Capítulo 16: La invitación

2.6K 114 13
                                    

Estaba tan feliz por lo que había pasado que estaba segura que ni Lucy lograría borrar la sonrisa de mi cara. Fuimos al comedor y estuve un largo rato contemplando todo con otra actitud, la comida era sabrosa, Lucy era tan idiota como siempre y Doménico fingía tomar en serio lo que decía.

Doménico. Rayos me di cuenta de que sabía más de la vida de los “juguetes” que de la persona que había aceptado venir conmigo al infierno, sé que fue por interés pero aun así él vino conmigo y me ha protegido desde que llegamos. He sido egoísta, la verdad yo sólo me he limitado a preguntar cómo fue su día mientras que él está dispuesto a soportar los acosos de Lucy y dormir en el suelo, eso sin mencionar el horrible frio que hace aquí.

Estaba tan absorta viendo la terrible persona que soy que no me di cuenta de que Lucy me estaba hablando hasta que Doménico me lanzó un pedazo de pan. La verdad en esos momentos ya no me sentía tan mal por haberlo dejado con Lucy.

—¿Qué demo…?—respondí volviendo la cabeza hasta Doménico, contuve la palabra porque sabía que a Lucy le encantaría que la dijera y la verdad no quería darle el gusto a Doménico y a ella.

—Lucy nos estaba hablando—dijo él tratando de justificar que me había lanzado el pan.

—¿Y para eso me tenías que lanzar un pan a la cabeza?—pregunté algo irritada, sólo él pudo borrar esa sonrisa de mi cara.

—Tú no respondías—dijo él con una sonrisa en su rostro.

—¿Qué decías Lucy?—dije tratando de ignorar la furia asesina que tenía hacía Doménico porque el pan había dejado harina en mi cabello.

—Tomen—dijo ella extendiendo dos sobres.

Esos dos sobres eran negros, bueno no eran negros más bien un verde metálico muy elegante, en la parte de enfrente había un pequeñito antifaz blanco con plumas de colores morados, negros y verdes. Al abrirlo había una carta negra con toda la orilla plateada y en él tenía una imagen de una mascará idéntica a la otra pero Lucy usándola junto con Yezca. En ella decía lo siguiente con unas finísimas letras cursivas color plateado: “Para la señorita Charlotte Lowell: Me es muy grato anunciarle que la señorita Lucifer y el señor Yezca les agradaría su presencia como una invitada especial en su fiesta de cumpleaños número 200 que este año contara con un baile de mascaras en el gran salón de fiestas. Faltan 4  días. Sin más que agregar estaremos esperando por su llegada.”

Cuando Doménico y yo acabamos de leer vimos a Lucy con una gran sonrisa.

—¿Y qué les pareció?—preguntó ella emocionada.

—Pues no sé si tenga tiempo…—estaba diciendo hasta que Lucy me interrumpió.

—El hecho de que diga “les agradaría” no es una petición si no una mera formalidad, todos tienen que asistir de manera obligatoria—dijo ella de una manera dulcemente terrorífica.

—Pero no tengo un vestido que…—iba a continuar pero otra vez me interrumpió.

—Eso es muy obvio, pero como toda la ropa que te has puesto nosotros te lo proporcionaremos—dijo ella con el mismo tono.

—¿Y qué hay con las sesiones?

—Ese día no tendrás, porque tanto tú como yo estaremos alistándonos—dijo ella con una gran sonrisa.

—¿Juntas?—pregunté asustada ante el pensamiento de cambiarme en frente de Lucy.

—Claro que no tontita, pero si quieres…—dijo ella viéndome de arriba para abajo.

—No quisiera importunarte, además supongo que no quieres que nadie te vea hasta que estés en la fiesta—dije yo apresuradamente.

—Tienes razón, quiero que sea sorpresa cuando me vean—nos dijo a ambos alegre.

Cuando acabamos Doménico y yo nos dirigimos hasta nuestro cuarto. Antes de que abriéramos la puerta a Doménico se le escapó una pequeña risita.

—¿Qué?—pregunté porque estaba segura que se estaba riendo de mí.

—Debiste ver tu cara cuando ella te dijo lo de cambiarse—dijo él con una sonrisa.

—Eso no es gracioso—dije molesta.

—¿Qué no es divertido cuando te acosan a ti?—dijo él con una sonrisa supongo que todavía no olvida todas las veces que Lucy lo ha acosado y yo sólo lo he encontrado divertido.

—No—dije molesta.

—Oh vamos no te enojes conmigo—dijo él y puso una cara muy triste.

Traté de no verlo pero se veía absolutamente tierno. No tuve más remedio que sucumbir ante esos ojos cafés. Maldito ¿Por qué tiene que ser tan lindo?

—Está bien—dije derrotada.

—¡Sí!—dijo él muy alegre.

—¿Entramos?—pregunté riéndome por la forma en que se puso alegre.

—Sólo después mi fina dama—dijo él abriéndome la puerta.

—Gracias mi dulce caballero—dije yo riéndome por lo tierno que era cuando era tan caballeroso.

Cae Nieve en el InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora