|Capítulo 26|

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Las palabras de Steve, eran ciertas.

Tomé aire y salí de la habitación, debía dejar las cosas claras para Eros y para Harvey.

—Al fin sales, ya está listo el pastel —comentó Eros quitando la fuente del horno.

Tomé nuevamente aire y suspiré.

—No soy un objeto para que puedas competir contra alguien —Eros dejó reposar la fuente en la mesada y me miró confundido—. No quiero que nadie compita para ganarme —dije haciendo énfasis en ganarme—. No quiero un novio, no quiero un amigo con derechos, no quiero nada con nadie, así que olvida lo que dijiste hace rato.

Aquella expresión de confusión que tenía Eros, cambió por una sonrisa.

—Te tardaste —respondió volviéndose al pastel, para luego cortarlo.

¿Me tarde? ¿Qué rayos?

Supongo que notó mi confusión.

—Te tardaste en hacerte valer —agregó.

¿Hacerme valer? ¿Qué?

—Eres un idiota —solté molesta, sin saber por qué. 

¿Insinuó que no me hago valer? ¿Qué no me quiero?

—Escucha, me caes bien y eres guapísima —se giró para verme a los ojos—. Pero, no puedo tener nada contigo.

¿Y a este que le picó?

—No te entiendo —admití. 

Al parecer Eros era más confuso de lo que creí.

—Que no quiero nada contigo —soltó serio.

Joder, maldito pedazo de imbecil.

Le mostré mi dedo del medio y me dirigí a mi habitación, o eso quería hacer.

Pero, una mano jaló de mi brazo, haciéndome chocar contra un pecho, el pecho de Eros. 

Lo miré con confusión. 

«¿Qué mierda?»

Inclinó su cabeza y rozó mis labios con los suyos, para luego susurrar en mi oído: 

—El pensamiento que tienes sobre mí, es totalmente erróneo.

¿Qué significa eso?

Tragué saliva.

—Tú también tienes una imagen mía errónea.

Eros sonrió maliciosamente.

—Lo sé.

Me quise apartar, pero el me sostenía de la cintura.

—Puedo ser lo mejor que te pueda pasar o lo peor, pero en ambas situaciones. Te enamorarás de mí —agregó para luego soltarme y alejarse.

¿Qué mierda fue eso? 

Quería volver a mi habitación y encerrarme allí, pero le daría la ventaja de saber que tiene poder sobre mis emociones y hasta mis hormonas.

Asique, me senté en una de las sillas, me serví café y tomé una porción del pastel.

—¡Llegamos! —gritaron tres muchachos tras entrar.

—Huele delicioso —opinó Evan entrando a la cocina.

—¡Me daré una ducha! —exclamó Joel desde los pasillos.

—Iré a verme con una chica, volveré en la madrugada —dijo Jack tomando una porción de  pastel para luego irse, por donde entró.

—Segundo año, apesta, tomaré esto —dijo llevandose mi taza de café—.  Y esto —agregó tomando varias porciones de pastel.

—¡Era mi café!—me quejé.

—¡Sirvete más, debo estudiar! —gritó Evan yéndose a su habitación.

Y nuevamente, estaba a solas en la cocina, junto a Eros, quien seguía sonriéndome.

—¡Por dios, deja de sonreír así! —exclamé.

—¿Te gusta mi sonrisa? —preguntó arqueando una ceja.

¡Por dios!  Un poco, bueno sí.

—No —dije dándole una mordida al pastel.

—Una compañera me pasó lo que hicieron en la clase de historia ¿lo quieres? —preguntó Eros cambiando de tema.

¿Tendrá una doble personalidad?

Asentí.

Eros se levantó de su silla, para luego jalar de mi brazo y tomar su mochila que descansaba en uno de los sofás.

En un abrir y cerrar de ojos, ambos estábamos en mi habitación.

Carajo.




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