Y todos ustedes deben creerlo también!- Aidan sonrió como si ambos estuvieran bromeando.

-¿En serio?- murmuró.

Yo entendía su escepticismo y lo habría compartido si la posibilidad de que el Nigromante entrara al pueblo no me asustara tanto. A Aidan sin embargo, no solo no parecía asustarlo, sino que daba la impresión de estar esperando a que eso ocurriera.

Pero para Murphy, mi hermano solo quería asustar a los demás y se decidió a poner fin a aquella discusión absurda.

-¡Basta ya, señor Thomas!- le ordenó.- Aquí no hay nada que temer ¡¿Está claro?! Nadie de este pueblo debe temer al Nigromante. Gracias al sacrificio que nuestro querido Adrien Olc-Mirage hizo por nosotros, ese horrible mago no puede hacernos daño si permanecemos en el pueblo. ¿Acaso habéis olvidado todos la leyenda?-

-¡Cuéntela, señor Murphy!- pidió una chica. Unas cuentas más repitieron su petición y al profesor, que era una gran creyente de la antigua leyenda, no necesito que le insistieran demasiado.

Se sentó en el borde del escenario y se aclaró la garganta, sin esforzarse demasiado en ocultar la emoción que le causaba relatar aquella historia una vez más.

-Todo comenzó un 29 de Febrero de hace cientos de años- comenzó a explicar en una aula que se silenció de golpe.- El 29 de Febrero ha sido siempre un día especial para los magos y sabios. Un día que aparece y desaparece; decían que en esos días puede ocurrir lo mejor o lo peor. Y en el caso de nuestra aldea, como sabéis, ocurrió los peor.

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now