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Nunca había sido la primera en hacer la prueba ¡Debía ser una buena señal! Asentí con una sonrisa y me encaminé al escenario alisándome la falda. Todas las miradas estaban puestas en mí y yo me sentía preparada para hacer la mejor interpretación de Lucy jamás vista.

Pero justo antes de llegar al escenario, la parte baja del vestido se me enganchó en la hebilla metálica de mi bota derecha y al dar un nuevo paso, la tela del vestido se estiró y me tropecé. Me habría caído de bruces contra el suelo de no haber sido porque alguien me cogió del brazo.

-¡Ah!- exclamé por el susto más que nada. Levanté los ojos y me encontré con Henry. Me cogió del otro brazo y me ayudó a recuperar el equilibrio. Seguí mirándole hasta que me soltó, pero mis brazos se quedaron suspendidos en el aire como dos motas de polvo hasta que se me ocurrió bajarlos.

-¿Estás bien, Bree?- me preguntó.

-Sí, gracias Henry- Le sonreí, pero antes de ver si él me devolvía el gesto, el rostro de Elizabeth surgió a su lado, y además con una mueca de exagerada preocupación.

-Querida ¿Qué te ha pasado?-

Miré hacia abajo y hallé el problema.

-No ha sido nada, querida- le respondí con fastidio al tiempo que desenganchaba la tela. Suspiré por lo bajo y retomé mi camino hacia el escenario.

¿Por qué Elizabeth aparecía para entrometerse cada vez que Henry me prestaba un poco de atención?

A mí me gustaba que la gente me mirara, pero no por haber hecho algo ridículo. Traté de olvidar ese lamentable episodio para recuperar mi seguridad al subir los escalones. No fue fácil, oía perfectamente que algunos de los estúpidos amigos de mi hermano aún se reían, y no precisamente en voz baja.

-¡Eh, alguien debería enseñarle a andar antes de que baje de ahí!- exclamó uno de ellos y los demás rompieron en carcajadas de nuevo.

-¡Silencio!- gritó el señor Murphy.

Entonces Aidan le propinó un puñetazo (bastante fuerte) en el brazo al chico que había gritado.

<<Gracias, hermanito>>

-¡Señor Thomas!- Mi hermano miró al profesor y se cruzó de brazos sin más. Este sacudió la cabeza, cansado.- Bien señorita Thomas díganos... ¿Se presenta para el papel de Mona? Su actuación del año pasado fue impecable.-

Sonreí agradecida aunque me apresuré a negar con la cabeza.

-Quiero presentarme para el papel de Lucy- expliqué. <<Como llevo haciendo cada maldito año>> A pesar de todo, el profesor fingió sorprenderse.

-¡Muy bien! ¡Suerte y adelante!-

Lo primero que hice fue respirar hondo y relajar la tensión de los hombros. Nunca me había puesto especialmente nerviosa hablar en público, no obstante sentía la presión.

Decidí interpretar la escena en la que Lucy descubría lo que había pasado en la aldea, justo antes de encontrarse con el Nigromante cara a cara. Me sabía a la perfección el discurso que Lucy decía porque lo había practicado millones de veces.

Miré al suelo y empecé a retroceder como si a mis pies estuviesen realmente los cadáveres de las pobres victimas del mago oscuro. Adopté una perfecta mueca de miedo, sorpresa y confusión (sí, había practicado mil horas hasta lograr esa cara).

-No... no es posible ¡Por los Dioses de nuestro mundo! ¡¿Qué ha podido ocurrir?!- Levanté la vista y miré hacia el fondo de la sala.- El Nigromante... él ha hecho esto pero ¡¿Cómo ha podido cometer actos tan horribles?! Oh... ¡Oh no!- Sorpresa, me llevé las manos al cuello y miré a mi alrededor asustada.- Ahora vendrá por mí, él... vendrá.-

Seguí mirando de un lado a otro como si temiera verle aparecer y en uno de esos giros cometí el error de mirar al público que me observaba. Sabía que eso podía distraerme y perder la concentración, pero me moría por ver sus caras. Todos me miraban con mucha atención, parecían realmente impresionados con mi actuación, sobretodo el señor Murphy y yo me regocijé por dentro por mi éxito.

¡Estaba a punto de conseguirlo! El papel sería mío, estaba segura.

Pero entonces me fijé en que no todo el mundo me miraba.

-El Nigromante espera en el bosque por mí. Y él...- Me di cuenta de que Henry y Elizabeth cuchicheaban entre ellos, un poco apartados del grupo. Y sonreían totalmente ajenos a todo lo demás. Y a mí. Di un respingo e intenté retomar mi discurso.- Él vendrá y me destruirá pues sólo yo quedo con vida. ¡¿Qué haré?! ¿Qué puedo hacer? No hay nada que...- Mi mirada regresó a Henry, cada vez estaba más pegado a ella para oír lo que le susurraba. Sin querer, perdí la postura y apreté los puños, molesta.- Yo no... no... - Elizabeth sonreía y le daba toquecitos en el brazo. Pero ¿De qué demonios estaban hablando? ¿Tan importante era que no podían hacer caso a mi actuación?

-¿No qué, señorita Thomas?- La voz del señor Murphy me trajo de golpe a la realidad: seguía en el escenario y todos me miraban confusos.

-No...- repetí vacilante. Alargué la palabra pero ya no me acordaba de lo que estaba diciendo y no sabía cómo seguir. <<¡Maldición!>>.- Lo siento. Creo que me he quedado en blanco. ¡Volveré a empezar!-

-No es necesario- dijo Murphy.- Vamos muy mal de tiempo, señorita Thomas. Además, todos aquí conocemos de sobra sus dotes interpretativas y serán tenidas en cuenta.-

Acompañó esas palabras con una sonrisa de ánimo lapidaria que entendí que significaba que lo había estropeado todo un año más. ¡Y todo por culpa de Elizabeth!

Bajé del escenario con cuidado de no tropezar de nuevo ya que iba arrastrando los pies y fui directa al fondo de la sala, intentando no mirar a nadie. Aún así vi como Aidan me lanzaba su mirada de "has hecho lo que has podido, hermanita" mientras se encogía de hombros. Asentí con la cabeza en su dirección y me escabullí a un rincón lejano.

Estaba tan enfadada que ahora me ardía todo el cuerpo, así que me coloqué junto a la ventana para mirar la nieve caer.

No podía creer lo torpe que había sido. Estaba aburrida de oír a mi padre repetirnos a Aidan y a mí que debíamos aprender a controlar nuestro temperamento porque siempre nos causaba problemas. A Aidan le metía en peleas con todo el mundo y a mí me hacía perder la concentración y meter la pata en todo, como acababa de ocurrir.

Y por si no había sido suficiente horrible, justo detrás de mí Elizabeth subió al escenario e interpretó la misma escena que yo, pero mucho mejor, claro. Soltó el discurso sin equivocarse ni trabarse en una sola palabra, moviéndose por el escenario con naturalidad y una veracidad tan grande que se veía realmente asustada.

No pude soportar ver su actuación completa y cuando acabó, tenía las manos tan agarrotadas por el enfado que no pude unirme a la avalancha de aplausos que mis compañeros la ofrecieron.

Daba igual lo mucho que me hubiese esforzado, estaba claro que ese año tampoco iba a conseguir mi objetivo. Era imposible que después de aquello me dieran a mí el papel de Lucy.

Elizabeth hizo una pequeña reverencia para agradecer los aplausos y de un saltito dejó el escenario libre para el siguiente. Sonreía tanto que me imaginé que se le partía la cara en dos, pero ni siquiera eso consiguió borrar la extrema palidez de su tersa piel. No había ni la más diminuta mancha o marca que afeara su cutis inmaculado. Su pelo era de un rubio tan brillante y claro como el sol y sus ojos eran azul. Pero de un azul tan claro que atraían las miradas de todo el mundo.

Era todo lo contrario a mí.

Yo, al igual que Aidan, era idéntica a nuestro padre. Habíamos heredado su pelo y ojos oscuros, y también su tez morena. Eran los rasgos más comunes entre los habitantes de la aldea. Yo al menos tenía la nariz respingona y los ojos rasgados de mi madre. Todas las noches me trenzaba mi largo cabello para darle un aspecto ondulado al día siguiente.

Pero si servía para igualar la belleza serena de Elizabeth a los ojos de Henry, no lo sabía.

Estaba tan concentrada repasando mi aspecto reflejado en la ventana que no me percaté de que Elizabeth había cruzado la sala con la intención de hablar conmigo. Se plantó ante mí y yo no pude escaparme.

29 de Febrero: El Día del NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora