5.

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Cuando mi madre desapareció nadie pensó que hubiese muerto. Casi todo el pueblo se decantó por la teoría del abandono. No sé si Aidan llegó a creerlo en algún momento, pero yo no lo hice. Era imposible que mi madre nos hubiese dejado. Y mi padre pensó como yo, por lo que no se rindió hasta que organizó unas partidas de búsqueda que le siguieran más allá de las rutas seguras en el Bosque Oscuro.

Ni a Aidan ni a mí nos permitieron participar en ellas, supongo que pensaban que si la encontraban en el bosque su estado no sería el adecuado para dos críos de 14 y 15 años. Y cuando al final la hallaron, todo lo que papá nos dijo fue que la encontraron en un claro rodeada de flores teñidas de negro. Y yo intenté con todas mis fuerzas que esa imagen de ella dormida entre flores fuera la que recordara al pensar en su muerte, pero todo el mundo dijo que el Nigromante la había matado. Y yo, como todos los que vivimos en Nameless, sabía que el único motivo por el cual un Nigromante mata humanos es para utilizar sus vísceras en sus abominables rituales de adivinación.

De verdad que intenté no hacerlo pero, sin querer, esa visión no dejaba de sacudir mi mente. Veía a aquel ser oscuro en la espesura del bosque, inclinado sobre el cuerpo de mi madre, desangrándola para usarla en sus asquerosos hechizos. Incluso llegué a soñar con su sangre tiñendo de oscuro las flores. Durante mucho tiempo no tuve más que pesadillas con ese monstruo y con lo que había hecho. Todavía había noches en que regresaban y me despertaba llorando.

Desde entonces, no podía mirar hacia el Bosque Oscuro sin que un pánico intenso y angustiante me invadiera e hiciera temblar todo mi cuerpo. Me ponía tan enferma que ni siquiera era capaz de acercarme a la frontera sin que lagrimas de puro terror inundaran mis ojos. No entendía como les resultaba tan fácil a mi padre y a Aidan, la verdad.

Desde niña había oído la Leyenda del Nigromante y había respetado la prohibición de abandonar la aldea, pero no sentía un autentico temor por el bosque. Solo era una historia, un peligro demasiado lejano como para que me asustara de verdad. No obstante, lo que le pasó a mi madre hizo que la historia se volviera real, muy real. Y aunque con el paso del tiempo la rabia y la pena por su muerte se habían apaciguado en mi corazón; el miedo no había hecho más que crecer. Y yo en la aldea me sentía segura, pero siempre que mi padre marchaba al bosque temía que no volviera.

El frío me había ido rodeando, silencioso, mientras yo me dedicaba a recordar el pasado. Al intentar dar un paso, mis pies respondieron doloridos y yo apreté los dientes para no chillar. Tenía que moverme de nuevo enseguida.

Dejé la plaza y subí por una calle en dirección oeste. Conseguí reanudar la circulación de la sangre en la mayoría de mi cuerpo, aunque no me atrevía a levantar la mano para comprobar si seguía teniendo la nariz en su sitio. Decidí adentrarme en una zona donde la temperatura era algo más elevada.

Allí estaban el Horno de pan, la tienda de pieles, el fabricante de botas y todos ellos tenían grandes y potentes calderas que desprendían una agradable calidez por toda la calle. ¡El mejor sitio para pasear un día como ese!

Seguí caminando, saludando a todo aquel que me encontraba hasta que escuché un sonido que me distrajo: Tic, tic, tic, tic… Y esbocé una pequeña sonrisa, al tiempo que reducía el ritmo de mis pasos. Era el sonido de un martillo golpeando un trozo de metal al rojo vivo. Y provenía de la herrería.

Estaba allí mismo, al final de la calle. De repente, el dolor de mis pies desapareció y me aproximé a su puerta como deslizándome por aquel suelo helado.

La Herrería Wentworth no solo era la única herrería de la aldea, sino que era también una de las propiedades más grandes. El abuelo de Henry había sido un hombre muy importante en el Consejo del pueblo e incluso se rumoreaba que descendía del linaje al que también perteneció Adrien Olc-Mirage. Tenía esa gran casa y esa gran reputación; y como lo único que le quedaba por obtener era un gran éxito, convirtió parte de su enorme vivienda y los establos adosados a ella en la herrería.

La puerta del establecimiento había sido construida con listones de madera que formaban una cuadrícula abierta por donde se ventilaba el interior, así que me acerqué y eché un vistazo por uno de los huecos libres. Henry estaba dentro, de espaldas a la puerta, trabajando el metal. El calor que salía por los agujeros me dio de lleno, reconfortándome todo el cuerpo.

Cuando me libraba de Aidan y podía atravesar sola la aldea, solía detenerme allí con la idea de pasar un rato a solas con Henry, ya que me resultaba casi imposible conseguirlo en la escuela. Claro que una parte de mí me aconsejaba que siguiera caminando y me marchara a casa. Y lo repetía todas las veces que me paraba junto a esa puerta. Lo que pasa es que yo oía esa orden en mi cabeza muy despacio y Henry me veía antes de que pudiera hacerla caso.

Sin embargo, todavía tenía presente lo que Elizabeth me había dicho durante las audiciones. Si realmente mis sentimientos por él eran tan obvios, tal vez no debería aparecer ante su puerta cada vez que se me presentaba la oportunidad, no fuera a resultar sospechoso.

Sí, debía irme de inmediato.

Sí… ¡Sabía que eso era lo que tenía que hacer! Pero no pude moverme ni un centímetro hasta que oí como Henry soltaba las herramientas y suspiraba hondamente. Estiró los brazos, la espalda y se quitó la chaqueta de cuero que llevaba sobre una fina camisa blanca. Se giró para soltarla en el suelo y me vio. Así que yo le sonreí, por supuesto. ¿Qué iba a hacer?

Se acercó para abrir la puerta y yo aproveché para quitarme la capucha y acomodarme un poco mejor el pelo.

Al abrirse la puerta, una masa de aire caliente me dio de lleno en la cara y recuperé mi nariz de golpe. Henry se asomó por el hueco, apoyando un brazo en el quicio de la puerta mientras se pasaba el otro por la frente sudada. Un pequeño mechón dorado, ligeramente rizado le cayó sobre la piel. Traía consigo un particular olor a madera quemada que me encantaba.

-¡Hola Bree!- me saludó con una gran sonrisa.

-Hola.-

-¡Adelante, pasa! Pareces estar muerta de frío- Y se apartó para dejarme paso. Pero no me moví.

Había pocas cosas en la vida de las que no estuviera segura, y una de ellas era si quería que Henry descubriera lo que sentía por él en esos momentos. Por si acaso, pensé que lo mejor era guardar las distancias.

-Ya me iba a casa- respondí. Pero ¡Maldita sea! Mi cuerpo no me seguía. Se quedó quieto, girado hacia Henry y su cálida invitación.

-Siento que este año tampoco te hayan dado el papel de Lucy- me dijo, apoyándose de nuevo en la puerta.

Yo sonreí como si eso careciera ya de toda importancia (con bastante credibilidad) y sacudí la cabeza.

-Supongo que mi destino es ser Mona y morirme todos los años- comenté en broma.

-Yo siempre he preferido a Mona ¿Sabes?- me soltó él como si nada.- Es cierto que se muere, pero al menos avisa al resto de la aldea antes de que el Nigromante los mate a todos. Lucy, en cambio, solo se deja salvar por el héroe.-

Me quedé pasmada. Totalmente anonadada. ¿Henry prefería a Mona? ¿En serio? O sea… eso era lo mismo que decir que me prefería a mí ¿No? ¡Me prefería a mí antes que a la boba de Elizabeth que cada año tenía la desgracia de interpretar a la aburrida Lucy!

-Si los personajes de Lucy y Mona son inventados, no sé por qué no podían salvarlas a las dos- añadió, sin notar mi reciente entusiasmo.

-Quizás no había espacio para dos protagonistas- opiné yo.

Lo cierto era que no resultaba justo para Mona… él tenía razón. Me arrepentí de haberle tenido tanta manía a la pobre todo ese tiempo. Pero todavía podía compensarlo haciendo una gran actuación de ella al día siguiente.

Cuando lo hube decidido y regresé a la conversación, me di cuenta de que Henry me miraba fijamente en silencio. Nuestras miradas se cruzaron y él dio un leve respingo.

-Insisto en que pases dentro, Bree- me dijo.- Estás temblando de frío.-

Bueno… yo no soy tan maleducada como para rechazar una invitación de un amigo dos veces seguidas, así que asentí y entré.

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now