Capítulo 46: Deth

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  • Dedicado a Oriana Ruiz
                                    

Estaba en casa de mis tíos con mi hermana Caroline contemplando como las llamas de la chimenea quemaban papeles que ella y yo lanzábamos porque nos aburríamos mucho.

Mis tíos eran unos ermitaños que no tenían televisor, a duras penas tenían una computadora que apenas y tenía buscaminas y paint.

Mis papás pensaron que sería muy bueno que Caro y yo nos alejáramos de todas las distracciones de la ciudad para estar en el “tranquilo” campo. Lo que no sabían era que esa “tranquilidad” consistía en quedarte en casa haciendo absolutamente nada porque no hay luz o bueno pareciera que no hubiera, nuestros tíos no nos dejan hacer nada porque somos un par de torpes que con una vaso de agua podrían incendiar la casa.

Entre nuestro divertido “juego” Caroline tuvo la maravillosa idea de lanzar un cubito de madera algo grande a la chimenea, yo como toda una tonta apoyé su idea diciendo “veamos que pasa”.

Caroline se hizo un poco para tras y lanzó el cubito de madera, éste rebotó encendido en dirección hacia mí y al ver que amenazaba con golpear mi cara me cubrí con las manos instintivamente.

El golpe dolió y quemó, justo cuando pensé que ya había acabado la manga de mi suéter blanco se había prendido.

Caroline y yo comenzamos a gritar y yo me quité el suéter rápidamente. Caroline por su parte lo pisó desesperadamente hasta que el fuego se había extinguido. Mi tía entró exaltada y tuvimos que explicarle lo que pasó.

Mientras mi tía trataba mis pequeñas quemaduras dijo “Bueno, al menos no fue agua”.

Tomó un rato para que me diera cuenta que eso era un sueño, supongo que el profundo ardor bajo mi brazo me hizo recordar ese momento, claro que ese dolor era un juego de niños con el que en esos momentos estaba sintiendo.

Vi a Yezca en frente de mí con una sonrisa.

—Por fin despiertas amor—dijo él mientras estaba sentado en el sofá contemplándome.

Traté de volver a cerrar los ojos pero él tomó mi cara con ambas manos obligándome a mirarlo.

—No puedes cerrar los ojos, quiero ver tu expresión cada segundo que pase—dijo él amenazadoramente.

Pero yo no iba a caer en su tonto juego, así que cerré fuertemente los ojos, él comenzó a darme golpecitos en la cara para que los abriera pero yo estaba decidida.

—Bien si no quieres ver, te daré lo que quieres—dijo él mientras yo oía como sus pasos se alejaban de mí.

En realidad pensé que iba a volver a usar el hierro de marcar pero en lugar de eso puso algo sobre mis ojos, supongo que es otra tela como con la que cubrió mi boca. Al sentir la tela tocando mi cara me estremecí y di un quejido pero Yezca solamente rio ante esto.

—Oye no te quejes, tú fuiste la que decidió—dijo él tocando mi pierna.

Sentí como llegaba hasta la parte baja de mi vestido, hasta que alguien tocó la puerta,

Mi mente se partió en dos, por un lado pensaba en que podría ser Doménico viniendo a rescatarme o Lucy viniendo a regodearse con mi humillante posición.

No importa quien fuera porque si era Lucy estaba más que molesta con ella y si era Doménico no podría evitar llorar al verle.

En medio de mis pensamientos pude sentir como Yezca se sentó a un lado mio y retiró la tela de mis ojos permitiéndome contemplar su cara.

—No hagas ni un sonido—dijo él viéndome molesto.

Yo no estaba en posición de hacer algo tan estúpido así que asentí con la cabeza y él antes de despegarse me dio un beso en la frente.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora