14.

347 25 65
                                    

-Perdona. No quería asustarte- dijo Henry en voz baja. Salió de entre las sombras con mi capa en las manos. Seguía serio y según se acercaba a mí noté que sus ojos habían perdido el brillo que tenían esa mañana.

-No me has asustado- le dije. Aunque el corazón me iba un poco más rápido de lo normal.- ¿Estás mejor?- Él asintió de un modo poco convincente.- Pues… me alegro.-

-Estás empapada- comentó como si nada. La nieve que me había caído encima durante mi charla con Aidan me estaba calando todo el vestido y el pelo. Hice ademán de alargar la mano para que me diera la capa, pero Henry se colocó ante mí y sin dejar de mirarme fijamente, me la puso por encima.- ¿Qué quería tu hermano?-

Tardé en responder porque me distraje cuando se puso a anudar la cinta de mi capa alrededor de mi cuello como se hace con los niños pequeños. No supe muy bien qué pensar, pero me quedé quieta.

-Eh… nada. Mi padre quiere que vuelva a casa.-

Cuando terminó, bajó las manos y entrecerró los ojos como si no estuviera satisfecho con lo que acababa de hacer.

-Bree…- pronunció mi nombre de un modo que hizo que el corazón se me acelerara aún más. Sus ojos se movieron de forma caótica por el cuarto hasta posarse en los míos.- Gracias por estar conmigo y ayudarme. Eres la única persona que siempre me ha comprendido de esta aldea y yo siento que… no sé ser tan buen amigo para ti como tú lo eres para mí.-

No terminé de comprender esas palabras, aunque consiguieron que me ruborizara ligeramente.

-No digas eso. Claro que eres un…- Olvidé momentáneamente el final de la frase cuando Henry levantó la mano. La sostuvo en el aire como si se hubiera precipitado y ya no supiera qué hacer con ella, hasta que me rozó el rostro suavemente.-… un buen amigo.- añadí antes de que la respiración se me acelerara.

-No he sido sincero contigo- me dijo. Apenas presté atención a esas palabras aunque debieron ser importantes, porque su voz sonó temblorosa justo antes de que sus ojos descendieran por mi rostro hasta mis labios. Los miraba indeciso, pero yo adiviné lo que eso significaba.

Pude verlo en mi mente antes de que la indecisión se retirara de sus ojos, se inclinara y me besara muy despacio. Mi corazón explotó de alegría paralizando al resto de mi cuerpo. ¡Estaba pasando de verdad! Aunque tuviera los ojos cerrados, esta vez no me lo estaba imaginando.

Cuando sus labios se apartaron de los míos, mantuve los ojos cerrados pero sonreí, incluso cuando le oí susurrar cerca de mí:

-Lo siento-

Pero ¿Qué sentía el qué? Estaba tan emocionada que me dio igual. A lo mejor solo lo había hecho porque estaba triste y ya se arrepentía. Ni siquiera ese pensamiento me deprimió. Lo único en que podía pensar era que llevaba demasiados años imaginando ese momento como para que se redujera a un beso tan pequeño. Esa podía ser mi única oportunidad de besar a Henry de verdad, así que tenía que hacer algo.

Intenté conectar mi mirada con la suya pero me rehuía todo el rato como si acabara de hacer algo malo. Temí que lo siguiente fuera que se alejara de mí, así que reuní todo mi valor de golpe y poniéndome de puntillas, le besé yo. Apoyé las manos en sus hombros y percibí su sorpresa, pero por primera vez, dejé que el amor que llevaba sintiendo por él todos aquellos años en silencio saliera de mi, se liberara y me dominara por completo.

Quizás me pasé un poco porque la cabeza empezó a darme vueltas, pero me sentía tan feliz por no tener que contenerme más.

No supe cuanto tiempo había pasado, un segundo o una eternidad, cuando las manos de Henry se posaron en mi cintura y me atrajeron hacia él. Puede que lo imaginara llevada por la alegría, pero me pareció que él respondía a mi beso con el mismo amor y ternura que yo.

Las piernas se me aflojaron y tuve que apartarme de él. Nunca había sentido algo tan extraño como eso: estaba sin fuerzas y al mismo tiempo tenía ganas de echar a correr, saltar y hasta dar volteretas sobre la nieve.

¡Y había sido real! No como los besos fingidos con Elizabeth. Estaba allí, sentía sus manos en mi cintura, las mías en sus hombros, su respiración agitada golpeando mis labios. Todo era de verdad, hasta su expresión de encantador desconcierto.

Quería decir o hacer algo que demostrara lo importante que era ese momento, que lo hiciera perdurar para siempre.

Pero me precipité, como es habitual en mí:

-Te quiero, Henry.-

¡Se me escapó! Ni siquiera era eso lo que estaba pensando. De hecho me sorprendí tanto al oír esas palabras con mi voz como si las hubiese dicho otra persona.

Y él también. Los ojos se le abrieron de par en par y no supe identificar lo que vi en ellos. ¿Por qué había dicho precisamente eso? Era lo que sentía pero ¡Él no necesitaba saberlo aún!

Henry no dijo nada y no pudo aguantar mi mirada mucho tiempo. Quise evaporarme convertida en humo o en algo quizás aún más transparente por bocazas, cuando bajó los ojos hacia el suelo. Y después, fueron sus manos las que se separaron de mí. Yo también retiré mis brazos de él.

Le había asustado. O quizás pensaba que era una loca obsesionada con él. ¿Quién le declara su amor a un chico al que acaba de besar por primera vez? No, evaporarme no era suficiente. Lo que quise fue morirme y que la tierra se tragara mis restos.

Sabía que él no diría nada e intuía que yo también debía mantener la boca cerrada. Tenía que irme. Huir de allí y de esa situación cuanto antes.

-Creo que… debería irme ya…- murmuré con la vista fija en el suelo. Tenía tan pegada la barbilla al pecho que me estaba haciendo daño.- Ya nos… veremos.-

Traté de retroceder hacia la puerta, pero Henry me lo impidió.

-Espera- Fue un susurro, pero con una extraña fuerza que me hizo pararme en seco. Levanté lentamente la barbilla y lo único que vi fue su mano, de nuevo alzada. Cogió la punta de la cinta de la capa que él mismo había anudado hacia unos segundos y tiró de ella lentamente hasta que se deshizo.  La capa se me deslizó sobre los hombros y cayó al suelo sin hacer ruido.

Me rozó la barbilla con el dorso de la mano y me atreví a mirarle. La frialdad de su mirada se había derretido y llegué a reconocer en él al Henry de siempre antes de que volviera a besarme. Esta vez con tanto ímpetu que retrocedí un par de pasos antes de que sus brazos me envolvieran y me apretaran contra él. Estaba a punto de levantar los míos para enrollarlos en torno a su cuello (como siempre me había imaginado que haría en esa situación) cuando una enorme bola de nieve se estrelló contra la puerta. Del impacto, restos de nieve se colaron por los agujeros y me dieron en la espalda.

<< ¡Aidan, voy a matarte!>> pensé.

Debían haber pasado más de cinco minutos pero ¡Le mataría igual! Temí que después de aquello entrara en la herrería tal y como me había advertido. No se me ocurría una idea más horrible que mi hermano colándose en la bonita atmosfera que se había creado a nuestro alrededor; así que, con gran pesar, decidí que había llegado el momento de irme.

Recuperé mi capa y me la puse a toda prisa.

-Ahora sí que tengo que irme- le dije a Henry.- Adiós.-

-Adiós…-

Esperé vacilante porque me pareció que quería decirme algo más, pero agachó la cabeza. No podía detenerme más tiempo a intentar interpretar ese nuevo gesto, así que me fui.

-¿Sabes todo el tiempo que has estado ahí dentro?- Ni fuerzas me quedaban ya para responder a mi hermano. Me coloqué la capucha y pasé de largo frente a él.- ¡Bree! ¡Bree, no me ignores!- Aceleré el paso con la única idea de llegar cuanto antes a mi cuarto.- ¡Breeeee!-

29 de Febrero: El Día del NigromanteWhere stories live. Discover now