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Hasta que sentí las manos rígidas de Elizabeth en torno a mi brazo. Di un respingo al verla de pronto a mi lado. Había cruzado la frontera, aunque parecía más asustada que yo, si era posible.

-¡Bree! ¡Por favor! No puedes estar hablando en serio con lo de entrar ahí… ¡Jamás los encontrarás sola!-

-Sí… sí que lo haré- murmuré intentando sobreponerme.- Estoy segura de que no pueden haberse alejado demasiado y Aidan conoce las rutas de caza; si las sigo, les encontraré.-

-¡Acuérdate de lo que le pasó al padre de Henry! ¡Esas rutas ya no son seguras!- exclamó Elizabeth.- Debemos volver a la aldea y pedir ayuda. Será más fácil encontrarlos si los otros cazadores nos ayudan.-

-¡Nadie va a ayudarles Elizabeth!- exclamé perdiendo los nervios, la paciencia y todo lo que me faltaba por perder.

-¿Por qué dices eso?-

-¡Pues porque después de lo del señor Wentworth todo el mundo está muy asustado! Nadie se atreverá a entrar y el jefe de la aldea tampoco lo permitirá. Dirán que seguramente el Nigromante ya les ha matado, y no se arriesgaran a entrar. Especialmente esta noche…- Me pasé una mano por la cara mientras me movía de un lado a otro.- ¡No! ¡Tengo que entrar y convencerles de que vuelvan antes de que salgan de la ruta o ya no les encontraré!-

-Pero tú sola…-

¿Por qué se empeñaba en repetirme eso que era tan obvio?

-¡Sí, yo sola!- le grité.- Aidan es mi hermano y Henry es mi…- Lo pensé brevemente pero no se me ocurrió la palabra adecuada para definir el reciente cambio de nuestra relación.-… es Henry. Y si es necesario entraré, les encontraré y les sacaré del bosque arrastras porque… no soportaría perderlos a los dos-.

No soportaría perder a ninguno. Así que tenía que hacerlo a pesar del miedo y el pánico.

Elizabeth sostuvo mi mirada con sus ojillos claros empañados por el terror más absoluto, hasta que asintió con la cabeza comprendiendo por fin.

-Eres muy valiente, Bree- me dijo con un absurdo tono de admiración. No había entendido nada en realidad, porque yo estaba aterrorizada.- Iré contigo.-

-¿Cómo? No, esa no es una buena idea.-

-No puedo abandonarte ahora, Bree.-

Debería haber pensado mejor las posibles ventajas y sobre todo, los inconvenientes de llevar conmigo a una asustadiza Elizabeth henchida de un valor flaqueante, en lugar de creer que me daría menos miedo si iba acompañada. Pero lo de pensar con calma y tomar decisiones consecuentes a ello, nunca había sido mi fuerte; y menos cuando sentía que me estaba quedando sin tiempo.

-Está bien, Lizzie.-

Y las dos entramos al Bosque Oscuro.

Con poner un solo pie dentro, el mal presentimiento que me rondaba desde el día anterior se me alojó en el estomago, como si no tuviera ya bastante con qué cargar.

Los primeros pasos fueron los más complicados. La oscuridad me engullía una y otra vez y me sentía extraña en ese lugar. Los pies se me hundían en algo más consistente que la nieve, no era un suelo empedrado como el de la aldea. Había ramas y espinas que se me clavaban si pasaba demasiado cerca de los troncos de los árboles y la luz de la antorcha no me permitía distinguir lo suficiente como para apartarme del todo. Había una frialdad que colgaba del aire que respiraba, hasta la mano de la antorcha se me estaba quedando rígida por el frío. Pero lo peor era que no se escuchaba nada. Ningún sonido excepto nuestras respiraciones aceleradas.

Me detuve para alumbrar un poco y buscar las marcas que indicaban la dirección de la ruta. Enseguida noté que Elizabeth se me pegaba, temblorosa. Busqué las marcas en el suelo y enseguida vi dos líneas excavadas en él y pintadas de un color rojo brillante a las llamas del fuego.

29 de Febrero: El Día del NigromanteUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum