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Sostuve su mirada a pesar de la sorpresa y antes de darme cuenta, sonreí. Sabía que era totalmente imposible que me quedara más tiempo sin meterme en problemas, pero mi imaginación ya estaba acariciando la posibilidad de permanecer allí toda la noche, aunque tuviera que pasarla sentada en el suelo.

Pero esos problemas habían decidido ir a buscarme.

-¡¡¡BREEEEEEEEEEE!!!-

El grito me hizo dar tal bote que mi espalda dolorida se quejó por el nuevo latigazo.

-¿Qué ha sido eso?- preguntó Henry.

-El pesado de Aidan- respondí después de resoplar. Me puse en pie y fui hacia la puerta antes de que se le ocurriera gritar de nuevo. Porque seguro que lo haría.- Espérame un momento- le pedí a Henry, aunque luego pensé que no tenía otro sitio a donde irse. Estábamos en su herrería.

Salí al exterior y cerré la puerta tras de mí. Olvidé coger la capa y el frío de la tormenta fue tan inesperado para mí como una bofetada. Me cubrí con mis brazos y esperé a que Aidan se acercara. Estaba parado en mitad del camino, con el pelo prácticamente blanco y mala cara.

Se resguardó bajo el tejadillo de la herrería a mi lado y supe que estaba enfadado nada más mirarle. Pero como yo también seguía molesta con él, me dio igual.

-¿Por qué has gritado de ese modo?- le reproché.

-Porque quería que salieras y estaba seguro de que estabas ahí dentro- respondió de mala manera.- Espero que estuvieras echándole la bronca a Wentworth como hiciste con papá y conmigo.-

-Eso es justo lo que hacía- mentí.

-Me alegro- No me había creído en absoluto.- Venga, nos vamos.-

-¿A dónde?-

-¡Pues a donde va a ser! ¡A casa! La tormenta está empeorando y al ver que no volvías, papá me mandó a buscarte.-

Suponía que estarían preocupados por mí, pero tampoco hacía falta que mandara a Aidan como un sabueso tras mi rastro.

Lancé una mirada rápida a la herrería y cambié el peso de una pierna a la otra.

-¿Podría venir Henry con nosotros?-

-¿Wentworth a casa con nosotros? ¿Es una broma? ¡No! ¡Claro que no puede venir!-

-Su padre acaba de morir y está destrozado. No debería quedarse solo esta noche- insistí inútilmente, pues Aidan parecía no estar escuchándome.

-Estoy seguro de que Wentworth estará perfectamente en su gran casa y en su gran herrería. Ahora que son totalmente suyas no tendrá ni una preocupación en su atolondrada cabecita.-

Aquellas palabras me irritaron, sí, pero me sorprendieron más aún. No entendía cómo podía seguir sintiendo tanto desprecio por Henry con todo lo que había pasado. Aidan no era tan cruel aunque con el herrero se empeñaba en aparentarlo.

-¿Cómo puedes decir esas cosas de él después de lo de su padre?- le pregunté asombrada.- Tú sabes lo mal que lo está pasando ahora… a nosotros nos pasó lo mismo.-

-No somos como él- replicó Aidan.- Wentworth no es más que un engreído que ha tenido siempre todo lo que ha querido, sin trabajar ni esforzarse en nada ¿En qué se parece mi vida a la suya?-

¿Sería posible que Aidan tuviera, en realidad, envidia de Henry? La tontaina de Elizabeth había acertado… más o menos. Yo no era la causante de los celos de mi hermano, sino la suerte de Henry. Claro, él era el único hijo de un importante miembro del consejo, tenía asegurada la propiedad de la herrería… y en cambio, Aidan ni siquiera sabía si lograría convertirse en  cazador.

Lo que fallaba era que él no sabía cómo había sido la vida de Henry de verdad.

-¡Venga! ¡Larguémonos de aquí! ¡Me estoy congelando!- insistió mi hermano.- No conseguirás convencerme para que tu amiguito venga con nosotros. Ahora menos que nunca me fio de él.-

-¿Y ahora qué estás diciendo?-

-Me parece muy extraño todo el asunto de su padre, Bree.- explicó.- ¿Por qué entró en el bosque? Además, en la reunión no se veía a Wentworth muy apenado que digamos.-

Bueno, bueno… ¡Aquello sí que era lo último que me faltaba por oír!

-¿Estás insinuando que Henry mató a su padre?- pregunté. Ni siquiera fui capaz de enfadarme de verdad, de lo absurdo que era casi me rio.- Aidan, creo que se te ha helado el cerebro.-

-¡No he dicho que él lo hiciera! Pero quizás le convenció o le engañó para que entrara al bosque y el Nigromante hiciera el resto…-

-Eso es ridículo. Tú eres ridículo.-

-¿Y por qué entró al bosque? Era miembro del consejo, él mismo creó la ley que lo prohíbe.-

De verdad que no me creía la cantidad de tonterías que estaba oyendo. Y hasta pretendía que yo me las tragara. Era increíble.

-Además, Wentworth llegó tarde al ensayo de la tarde ¿No? ¿Dónde estaba?- me recordó.- Tal vez tenía un motivo por el que quería deshacerse de su padre que no sabemos.-

Eso último me cayó como una piedra en el estomago. Yo sí conocía un motivo por el cual Henry querría que su padre desapareciera, él mismo me lo había dicho. Pero no, era imposible que hiciera algo así.

Henry era una buena persona y a pesar de todo, amaba a su padre y estaba apenado por su muerte. Aún así decidí no mencionar ese asuntillo en ese momento. No quería alimentar esas ideas horripilantes.

-¡Bueno me da igual!- exclamó Aidan.- Ni él viene con nosotros, ni tú te quedas más tiempo con él ¡Nos vamos y se acabó!-

-¿Por qué tú lo dices?-

-¡Sí, exacto! ¡Y porque soy tu hermano mayor y no me voy a ir de aquí sin ti!-

Cuando usaba ese tonito era imposible hacerle cambiar de opinión. Me llevaría a casa arrastras si no accedía voluntariamente, así que no me quedó otra opción.

-Vale. Pero primero tengo que entrar a por mi capa y a decirle adiós a Henry.-

-Bien. Te espero aquí- Y se cruzó de brazos mirando fijamente la puerta como un centinela.

-¡No vas a quedarte ahí parado escuchando nuestra conversación!- protesté, escandalizada. Me estaba poniendo de un humor horrible.- Espérame al final del camino y te prometo que me daré toda la prisa que pueda.-

Mi hermano dudó. Seguramente sentía la misma urgencia por discutir mi propuesta como por marcharse de allí, pero sabía que lo primero no le conduciría a lo segundo.

-Tienes cinco minutos- me concedió a regañadientes.- Si tardas más, entraré a buscarte.-

Seguir protestando no me iba a servir de nada, así que acepté los cinco minutos y le vi alejarse hacia el final del camino.

No siempre me molestaba que Aidan se preocupara por mí, solo cuando lo hacía de forma obsesiva y sin que existiera un motivo autentico, como era el caso. ¿Cómo se le habría ocurrido la tonta idea de que Henry podía ser peligroso? ¡Qué estupidez! Sonreí, divertida, cuando abrí la puerta de la herrería, pero dejé de hacerlo cuando la encontré vacía.

-¿Henry?- murmuré. Avancé hasta el lugar donde le había dejado sentado y repasé los rincones, confusa. ¿Dónde se había metido? Allí había otra puerta que comunicaba con su casa, quizás se había marchado a dormir tal y como yo le había sugerido. Lo extraño es que el fuego seguía encendido.

A mi espalda, la puerta se cerró de golpe y yo me giré sobresaltada.

29 de Febrero: El Día del NigromanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora