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-Finalmente he decidido que el papel de Adrien Olc-Mirage será para...- Murphy se detuvo un momento en una extraña pausa que fue seguida por una, aún más extraña sonrisa.-... el señor Aidan Thomas.-

Esas palabras volvieron a silenciar a la sala entera. Miré a mi hermano que se había quedado petrificado, con la vista fija en el profesor como si este se hubiese vuelto loco.

Al menos eso era lo que yo pensaba... ¿Aidan haciendo de Adrien Olc-Mirage? Él era, seguramente, la persona de la aldea que menos respeto sentía por Adrien y su leyenda.

Como nadie rompió aquel silencio el profesor se aclaró la garganta para continuar.

-Bien, sigamos pues. El papel de Leñador 1...-

-¡No! ¡No! ¡No! ¡Me niego!- exclamó Aidan reaccionando al fin.

-No puede negarse, señor Thomas. La obra del día del Nigromante es una actividad escolar obligatoria. Si se niega a participar, yo podría negarme a que se graduara este año. ¿Desea acompañar a su hermana pequeña durante todo el próximo curso?-

Uhhh... entonces lo entendí. Era una especie de castigo. No sé si Aidan se dio cuenta, pero esa amenaza no le amilanó ni un poquito.

-¡Pues protesto!- exclamó aún más alto.

-Tampoco puede protestar-

-¡Espere, espere ¿Y qué pasa con Wentworth?!- preguntó, supuse que en un cambio desesperado de estrategia que... tampoco le serviría.

-He decidido que este año el señor Wentworth interpretará al Leñador 3.-

-¡Pero ese es mi papel!-

-Ahora ya no lo es, señor Thomas.-

Añadió una sonrisa de lo más satisfecha y aunque yo debí sentirme mal por Aidan, reconozco que estaba demasiado ocupada aguantándome las ganas de reír. No se le podía haber ocurrido una mejor venganza para todas las bromas y burlas de mi hermano y por algún motivo, me hizo sentir aún mejor. Si el señor Murphy prefería vengarse de su alumno, significaba que ya daba la obra por perdida y en ese caso, no lamentaba tanto no ser la protagonista.

-¡Pero es que ni siquiera me sé el papel!- insistía el pobre.

-¡Pues le aconsejo que estudie toda la noche!- Murphy usó un tono de voz que sonó como un rugido destinado a acallar las futuras protestas de Aidan (que seguro tenía). Se echó por encima su capa y sin mirarnos, nos dijo:- Esta tarde quiero aquí a todos para preparar la obra lo mejor que podamos.-

Y sin más, saltó del escenario, cruzó la sala apartando a todo el mundo y salió de un modo más dramático del que yo consideré apropiado para la situación. Era evidente lo enfadado y frustrado que estaba por sus movimientos, lo único que quería era perdernos de vista a todos cuanto antes.

Nos esperaba una tarde interesante y de nuevo estaba acertando con el término aunque el tono que usé fue demasiado alegre para lo que iba a ocurrir.

Tras la salida de Murphy todo el mundo se precipitó a la puerta con prisas, deseosos por escapar. Siempre ocurría así, de modo que me quedé junto a la ventana colocándome bien la capa y el bolso mientras hacía tiempo para que la salida se despejara un poco. No estaba de humor para que me estrujaran y empujaran como a un pececito perdido entre tiburones hambrientos.

Entre la marea de gente y voces busqué a Aidan, quien miraba igualmente en mi dirección.

-¡Nos vemos en casa!- me gritó por encima del ruido. Yo asentí con la cabeza justo cuando le arrastraban hacia el exterior

Así que podía volver sola a casa... eso me gustaba. Podría dar un pequeño rodeo por la aldea y caminar. Las últimas semanas habían estado plagadas de tormentas de nieve y eso había complicado mis habituales paseos. Los pocos días en los que el tiempo nos había dado una tregua Aidan me obligaba a ir lo más rápido posible por los caminos más directos para llegar cuanto antes a clase o casa.

Una vez en el umbral del portón de la escuela comprobé que el frío seguía siendo terrible, pero por suerte ya no nevaba. Aún así me cubrí la cabeza con la capucha de la capa y oculté mis manos en los pliegues de ésta antes de salir.

Recorrí el camino de piedra que iba desde la entrada de la escuela hasta el punto donde empezaban a verse las primeras casas de la aldea. Alguien había retirado la nieve del camino, pero más allá había una gruesa capa que cubría todo el suelo. Pude ver las pisadas de mis compañeros que se alejaban en distintas direcciones. Yo seguí las que iban al centro del pueblo.

Dejé atrás las primeras casas de madera y piedra. Estas pertenecían a los cazadores que se adentraban en el bosque y por eso, igual que la nuestra al otro extremo de la aldea, estaban en la periferia.

Todas las que me iba encontrando tenían las chimeneas encendidas y sólo con ver las nubes de humo que ascendían a un cielo, ya de por sí encapotado y grisáceo, sentía con mayor intensidad el frío que me estaba congelando. ¡Cómo odiaba el frío! ¡Y los inviernos! ¡Y la nieve! Al menos no había cuajado lo suficiente como para que las botas se me hundieran en ella y acabara con los pies empapados.

No tardé mucho en llegar a la plaza principal de la aldea. En el centro de la misma estaba la estatua de piedra que representaba a nuestro gran héroe: Adrien Olc-Mirage. Algún buen samaritano se había entretenido en quitarle la nieve de encima, excepto un montoncito que le quedaba sobre la nariz.

A su alrededor estaba ya todo preparado para la gran celebración de mañana: 29 de Febrero. A un lado, se alzaba el escenario que el carpintero había construido (como cada año) para nuestra función.

A pesar de mi preocupación porque hacía ya un rato que no sentía mi nariz, me detuve junto a él unos instantes y mientras observaba su superficie de madera mojada, reflexioné. Finalmente sería Mona un año más. Y si era sincera conmigo misma, no estaba muy sorprendida. Si no me había librado de Mona dos años antes, cuando el Nigromante asesinó a mi madre ¿Por qué había creído que hoy lo lograría?

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now