|Capitulo 32|

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Habíamos estado en aquella posición durante dos horas. Los chicos iban y venían, pero yo seguía leyendo usando a Eros como almohada.

Hasta que mi trasero se durmió y era hora de estirar las piernas, cerré el libro al terminar el capítulo 9 y me levanté.

—¡Oye! ¿Por qué lo cierras? Estaba leyendo —se quejó Eros.

—No creí que estabas leyendo —admití.

Y era cierto. Había estado callado durante dos horas, nunca dijo nada y era raro que tampoco se quejara cuando yo volteaba la página a mi antojo.

—Bueno, ahora lo sabes, y no quiero que leas si no es conmigo. ¿De acuerdo? Me gustó y no quiero spoilers —refunfuñó, con el ceño fruncido.

Nunca había compartido lectura con alguien, ni siquiera tenía con quien conversar sobre mis novelas. A todos le parecían aburrido.

—Lo prometo —dije sonriente.

—¿Quieres ir a nadar? —propuso y asentí temerosa.

Dudé si quitarme el short o no, es decir, me gusta mi cuerpo. Pero no debo olvidar que vine con cinco chicos, y que la mayoría son unos pervertidos.

 —¡Deja de dudar y muestrale tu trasero al mundo! —exclamó Eros levantándose.

Eso me tomó por sorpresa, no era mucho de ir a las playas. Y cuando iba, no me metía al mar, por ende no llevaba traje de baño.

Me quité el short y lo guardé en la mochila.

Eros me sonreía coqueto, se acercó a mí y susurró;

—Me gustan tus tatuajes.

Le sonreí como respuesta y nos adentramos al mar. 

Sasha y Evan estaban jugando en la parte profunda. Joel había vuelto a la barra y estaba coqueteandole a la bartender. Jack estaba besuqueando a una chica a lo lejos, y Harvey se había perdido con otra. Si que tienen conquistas.

—¿Sabes nadar, no? —indagó Eros al verme quieta en la orilla.

Saber sé, que tenga un poco de miedo es otra cosa.

—Le tengo mucho respeto al mar, pero también miedo.

—Vale, toma mi mano —dijo Eros tendiendome su mano. 

La tomé y nos guió más adentro. En unos pocos pasos el agua me llegaba hasta la cintura.

—¿Por qué le tienes miedo? —preguntó serio, como si supiera que hay una historia detrás de ese miedo.

—La última vez que me metí al mar tenía doce, una ola me derrumbó y arrastró hasta la orilla, logrando que me ahogue —conté.

Claro que esa no era toda la historia, luego de levantarme tras haber sido arrastrada hasta la orilla y de haber sido ayudada por el salvavidas, me di cuenta que mi pecho estaba completamente al descubierto. Mi parte de arriba del bikini, había desaparecido. Por lo que mis pequeños pechos estaban frente a todos. Recuerdo que lloré de la vergüenza y nunca más me adentre al mar.

Eros asintió.

—Es hora de superar ese miedo, sube a mi espalda.

Lo medité por unos segundos, si era precavida ninguna ola me derrumbaría. Además si Eros estaba a mi lado, ¿no dejaría que me ahogue, cierto?

Salté sobre su espalda y este me tomó por los muslos. Comenzó a dar unos cuantos pasos más y de un momento a otro, el agua nos llegaba al pecho. Claro que Eros al ser tan alto le llegaba mucho más abajo.

—¿Estás bien? —preguntó girando su cabeza, logrando que nuestras narices se rocen.

Asentí.

—Toma aire —ordenó. 

Y acto seguido, nos arrojó dentro de una ola.

Me aferré con fuerza a él, mi pecho estaba sobre su espalda y mis uñas se clavaron en sus hombros. Al abrir los ojos Eros me observaba de lado con una amplia sonrisa.

—Podría acostumbrarme a nadar así —dijo sonriente, logrando que un hoyuelo se forme en su mejilla.

No había estado mal, era cierto. Hacía mucho tiempo no disfrutaba la tranquilidad del mar. Ambos estábamos empapados. 

El cabello de Eros estaba mojado y se veía más oscuro de lo habitual. Gotitas se esparcían por su rostro y cuerpo.  Y aquel short de traje de baño que llevaba, lo lucía de puta madre. No me había percatado de lo buen trabajo está su cuerpo. Mucho menos que tiene tatuajes pequeños muy bien escondidos.

—¿Lo hacemos otra vez? —propuse.

Eros alzó una ceja y sonrió coqueto.

—Todas las veces que quieras, preciosa.

Los chicos de Chloe | PRÓXIMAMENTE EN FÍSICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora